Entre las mil clasificaciones de personas que se pueden hacer está la de las que escuchan y las que no. Te das cuenta enseguida cuando hablas con alguien. Hay quien escucha lo que le cuentas y hay quien aprovecha el tiempo en el que hablas para pensar en lo que va a decirte cuando llegue su turno. Y la elección de una u otra actitud, además de decir casi todo sobre esa persona, marca profundamente nuestras relaciones.

En este tiempo en el que nos ha tocado vivir, con más altavoces que nunca para hacernos oír, parece que todo el mundo habla, pero casi nadie quiere escuchar. Tenemos mil canales para mostrarnos, pero ¿realmente hay alguien al otro lado? Es como si nos persiguiera un mantra: No escuches, cuidado, no vaya a ser que te hagan cambiar de opinión, tus santas convicciones, que tanto tiempo te ha costado construir. Como el mantra del mal periodismo: que la realidad no te estropee un buen titular.

La manera en la que nos asomamos a la realidad en estos tiempos refuerza esta actitud de sordera. Cada vez más buscamos en las redes perfiles que coincidan con nuestra manera de pensar, leemos artículos de las personas con las que estamos de acuerdo… Buscamos ante todo reforzar nuestras opiniones y para eso necesitamos no escuchar a quien piensa diferente, no vaya a ser que se abran grietas en nuestras seguridades.

Esto se refleja en todo: en lo que consumimos culturalmente, con cada vez más ficciones que funcionan de anestésico y evitan crearnos nuevas preguntas; o también en la política. Cuando se habla de desafección política, creo que uno de los ingredientes que la fomenta es la imagen que en demasiadas ocasiones se traslada en los debates políticos de nula escucha, como si eso los hiciera más fuertes. Cuando, al contrario, creo que reconocer alguna razón en quien piensa diferente o defiende un proyecto distinto computa positivamente en la imagen de las y los representantes políticos. Porque nos hace pensar que escuchan. Y escuchar, en la política y en la vida, no solo es absolutamente necesario, sino que nos hace más creíbles.