La frase no es mía, por mucho que pueda estar de acuerdo con ella. La ha pronunciado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, como cierre a su tercer discurso del estado de la Unión en la Eurocámara de Estrasburgo. Lo han pedido los ciudadanos que participaron en la Conferencia sobre el futuro de Europa, lo ratificó el Parlamento Europeo por clara mayoría y, ahora, la jefa del Ejecutivo europeo también se pronuncia rotundamente a favor de abrir el proceso de Convención que concluya en la reforma de los Tratados de la UE. Pero la última palabra la tienen los Estados miembro, los jefes de gobierno de los 27, entre los que no hay ni unanimidad al respecto, ni mucho menos un mínimo consenso para cambiar las reglas del juego del club europeo. Desde que se aprobara el Tratado de Lisboa, el vigente actual, en diciembre de 2009, mucho ha llovido en el continente. La crisis del euro, la de los refugiados del conflicto sirio, el Brexit, la pandemia y la guerra de Ucrania, son acontecimientos que han obligado a la UE a tomar medidas con otro ritmo y necesidades que en el pasado.

Así funciona la convención

La Convención europea es un órgano, no permanente, previsto por los Tratados de la UE para conducir sus procesos de reforma. Está compuesta por representantes del Parlamento Europeo y de los parlamentos nacionales de los Estados miembro, de la Comisión Europea y de los gobiernos nacionales y dirigida en sus trabajos por un Presídium, a cuya cabeza se encuentra un presidente de la Convención. La Convención debe ser convocada por el presidente del Consejo Europeo cuando esta institución adopte una decisión favorable a una revisión constitucional de los Tratados, previa propuesta del Parlamento Europeo, de la Comisión o de uno o varios Estados miembro y notificándose la misma a los parlamentos nacionales. No obstante, el Consejo Europeo podrá decidir por mayoría simple, y con la aprobación del Parlamento Europeo, no convocar una Convención si la importancia de las modificaciones previstas no justificara su llamamiento. La Convención, de llegar a constituirse, lo hará con el mandato de redactar un proyecto de reforma constitucional, ajustado en lo posible al contenido propuesto en un principio al Consejo Europeo.

Convenciones de suerte dispar

Terminados sus trabajos, el presidente de la Convención entregará al presidente del Consejo Europeo un proyecto adoptado por consenso. Si no pudiese alcanzarse, no sobre cada punto sino sobre el conjunto del texto en el seno de la Convención, bastará la mayoría simple. A continuación, el presidente del Consejo Europeo convocará una conferencia intergubernamental compuesta por representantes de los gobiernos de los Estados miembro, con el fin de depurar y consensuar todos los puntos de la reforma, que será finalmente sometida en bloque al Consejo Europeo, que deberá aprobarla por unanimidad. La reforma, sin embargo, no entrará en vigor hasta haber sido adoptada por todos los Estados de la Unión. Hasta el momento se han celebrado sólo dos convenciones europeas, con suerte muy dispar. La primera, entre 1999 y 2000, redactó la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. La segunda, la Convención para el Futuro de Europa convocada por el Consejo Europeo de Laeken de 2001, concluyó en 2003 con la aprobación del primer proyecto de Constitución Europea, que sin embargo nunca vio la luz por los referendos negativos de Francia y Holanda.

En estos momentos, en el seno del Consejo Europeo no existe consenso, ni sobre la necesidad de la Convención, ni sobre las materias a reformar. A la vista de las conclusiones de la Conferencia sobre el Futuro de Europa, los Estados pequeños, junto a los clásicos defensores del derecho de veto, Polonia y Hungría, se apresuraron a manifestar su rechazo a la reforma de los Tratados. En el bando contrario, Alemania y Francia son los principales defensores de quitar el derecho de veto, sobre todo, en materias de política exterior. El canciller Scholz pronunció recientemente una conferencia en Praga en la que abogaba por una amplia reforma de la UE. Macron, por su parte, ha lanzado su idea de la Confederación Europea, como una comunidad política extendida a Estados que actualmente no son miembros de la UE. En Italia están a la espera de las elecciones. España, de momento, no sabe o no contesta. En todo caso, el paso dado por Von der Leyen sitúa la decisión en el tejado de los jefes de Gobierno.