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Tribuna abierta

Aniversario, negociación y escalada

El aniversario que hemos conmemorado del inicio, hace ya un año, de la guerra en Ucrania proporcionaba una buena oportunidad para hacer un primer balance provisional de los efectos que está teniendo este conflicto bélico. En primer lugar para la población ucraniana, que es la que ha sufrido durante todo este año, y sigue sufriendo, las peores consecuencias de la invasión de su territorio llevada a cabo por el Ejército ruso en cumplimiento de los planes decididos en el Kremlin. Y también hay que tener presente que los efectos que está teniendo esta guerra, y sobre todo los que previsiblemente va a tener en el futuro, sobrepasan ampliamente el ámbito territorial ucraniano para proyectarse fuera de él a otros espacios geopolíticos; muy especialmente el europeo, donde vamos a tener que afrontar los funestos efectos de esta guerra durante un periodo que, aunque no sea posible en este momento determinar su duración, puede avanzarse que va a ser duradero.

Aniversario, negociación y escalada

Si bien el aniversario brindaba la ocasión para poder hacer algunas reflexiones sobre los efectos de la guerra y, en este marco, abrir un nuevo escenario en el que pudiesen tener cabida las propuestas negociadoras, no puede decirse que la actitud mostrada por los principales protagonistas en torno a este aniversario haya servido para propiciar clima negociador alguno. Mas bien, hay que constatar que la tónica dominante en las intervenciones de los principales protagonistas de los actos que han tenido lugar con motivo del aniversario han ido en sentido contrario. A lo que hay que añadir las actitudes, en el mismo sentido, mostradas en los encuentros previos relacionados con la situación ucraniana: Conferencia de Seguridad de Munich (MSC, 17-19 febrero) y poco antes la cumbre de la UE, con presencia directa de Zelenski (Bruselas, 9 febrero) y también de la OTAN (Bruselas 15 febrero); todos ellos marcados por la situación en Ucrania cuando se cumple el primer año desde el inicio de la invasión.

A la vista de como se han desarrollado los actos que se han sucedido en torno a este aniversario, solo cabe decir que no solo no es posible detectar en ellos indicios de signo favorable a alguna forma de negociación sino que, por el contrario, lo que se ha podido observar es un fortalecimiento de las posiciones que abogan por intensificar la escalada en el conflicto. Son muy ilustrativas al respecto las actitudes exhibidas, aprovechando el aniversario, por quienes tienen la última palabra sobre el tema: por una parte, el Presidente de los EEUU, Biden, cuya presencia en Kiev (20 febrero) puede ser un gesto que concite el ardoroso aplauso de las propias huestes, como así ha ocurrido, pero que no solo no contribuye en nada a favorecer salidas negociadas al conflicto sino que, por el contrario, lo que hace es dificultarlas más. Y, por otra parte, el discurso de Putin (21 febrero) ante la Asamblea de los integrantes de las dos Cámaras –la Duma y el Consejo de Federación– para publicitar con pretensiones de solemnidad su decisión de proseguir la guerra de invasión en el territorio ucraniano.

El resultado inevitable de todo ello, cuando se ha cumplido el primer año desde el inicio de la confrontación bélica, no puede ser otro que el de alimentar una escalada cuya evolución no es fácil prever pero que, en cualquier caso, va a plantear más problemas, y más serios, de los que ya hay, que no son pocos. El primero de ellos, el de imposibilitar la apertura de un proceso de negociación realista, que no solo es una opción deseable en todo conflicto sino que es ineludible si se quieren buscar salidas viables; y que, además, finalmente acabará imponiéndose y habrá que recurrir, de una u otra forma, a ella. No es nada razonable adoptar posiciones cuyos efectos solo conducen a cerrar el paso a las opciones negociadoras y a abocarnos a una escalada bélica cuyos riesgos, una vez instalados en esa dinámica, pueden escapar al control de los propios instigadores de la escalada.

En este marco, resulta obligado hacer una referencia específica a las repercusiones que está teniendo esta guerra para Europa ya que, aunque solo sea por la ubicación geográfica, es a los europeos a quienes más nos afecta. En este sentido, llama la atención la escasa relevancia, por no decir la más completa irrelevancia, de la Unión Europea, que parece haber renunciado a tener voz e iniciativas propias para afrontar la grave crisis ucraniana. La UE no puede limitarse a secundar las posiciones de EE.UU. y la OTAN (que no es sino su instrumento militar en Europa), como está ocurriendo desde el inicio del conflicto, sin atreverse a plantear propuestas que, en primer lugar, contribuyan a detener la escalada bélica en la que estamos inmersos y que tiene todas las trazas de intensificarse como se ha puesto de manifiesto en las posiciones publicitadas en este aniversario; y simultáneamente, contribuyan a abrir vías de negociación para poner fin a una confrontación bélica que, hay que insistir en ello, a quienes más afecta (después de los propios ucranianos, como es lógico) es a todos los europeos.

No puede extrañar, ante el vacío generado por la renuncia europea a intervenir activamente con propuestas e iniciativas políticas propias, que sean fuerzas extraeuropeas –EE.UU. y la OTAN, además de Rusia como potencia invasora– las que ostenten el protagonismo en el escenario ucraniano. A lo que habría que añadir, al cronificarse el conflicto como está ocurriendo, la extensión de sus repercusiones a otras áreas geográficas más allá de la euroatlántica con la implicación de otras potencias –China ha hecho pública una propuesta sobre el tema, el G-20 en su reciente reunión en la India también se ha ocupado del tema– lo que añade complejidad a los problemas ya existentes al entrar en juego nuevos actores con intereses muy dispares. De todas formas, e independientemente de sus repercusiones internacionales, que no hay que soslayar, la tarea más urgente en este momento no es otra que conseguir un alto el fuego inmediato y efectivo que permita abrir un nuevo escenario de negociación entre las partes implicadas.

Hay que ser conscientes, en cualquier caso, de que no es posible abrir vía negociadora alguna si no solo no existen actitudes favorables para ello sino que las posiciones que prevalecen son las que apuestan por intensificar la escalada bélica. En la retórica que ha acompañado a este aniversario, el lenguaje utilizado ha sido el de las ofensivas y contraofensivas de primavera, la provisión de armamento, carros de combate, aviación y misiles de alcance variable; pero apenas se ha dicho ni una palabra sobre las bases o los puntos mínimos de una posible negociación entre las partes para poner fin a la guerra. Incluso se promocionan eslóganes como el que sostiene no se trata de conseguir la paz sino la victoria. Pretender zanjar este conflicto mediante una victoria militar, como se está sosteniendo con ardor guerrero en las declaraciones realizadas con motivo de este aniversario, es la mejor contribución que puede hacerse a la prolongación de una guerra que, en el mejor de los casos, solo puede proporcionarnos incertidumbre sobre su evolución.

El aniversario que acabamos de conmemorar, que bien podía haber servido para plantear propuestas tendentes a poner fin a esta guerra, no proporciona muchos motivos para el optimismo. Más bien todo lo contrario ya que solo ha servido para hacer una doble constatación: la primera, que no existe, al menos por parte de quienes tienen capacidad decisoria, voluntad ni predisposición algunas no ya para conseguir solucionar el conflicto de forma definitiva sino tan siquiera para acordar un alto el fuego que evite que siga habiendo víctimas humanas y destrucciones materiales. Y la segunda, que a juzgar por las manifestaciones realizadas con motivo de este aniversario por sus principales protagonistas, las posiciones dominantes son las que abogan por proseguir e intensificar la escalada bélica hasta conseguir la victoria militar sobre el enemigo. Una opción que además de aventurera, lo que siempre es peligroso en todo conflicto bélico, y dependiendo de como evolucionen las cosas, lo que en una dinámica bélica tiene difícil control, puede depararnos sorpresas imprevistas.

Profesor