amina la semana entre las puñaladas traperas y la sutileza. Hay gotas de sangre en la derecha y apaños de urgencia en la izquierda. El PP busca desesperadamente el adelanto electoral en Andalucía como palanca de proyección de Pablo Casado hacia La Moncloa usando todas las tretas impúdicas del navajeo político. El PSOE, en cambio, distrae la atención del respetable, en compañía de su socio, con una estrafalaria propuesta de revisión de la Ley de Amnistía que permite a los tertulianos olvidar durante varias horas la creciente oleada de protestas sociales, el precio de la luz, la retranca de la reforma laboral y las pensiones, o el fantasma de la sexta ola del virus. En el caso del independentismo catalán, cada vez más diluido por desesperante, lo suyo sigue atascado en el bucle del inmovilismo.
El depredador de Ciudadanos Fran Hervías espejea sus desvergüenzas en las sonrisas vengativas de Teodoro García Egea. Se han propuesto uno y otro laminar sin recato y por entregas al desahuciado partido de Arrimadas y les va bien la montería mientras el líder del PP mira encantado para otro lado. La mano derecha de Albert Rivera acaba de batir una pieza de caza mayor. Le ha valido una procaz emboscada para desnudar sin demasiado esfuerzo la catadura moral del deslenguado Juan Marín y así explosionar el zambombazo más ansiado por Génova en su hoja de ruta: hay que ir a elecciones anticipadas en Andalucía. Y puede ocurrir.
La reducida cohorte de palmeros de Casado desoye el pernicioso efecto de su interminable enfrentamiento con Ayuso. Incluso minimiza los tropiezos de su líder cuando habla de la energía solar sin saber. Como mucho, encaja encorajinada la enrabietada descarga de improperios de la vanidosa marquesa Álvarez de Toledo contra todo un secretario general del partido al que sigue perteneciendo para evitar caer en la vulgaridad. En la dirección del PP solo viven para conseguir que ese verso suelto llamado Juanma Moreno Bonilla acepte de una vez su reiterada plegaria de que convoque elecciones el 28 de febrero de 2022 en Andalucía. Y puede ocurrir.
En ese caso, el árbol se agitaría en un año que supuestamente parecía abocado a propiciar una necesaria recuperación económica acompasada por una tregua electoral.
Casado sueña con esa victoria histórica del PP que cercene las esperanzas de rehabilitación del postsusanismo y, de paso, apriete la soga en el cuello de Sánchez. Lo puede hacer para desesperación de una izquierda en plena travesía del desierto y, en cambio, alborozo de Vox, que se vería cada vez más necesario en una plaza tan propicia para su discurso. A partir de ahí, la pretensión del Gobierno de coalición de agotar la legislatura se convertiría en un insoportable campo de batalla en el Congreso, absolutamente minado por el diálogo de sordos, los reproches y el permanente riesgo de desestabilización. Y puede ocurrir.
El PSOE siente que algo se mueve. De momento lanza a los cuatro vientos la proclama oficial de que los signos de la recuperación están ahí, de que sigue creciendo el empleo y las afiliaciones, que los fondos europeos van a recrear un nuevo modelo industrial y que la derecha solo pone palos a la rueda. Pero sabe que empiezan a sucederse las primeras protestas laborales, que el laberinto eléctrico sigue sin encontrar el camino de salida para desgracia de demasiados contribuyentes, que los retrasos en el ingreso mínimo vital son incontables y que empieza a asustar la imparable escalada de precios y materias primas. Quizá para distraer la atención no haya hallado mejor argumento disuasorio que llevar el debate sobre la Ley de Amnistía de 1977 a la negociación de los Presupuestos. Puntualmente lo ha conseguido para algarabía de los debates jurídicos y políticos sobre una materia tan procelosa que alienta en su propósito esperanzas en favor de la sincera y tardía reparación, pero que puede convertirse en un desolador fiasco por su inviabilidad y falta de coraje político. Y puede ocurrir.
Fue ERC quien abrió la espita de este debate sobre la justa liquidación de cuentas con el franquismo mientras se negociaban las Cuentas y el PSOE aceptó el envite para que su socio no se enrabietara. Pudiera ser un cortafuegos que los republicanos necesitan para desviar la atención del polvorín que amenaza el futuro del Govern de Aragonés y del propio proceso independentista. Quizá estemos asistiendo a un golpe de timón en la política catalana. Y puede ocurrir.