¿Cuál es el precio de una ciudad esbelta, ruidosa y ajetreada, con los semáforos, los escaparates y la entera vida encendida? ¿Cuál el de una urbe muerta sin trajín ciudadano, sin una sola luminaria, sin una sola sonrisa encendida? ¿Merece la tan devaluada Bakhmut la vida de tanta heroica juventud? Las preguntas necesariamente se agolpan ante esas imágenes de la absoluta desolación. El inaplazable interrogante se yergue poderoso sobre las ruinas. ¿Se debe poner más heroísmo y generosa entrega para que ondee la bandera azul y amarilla sobre esa geografía infernal? ¿Puede encontrar razón de ser tamaño sufrimiento, destrucción y muerte?

Muchos jóvenes ucranianos marchan estos días a dejar su vida física en ese frente imposible. ¿Tienen sentido morir por unos metros cuadrados de urbe arrasada? Heroísmo siempre, entrega por los demás por supuesto, pero mediando una causa mayor, no un montón de escombros. ¿Hay superior razón para abortar tantas vidas en medio de esas ruinas, de esos barrios inmundos llenos de cascotes?

No más uñas de colores incrustadas en la caja del dolor. No más vidas físicas sacrificadas en el altar de una patria insaciable. No más viudas a destiempo, desgarro sobre los ataúdes de madera. No más derroche de heroísmo, futuros sellados bajo la enseña nacional… ¡Paz por territorios ya!

Su dolor es el nuestro, incluso cuando la caja está cubierta con la otra y hoy triste bandera del invasor. Todas las lágrimas son nuestras, por más que hayan brotado de otros ojos sólo aparentemente más ajenos. Saldrá más y más “carne de cañón” de las tinieblas y los presidios rusos y deberán acabar con todos ellos. Rusia siempre se distinguió por expedir “carne de cañón” en grandes cantidades, barata, sin medalla, trompeta, ni honor alguno. Los mercenarios Wagner no pierden el tiempo ni siquiera recogiendo a sus caídos en combate.

El 18% del territorio ucraniano aún hoy en manos rusas no merece esa sangría humana, esos paisajes de averno. Finlandia ya cedió tras la Guerra Mundial un 10% de su territorio a Rusia y ha podido mantener desde entonces una paz estable con su expansionista vecino. A un año del inicio de la invasión de Ucrania, se hace preciso explorar vías de negociación que pongan fin a esta cruel guerra que tantas víctimas se ha cobrado ya. El cese de las hostilidades y la búsqueda de la paz se hace cada día más necesario.

Ucrania ya ha triunfado en los más importantes terrenos de la ética y de la opinión pública internacional. “Paz por territorios”, puede ser una muy digna salida para Ucrania ante una situación tan comprometida, grave y lacerante. Ni uno ni otro lado tiene fuerza militar suficiente para alcanzar la victoria y ello implica una guerra larga con resultado incierto y un coste muy alto de vidas. Putin sacrificará toda la “carne de cañón” que sea necesaria para alcanzar sus magros objetivos y salvar su perversa piel.

Cada vez más analistas coinciden que es muy difícil acabar con el conflicto en el campo de batalla. De momento Rusia va a seguir echando mano del armamento convencional, ¿pero de qué no puede ser capaz Putin cuando este se le acabe? ¿Quién puede asegurar que este dirigente de tan escasa ética no esté dispuesto a inmolar a propios y ajenos con tal de no ceder?

Quizás debamos elevar la mirada por encima del terreno físico y la bandera que clavamos en él. En el futuro, el progreso de la conciencia y los valores universales ganarán el terreno que hoy es preciso ceder en el ámbito de la negociación. Ucrania ya ha vencido, ahora es preciso avanzar hacia la paz. Rusia está despertando poco a poco. Más en ello, más en el millón y medio de traidores que han dejado plantado a Putin y huido, más en las necesarias negociaciones nuestro augurio.

Para poner de nuevo en marcha el trajín, para encender las luminarias, las sonrisas y la esperanza en Bakhmut, no bastan los Leopards, los F16 y el rearme artillero del ejército ucraniano, hará falta también luz, taquígrafos, jarrones flores y una alargada mesa de la que no levantarse hasta alcanzar el ya imperativo acuerdo.

Patrono de la Fundación Ananta y cofundador del Foro Espiritual de Estella