La historia de los salmones Kokanee en el Yukon se remonta 15.000 años atrás, cuando los hielos de la última etapa glacial se derritieron y posibilitaron la colonización del Yukon. El salmón Sockeye o salmón rojo penetró contracorriente para desovar en los arroyos de alta montaña, y morir. Y así comenzó el ciclo: Sus crías crecieron en estos arroyos, volvieron al mar y después de tres años engordando en el océano, regresaron al río en el que habían nacido para, en un último aliento, reproducirse, desovar y morir.

Los Kokanee son una evolución del salmón rojo. Aunque debido a las limitaciones del hábitat crecen significativamente menos que sus hermanos los Sockeye, por alguna razón, hace miles de años decidieron permanecer en agua dulce tras el desove y se adaptaron de forma natural a los sistemas fluviales y lacustres del Pacífico norte. Posteriormente, el ser humano los introdujo en lagos tierra adentro, desde Nevada hasta Colorado, y más allá. Los Numu introdujeron el salmón Cui ui en el extraordinario lago del desierto de Nevada que lleva su nombre, Cui ui Pah. Es el único lugar del planeta en el que habita. Pero no había salmones en Crater Lake, Oregón, antes de 1888.

La carrera anual de los Kokanee aguas arriba desde Tahoe hasta Taylor Creek es uno de los más admirables ritos del otoño de esta parte del Oeste. En sus últimos días de vida, los Kokanee han sufrido una tremenda metamorfosis; desarrollan una gran joroba y grandes mandíbulas en forma de gancho, con dientes de hasta un centímetro, y se muestran violentamente rojos mientras luchan contra la corriente guiados por el ineludible impulso biológico. Allí agotan su energía peleando, reproduciéndose y protegiendo sus huevos hasta morir para servir de abono al plancton y las larvas de las que se alimentarán sus crías en un magnífico espectáculo genéticamente preprogramado. Los siguen de cerca osos, coyotes y águilas, que se entregan a un festín fácil y abundante.

El salmón que desova en otoño se adecuó a la vida en un medio en el que los arroyos corren fuertes, con abundante agua. Y se han enfrentado con éxito durante milenios a un problema grave: los flujos de las corrientes de otoño son terriblemente volubles y las tormentas pueden castigar estas regatas con torrenteras que arrancan los huevos de la grava, eliminando toda una generación de salmones en cuestión de minutos. Pero hoy el reto es otro. Desde hace unos años, sólo las presas de alta montaña han podido mantener los caudales de agua necesarios para permitir el ascenso de los salmones.

Tal como ha anunciado la bióloga Sarah Muskopf, tras tres años de extrema sequía, Taylor Creek está fluyendo a 56-85 litros por segundo y muchas regatas se han secado, cerrando las rutas de desove de los Kokanee. Los responsables del servicio forestal están por tanto controlando los niveles del agua, ya que el flujo de corriente es uno de los desencadenantes naturales para que el Kokanee comience su migración corriente arriba. Liberado agua de Fallen Leaf Lake algo más tarde, durante los meses en los que hay reserva de agua suficiente, se abre la ruta de desove a partir de octubre ya que, en condiciones adversas, el salmón ha aprendido a retrasar el desove algunos meses.

Altas tasas de mortalidad

No obstante, los meteorólogos anticipan más años de sequía, con precipitaciones muy por debajo del promedio. Estas condiciones están generando altas tasas de mortalidad entre los salmones rojos que regresan al océano, ya que los bajos niveles de agua también impiden que culminen su descenso al mar. En cuestión de días, uno de los arroyos de Waglisla, en Heiltsuk Nation Territory, se ha secado, matando más de 65.000 salmones.

El ciclo de vida típico de los Chinook es de tres años, pero estos últimos años han necesitado sillas de ruedas para alcanzar el mar: Una flota de camiones cisterna del gobierno de California transportó 16,8 millones de salmones rojos de los arroyos de alta montaña hasta más allá del Golden Gate en 2021. Esto significa que un 20% de los salmones utilizó ruedas en lugar de aletas para viajar río abajo debido a la sequía. La única alternativa para mantener la población estable es criar millones de salmones en incubadoras río arriba. Una opción más barata, efectiva y sostenible.

El río Sacramento, ancho y rápido, es el único hábitat del mundo para una de las más preciadas variedades de salmón del Pacífico, el Chinook. Miles de salmones abandonan el gélido Pacífico en diciembre para comenzar una peregrinación de aproximadamente 325 millas río arriba hacia aguas que, durante milenios, se han enfriado por el derretimiento de la nieve y el hielo de la Sierra. Entre 2003 y 2020, la tasa de mortalidad entre los salmones antes de desovar era del 1.3%, pero en 2022 la capa de nieve no alcanzó ni la mitad de su promedio anual y, de los aproximadamente 16.000 Chinook que emprendieron su viaje de primavera desde el Golden Gate hasta el valle de San Joaquín en California, han muerto unos 14.500, casi todos antes de desovar. Y muchos más morirán en las próximas semanas. Según Arnold Ammann, en un año con más precipitaciones, hasta el 25% de los salmones llega al océano. En 2020 y 2021, tan sólo sobrevivió entre un 2% y 3% y en 2022 se calcula que terminará el viaje solo el 4% de los 500.000 salmones que lo han intentado.

En el otoño del Yukon se podían contar hasta 1,8 millones de salmones llegados del mar de Bering. En 2022 se esperan menos de 300.000.

Aumento de la temperatura

El aumento de la temperatura del medio ambiente y menos precipitaciones han elevado la temperatura del agua en la mayoría de los ríos, arroyos y lagos de California, lo cual está perjudicado a los huevos de salmón. Según un estudio de los biólogos de la nación Yurok en Oregón, el 70% de las crías de Chinook han muerto, algo extremadamente anormal. La causa, el patógeno C-Shasta, que se reproduce en niveles bajos de agua tibia o caldosa.

A mediados de mayo, el 98% de los salmones examinados estaban infectados. Por otro lado, la elevación de la temperatura media de los arroyos motiva que los peces naden más despacio, convirtiéndolos en presas fáciles. Los bajos niveles de agua y, en consecuencia, aguas más claras, también facilitan la actividad de los depredadores.

Por algo extraordinario está sucediendo. Enfrentados a estos desafíos, los Kokanee han aprendido a adaptarse. El mismo salmón que se separó de sus hermanos los Sockeye cuando se quedaron sin salida al mar hace milenios está ahora rastreando nuevas fuentes de alimento y explorando nuevas estrategias reproductivas. Por lo general, el Kokanee se alimenta de zooplancton a una profundidad de nueve a treinta metros, pero esta primavera se están alimentando en la superficie, atrapando incluso insectos terrestres.

La misma adaptabilidad está demostrando en el capítulo final de su ciclo vital: a falta de arroyos por los que ascender, ha aprendido a buscar otros afluentes o a desovar en las orillas de los lagos. También ha aprendido a extender la época de desove desde octubre hasta febrero, que es cuando más abundancia de agua hay en los arroyos. Inteligencia y supervivencia son cualidades imposibles sin el don de la flexibilidad.

Los salmones se están adaptando al cambio que nosotros los seres humanos hemos ayudado a generar y que incluso nos negamos a aceptar. Deberíamos aprender de los salmones –o de Heráclito–, y aspirar a cambiar constantemente.