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En esencia

Javier Armentia

Lo de Catar

Ya terminó ayer lo del Mundial, ese mogollón del que ha sido casi imposible abstraerse durante estas últimas semanas. Catar, esa dictadura machista, racista, homófoba, ladrona y corrupta, que hace las delicias de eurodiputados y empresarios, sobrecogedores de todo tipo, intermediarios y toda una corte de gentuza que consigue que tanta gente mire a otro lado cuando se trata de esconder las violaciones a los derechos humanos y los abusos a la población.

Mundial de fútbol: los responsables de esa mafia que controla el negocio que se basa en ese deporte, con completa y necesaria colaboración del concierto de naciones futboleras que tal permiten con alegría y desparpajo, tuvieron hasta la desfachatez de ponerse medallas de luchadores por los derechos y en la misma frase prohibir la libertad de expresión. Y tanta gente cordera y mansa a balar con niñatos y balones.

Ningún país protestó nada, ningún medio de comunicación puso una página en negro o un lazo con arcoíris o cualquier otro color para reivindicar nada, porque es fútbol. Ni con todo el escándalo con los mismos chorizos del Parlamento Europeo se atrevieron a descolgarse de ese carro del “deporte de masas”. Pero el abuso catarí va mucho más allá: el dinero ilícito que siguen obteniendo del petróleo les da para mamandurrias en todas las oficinas del poder y así se saben dueños de todo y con capacidad de controlar la narrativa del mundo para que incluso esa monarquía sátrapa de los Al Thani pase por modernizadora.

Van construyendo edificios que son una oda a la insostenibilidad ambiental usando mano de obra esclava de Nepal, India o Bangladesh, porque hay un mundo pobre del que pueden extraer mano de obra sin que ningún organismo internacional haya dicho nada. Estas cosas del neofeudalismo del capital nos van a matar antes de lo que piensan todos ustedes.