años lleva la derecha española intentando desalojar al Gobierno de Pedro Sánchez con el casi exclusivo argumento de las malas compañías. No hay pleno, ni discurso, ni debate sin que echen mano del improperio: los que sostienen este Gobierno son los que quieren romper España, los separatistas, los filoetarras, los comunistas… Y así va España como va, o sea, el peor Gobierno de la historia en el que gobiernan la ETA, los rompepatrias, los marxistas y los homosexuales. La reiteración hasta la náusea de este argumento y su expansión en medios de comunicación y en redes sociales pretende ejercer de martillo pilón sobre la estabilidad del Gobierno, como en su día fue el “Váyase, señor González” de Aznar.

Fuego amigo

De la falta de imaginación y la cazurrería de la derecha española no puede esperarse ninguna rectificación a este piñón fijo. Pero lo alarmante es la irrupción reiterada de algunos ilustres personajes del PSOE dedicados a enmendar al Gobierno de su propio partido desde sus poltronas de puertas giratorias, desde su arrogante condición de jarrones chinos o desde sus cómodas satrapías autonómicas. Mal, muy mal vamos, presidente Pedro Sánchez, si a nuestros votos se unen los votos de los indeseables. Por esta senda de razonamiento han ido los Felipe González, Alfonso Guerra, Joaquín Leguina y otras viejas glorias que se creen con derecho a pontificar.

Esta vez ha sido el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, el que ha disparado contra Sánchez el fuego amigo: “Si sigue con las mismas compañías, va a haber un castigo para el PSOE en las próximas elecciones”. La misma apelación a las malas compañías de la que no sale la derecha desde que perdió el poder. Fuego amigo del socialista manchego, que se une al fuego amigo graneado que desde hace tiempo le sacude a Sánchez desde otras baronías como Aragón o Extremadura.

Uno siempre había creído que la aspiración de todo partido político es llegar al poder para desde él intentar aplicar sus principios ideológicos a la gobernanza del país. Para ello, para lograr el poder, en democracia no se conoce otro camino que sumar mayorías. Y si a un partido no le alcanza con sus escaños es lógico que busque acuerdos con otros para lograrlo. Y si me apuran, es más democrático, más afín a la realidad diversa de un país, un Gobierno que represente a la mayor parte de la ciudadanía que, necesariamente, es heterogénea.

Siendo esto así, es incoherente esta embestida del fuego amigo que no sólo agrede al gobernante sino que coincide con la estrategia empecinada del adversario. Deberían entender estos francotiradores con carné que las malas compañías que abominan le están salvando el culo a su partido para que desde el Gobierno puedan aplicarse políticas progresistas y para cerrar el paso como cortafuegos a una alternancia regresiva que amenaza desde la derecha extrema y la extrema derecha. Esas malas compañías son las que apoyando al Gobierno les están dando cuartelillo para mantenerles el puesto y el sueldo.

La reiteración de este fuego amigo, el empeño en que Pedro Sánchez renuncie a los apoyos que le mantienen a sabiendas de que sin esas malas compañías no le sería posible sostenerse, sólo tiene dos explicaciones: o se trata de una revancha de los que perdieron las primarias en el PSOE en 2017, o lo que pretenden es esa gran coalición PSOE-PP que les permita seguir chupando del bote sin sobresaltos.