l Madrid económico agita el campanario. Adiós al cordón umbilical del buen rollo de los guiños de diálogo con el Gobierno. Sobre todo, con Yolanda Díaz, a quien le venían rindiendo pleitesía como alternativa a Pablo Iglesias. En la CEOE ya han soltado amarras. Y el Círculo de Empresarios nunca cruzó la raya. Ocurre que las previsiones más inmediatas hielan las esperanzas de recuperación que tenía el mundo del dinero. La sacudida eléctrica augura escenarios inimaginables por el fundado alcance de su capacidad desestabilizadora. Se lleva por delante el IPC y las expectativas de crecimiento a corto plazo. A este Gobierno desafiante le da igual porque vive en su propia realidad y ni siquiera va a modificar un ápice las previsiones de sus Presupuestos. Como vive pendiente de la calle, ha disfrazado ideológicamente tan adversa situación mediante una calculada revancha contra el pool energético. El culpable de los siete males. Por eso, ante tan inestable panorama, el inversor empieza a darse la vuelta. Nunca Iberdrola, y sobre todo su presidente, han estado más en la diana del dardo, Villarejo aparte. Mientras, el juez Llarena sale a la captura de Puigdemont y el PP se busca a sí mismo en una hilarante convención hipotecada por el desafío de la ausente Ayuso al Papa.
Hay muy mal rollo en La Moncloa con las eléctricas. Son la auténtica bicha del Gobierno. Representan la disculpa perfecta contra la manifiesta incapacidad para contener las escalofriantes subidas del precio de la luz. Paradójicamente, este clima de enfrentamiento era inimaginable cuando unos y otros reían felices antes del verano con el maná de los fondos europeos, la apuesta decidida por las renovables y el liderazgo de España en la descarbonización de Europa. Ahora, las vicepresidentas Ribera y Díaz -sobre todo, esta- no reparan en gastos para afear los jugosos pelotazos del sector, atornillar sus beneficios con un plan draconiano de recortes y sin olvidarse de los cuantiosos beneficios de sus accionistas de referencia. Una cruzada que tendrá su estación término en los tribunales.
Con el empresariado beligerante, el IPC desbocado, desinfladas las opciones de un risueño crecimiento y Unidas Podemos agitando sin respuesta el árbol de las exigencias, la ministra de Hacienda proclama sin recato a los cuatro vientos que habrá Presupuestos antes del 31 de diciembre, por supuesto de este año. Ni siquiera contempla una enmienda a la totalidad. Y es posible que se salga con la suya. Montero sabe que en el bloque del diálogo -adscripción acuñada por Félix Bolaños, cada día más cañero- nadie quiere dar una brizna de esperanza al batallón del conflicto permanente, léase la derecha. Por eso no hay nervios en el Gobierno. Se intuye un precio asumible aunque, de momento, solo hay el ruido habitual de estos prolegómenos para tensar la cuerda. Como mucho, el PSOE se vería obligado a ningunear a la comisión de expertos de la reforma fiscal cediendo ante Unidas Podemos con el 15% de Sociedades, además de una promesa firme sobre la Ley del Alquiler. En paralelo, la negociación con ERC, que es una cuestión propia de generales. En ese botín negociador entrará de todo.
Para entonces ya se conocerá la suerte judicial de Puigdemont. Supondrá el siguiente capítulo de esta cruzada particular de Llarena, empeñado en embarrar el debate político con un rescate escénico del excéntrico expresident que, de rebote, ha avinagrado el discurso radical de Junts, cada día más tirado al monte, sobre todo cuando habla en el Congreso. Queda el consuelo, no obstante, de que hasta 2025 la mayoría independentista no se compromete a promover un referéndum en Catalunya. Supuestamente, un periodo de teórica tranquilidad para que Pere Aragonès pueda tejer un mínimo plan de gobierno.
El líder del PP, en cambio, para sí lo quisiera. No tiene un día de tregua en la búsqueda desesperada de su consolidación como alternativa de poder. Pedro Sánchez le zarandea siempre en las urnas y Ayuso le eclipsa cada día más dentro de su propia casa. Incluso, hasta cuando no está. Ha bastado que la presidenta madrileña rete al Papa sin conocimiento sobre el indigenismo en México, como le reconviene sin miramientos la Conferencia Episcopal, para que la Convención del PP solo tenga ojos para ella y hasta obligue al propio Aznar a subirse a su carro. Por si fuera poco, en la otra punta del país, hasta Rajoy avergonzaba a su sucesor por la numantina resistencia a inmovilizar el Poder Judicial. También a Casado se le pone feo su futuro.