iezaños del anuncio de fin de la violencia por parte de ETA. Diez años sin que se haya conseguido sacar a ETA de nuestras vidas, unos utilizándola como arma arrojadiza para recuperar el poder, otros para proceder como si no hubiera existido. Los primeros para aprovecharse de su finiquitada perversidad, los segundos para distanciarse sin renegar de ella. La casualidad, o la inoportunidad, o la intencionada filtración mediática, enturbió de pleno el pronunciamiento que horas antes manifestaron en la escalinata del palacio de Aiete Arnaldo Otegi y Arkaitz Rodriguez.
La declaración de los líderes de EH Bildu y de Sortu llegó calculadamente hasta donde podía llegar. Su contenido tiene sin duda un fondo positivo por lo que dice. Está bien, muy bien, dirigirse específicamente a las víctimas de ETA sin necesidad de justificar su existencia con la existencia de otras víctimas y otras violencias. Está bien, está muy bien dirigirse a las víctimas de ETA y decirles que su dolor "nunca debió haberse producido" y expresar "dolor" y "pesar" por ese sufrimiento. Está bien, aunque esta declaración no aporte gran novedad con respecto a comunicados que de modo prácticamente literal dijeron lo mismo en el pasado, ya fuera por parte de la propia ETA o por parte de la izquierda abertzale. Está muy bien que se repitan palabras cálidas como estas, porque indican una voluntad de expresar empatía y acercamiento a la sensibilidad de las víctimas. Por lo demás, añádase la liturgia y solemnidad del escenario, muy al estilo de ese sector político.
Importante el discurso de los máximos dirigentes de Sortu y EH Bildu, que sin duda habrá contado con el disgusto de las bases más críticas, que las hay, que no admiten revisionismos ni reproches a la que fue "la vanguardia", aunque en realidad ni se la nombró. Y quizá en eso se basaron las críticas, en lo que ni Arnaldo ni Arkaitz nombraran, ETA, Euskadi Ta Askatasuna, organización político militar a la que ni mencionaron, ni descalificaron, ni valoraron desde un punto de vista ético y político con una estrategia que produjo 853 víctimas mortales hasta hace tan solo diez años.
Como equiparación, imaginemos que alguien como Rafael Vera -o el propio Felipe González- hiciera una declaración sobre las víctimas de la violencia policial, limitándose a lamentarse: "Queremos trasladarles nuestro pesar y dolor por el sufrimiento padecido. Sentimos su dolor y desde ese sentimiento sincero afirmamos que el mismo nunca debió haberse producido"... todo ello sin nombrar a los GAL. Imaginemos la reacción de las víctimas del terrorismo de Estado. No habría sido de recibo. El problema no es lo que en la declaración se dice, sino lo que se ha dejado de decir.
Diez años ya desde que ETA abandonó su actividad, diez años que la sociedad vasca intenta olvidar esa pesadilla y recuperar la convivencia, y ahora resulta que unos, la derecha española y la derecha de esa derecha la nombran todos los días, la resucitan y la empuñan como referencia para arremeter contra el adversario político. Diez años ya intentando apartar a ETA de su presente político reiterando que no hay que insistir en el pasado, y ahora resulta que el más eminente líder de la izquierda abertzale dice aquello de "tenemos a doscientos dentro, y esos doscientos tienen que salir de la cárcel". ¿Tenemos?