Síguenos en redes sociales:

Con la venia

Pude ser yo, ¿y qué pasa?

Pude ser yo, ¿y qué pasa?

ientras ha estado en vigor su procesamiento por delitos de lesa humanidad, Rodolfo Martín Villa ha permanecido en un silencio asustado, sin apenas hacer declaraciones que pudieran estimular a la jueza María Servini para acelerar el juicio. Ahora, cuando la Justicia argentina ha acordado revocar el procesamiento, al ex gerifalte franquista se le ha soltado la lengua y en un desayuno informativo dijo que vale, que "pudo ser responsable político y penal" de los homicidios y torturas cometidos en los años 70. Más chulo todavía, añadió que "pudo ser incluso autor material" de aquellos crímenes, pero que no existió un plan sistemático, deliberado y generalizado" para eliminar a los contrarios políticos. O sea, que le tiene sin cuidado lo que la jueza Servini le atribuya.

Quizá sea necesario, primero, detallar el currículum específicamente franquista del personaje. Afiliado a Falange Española y de las JONS (1962-1977), Jefe Nacional del SEU, sindicato falangista de estudiantes, (1962-1964); procurador en las Cortes franquistas (1964-1977); ministro de Relaciones Sindicales (1975-1976 y ministro del Interior (1976-1079). Ya en democracia, fue senador por designación real (1977-1979), ministro de Administración Territorial (1980-1981, vicepresidente primero /1981-1982) y diputado por León (1989-1997). Datos, todos ellos, tomados de Wikipedia, enciclopedia libre que le atribuye curiosamente el apodo de La Porra de la Transición. Tras este carrerón político, se sumó a las puertas giratorias como alto cargo de Endesa.

Este es el hombre que ahora fanfarronea dejando en el aire si tuvo o no tuvo que ver en los crímenes de lesa humanidad que investiga la jueza Servini, quien le imputa responsabilidades en episodios tan siniestros como los asesinatos del 3 de marzo en Gasteiz, los sanfermines del 78 o la matanza de los abogados de la calle Atocha en Madrid. Martín Villa, que ahora deja provocador en el aire si tuvo o no que ver en aquellas atrocidades, saldrá de rositas como salió el policía torturador Billy el Niño, gracias al ataque de amnesia colectiva provocado por el ruido de sables y las prisas por ejercer la política que llamaron Transición.

Ha transcurrido mucho tiempo, pero los delitos de lesa humanidad no prescriben y Martín Villa debería haber sido sometido a juicio. No obstante, y en base a ese evanescente espíritu de la Transición aunque hoy día no se oye ningún ruido de sables, es necesario tomar nota de quienes desde la primera hora y desde la altura suprema de sus cargos políticos decidieron correr un tupido velo sobre los atropellos cometidos en la dictadura y por la dictadura. Esa actitud desmemoriada y pusilánime ha sido conducta habitual de todos los gobiernos -PSOE y PP- y de sus más altos representantes políticos en los últimos 45 años. Como si nada hubiera ocurrido y viva la Constitución. Pero aún más decepcionante es el contenido de las cartas enviadas el 1 de septiembre de 2020 a la jueza María Servini por insignes representantes de la clase obrera como el sempiterno dirigente de UGT Nicolás Redondo, el ex secretario general del mismo sindicato Cándido Méndez y los ex secretarios de CCOO Antonio Gutiérrez y José María Fidalgo en las que ensalzaban el papel de Martín Villa como "constructor de la paz y la democracia en España". Por supuesto, puede alardear de sus hazañas y no arrepentirse de ellas porque se sabe impune, porque sobre su impunidad y la de muchos otros notables del franquismo se ha construido la actual democracia española.