Acaba de finalizar un mes de marzo convulso. Comenzó con una lucha fratricida en el seno de la izquierda a cuenta de dos leyes importantes, la trans y la reforma de solo sí es sí. Batalla que dejó malherido al Gobierno español de coalición, aprovechado por unas derechas por entonces envalentonadas.

¿Será Iglesias quien lleve a Feijóo a la Moncloa?

Pero, curiosamente, es en ese instante donde de manera torpe decidieron darles un balón de oxígeno impagable. Primero, Vox con la esperpéntica moción de censura de Tamames, un ejercicio de torpeza política digno de figurar en los anales de nuestra historia, con la inestimable ayuda de un PP que ni estuvo ni se le esperó en un ejercicio de escapismo político lamentable.

Ausencia que aderezó con un viaje de Feijóo a Bruselas en el que no recibió nada más que desplantes, incluida su compañera Ursula von der Leyen, que le despachó en apenas unos minutos con traductor y tirones de orejas por su lamentable crítica del pacto para las pensiones del gobierno, ignorando que ya contaba con el visto bueno de la UE. Esa actitud no gustó nada por allí.

Convendría que los nueve millones de jubilados de este país capten el aviso a navegantes que les lanzó quien pretende liderar el nuevo gobierno. Si el PP y Vox llegan al poder anularán ese acuerdo y volveremos de nuevo al famoso 0,25% de Rajoy. Que nadie se llame a engaño.

Para rematar la jugada, se les ocurrió la brillante idea de montar un bochornoso acto con la comunidad latina de Madrid, en la que la estrella a su pesar fue la telepredicadora evangelista Yadira Maestre, que inspira a Trump, Bolsonaro y los suyos.

La imagen de la triada pepera Díaz, Ayuso, Martínez Almeida y el propio Núñez Feijóo, bailando al son de quien afirma curar el cáncer con sus manos, es como para pasar a los anales de la torpeza patria. Como también un aturdido Borja Sémper, intentando justificar lo injustificable, sin creerse lo que estaba diciendo.

Parece que al nuevo gurú de la derecha, M. A. Rodríguez, se le ha ido de las manos su artilugio, lo que ha provocado un profundo malestar entre sectores importantes del PP y cabe suponer que también del obispado católico.

Para culminar la debacle, tanto Feijóo como su dirigente europeo Esteban González Pons, aprovecharon dicho acto para criticar a Pedro Sánchez por su presencia en la Cumbre Iberoamericana, según ellos al lado de dirigentes autócratas, reflejando su absoluta ignorancia. Por cierto, podían haber visto antes de hablar que justo a su lado se encontraba el rey Felipe VI.

De esa manera lo que comenzó a principio de mes con un debilitamiento de las izquierdas, acabó justo de la manera contraria.

¿Empate? Parece que todos los expertos indican que no, que el desgaste de las derechas, Vox y PP, ha sido mayor que el del gobierno de coalición, lo que les coloca en una posición ventajosa de cara a la carrera electoral a punto de iniciarse.

Pero sin dar tiempo a respirar en nuestro análisis, abril ha comenzado con una operación vital para poder reeditar con garantía el actual Gobierno; la presentación en sociedad de la plataforma Sumar de la vicepresidenta Yolanda Díaz.

Curiosamente, el Domingo de Ramos, el día que Jesucristo fue paseado por Jerusalén en burro aclamado por sus seguidores, antes de su semana de pasión que culminó con la crucifixión. Esperemos que en este caso no sea premonitorio.

Lamentablemente, ha surgido de nuevo el espíritu cainita tan propio de la izquierda. Así, lo que debiera haber sido un acontecimiento de relanzamiento y fortalecimiento de lo que existe a la izquierda del PSOE se ha ensombrecido por la cerrazón del grupo duro que en estos instantes controla férreamente Podemos.

Casi todo lo que existe en ese espacio ha estado este domingo en el Polideportivo Magariños, cuna del Estudiantes de baloncesto, justo donde jugó Pedro Sánchez. ¿Casualidad o cabriola del destino?

Más Madrid, Compromís; la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; Juantxo López de Uralde de Alianza Verde, IU, PCE, Equo, Chunta Aragonesista, UGT, CCOO, etc. Pero también una amplia representación de Podemos, sus líderes en Navarra y Galicia, el vicepresidente del Govern Balear, Yllanes, la vicepresidenta del Congreso, Gloria Elzo, o ministros como Garzón y Subirats.

Muchos, muchísimos, pero no todos. Faltaban precisamente quienes pueden hacerlo descarrilar, a Sumar, al gobierno de coalición y a las izquierdas en su conjunto.

Pablo Iglesias, desde su retiro dorado de Galapagar, acompañado de su guardia pretoriana, Montero y Belarra, con su posición de resistencia numantina estéril, ha desvirtuado lo que debiera haber sido una jornada de júbilo.

¿Por qué no han asistido y entorpecen su desarrollo? ¿Por celos políticos de un Iglesias que entiende le “hace sombra”?

Recordar que fue él quien señaló a Yolanda Díaz como su sucesora precisamente a dedo. Pero no esperaba su subida fulgurante hasta llegar a ser la ministra más valorada del Gobierno. Tampoco que no se deje manejar por sus caprichos.

La excusa de las primarias no es nada más que eso, excusa, sobre todo porque Díaz ha asegurado que se harán.

¿Por qué entonces? Quizás porque en su delirio ha dado por hecha la victoria del PP y ya se ve como líder de la oposición a esa derecha los próximos años.

Cortoplacismo se llama eso, insensatez de una izquierda como enfermedad infantil del comunismo como señalaba Lenin.

Pablo Iglesias, su mesianismo irresponsable, está dispuesto a sacrificar a las izquierdas, a un fructífero y eficaz gobierno de coalición, especialmente para los sectores más desfavorecidos de la sociedad, en una política de tierra quemada. “O yo, o el caos” parece clamar desde su chalet de nuevo rico.

Mientras en la otra orilla Feijóo y su PP más Vox se relamen de gusto, conscientes de que es precisamente él, Pablo Iglesias, quien puede llevarlos en volandas a la Moncloa.

Qué pena Pablo, qué daño estás haciendo.

Veremos.