“Qué color de pelo te favorece según tu signo”, “el destino ideal de tus vacaciones según el zodiaco”… Basta con abrir Instagram, TikTok o Twitter para encontrarse con mensajes que prometen descifrar nuestra personalidad a partir de la fecha de nacimiento. La astrología, lejos de ser una moda pasajera, parece haberse instalado en el día a día de una generación que busca todas las respuestas en el cielo. Pero ¿qué hay de cierto en todo esto? ¿De dónde viene realmente la idea de que los astros determinan todo nuestro destino?

Para entenderlo, conviene empezar por una aclaración básica que, sin embargo, muchos confunden: astronomía y astrología no son lo mismo. “Son dos palabras parecidas, y es normal que se mezclen”, explica Javier Armentia, astrofísico y exdirector del Planetario de Pamplona. “La astronomía es una ciencia, el estudio del Universo y de todo lo que está más allá de la Tierra. La astrología, en cambio, es un arte adivinatorio: usa los astros para intentar predecir cómo son las personas o qué les va a ocurrir”.

Del calendario de los dioses al horóscopo 

El origen de la astrología es antiguo, tanto como la necesidad humana de entender el cielo. “Todas las culturas han mirado hacia arriba. El cielo servía como reloj y calendario: marcaba las estaciones, las cosechas o los momentos de navegación”, recuerda Armentia. Esa observación práctica fue adquiriendo un matiz simbólico: “El cielo no cambia, es eterno. Y de ahí surgió la idea de que era el dominio de los dioses”.

En la antigua Babilonia, hace más de 2.000 años, los astrólogos eran sacerdotes ligados al poder político. “Eran los encargados de interpretar los signos celestes para los reyes y sus reinos”, explica el astrofísico. Más tarde, en la Grecia del siglo IV a.C., la astrología se democratiza: cualquiera que pagara podía tener su propio horóscopo. Así nació el negocio tal y como lo conocemos hoy.

No todos, sin embargo, se lo creyeron. Ya en esa época hubo voces críticas. “Filósofos como Carneades decían que no podía ser verdad. Si dos personas nacen en el mismo palacio, una hijo del rey y otra del cocinero, con el mismo cielo, ¿por qué tienen destinos tan distintos?”, recuerda Armentia. La astrología no podía responder a eso.

Ciencia y superstición: una ruptura definitiva

Durante siglos, astronomía y astrología compartieron territorio. “Incluso Galileo o Kepler hacían horóscopos, porque era una forma de ganarse la vida”, cuenta Armentia. Pero ellos sabían que aquello no era ciencia. En cuanto la observación astronómica empezó a avanzar en el siglo XVII, las dos ramas se separaron por completo.

“Son frases tan generales que valen para el 90% de la gente”

La eterna necesidad de creer

El avance científico terminó de desmontar la idea de que el cielo pudiera influir en nuestras vidas. Cuando se descubrieron nuevos planetas, como Urano o Neptuno, ningún astrólogo había dicho antes que faltaba algo en el cielo. Pero en cuanto se descubrieron, los incorporaron a sus horóscopos. Es decir, la astrología se adapta a lo que la ciencia descubre, pero nunca al revés.

Composición de las constelaciones Pexels

A lo largo de los años, los estudios que han intentado comprobar sus afirmaciones han sido concluyentes. “Cuando se ha probado si las parejas se forman más entre signos compatibles o si los nacimientos tienen relación con la luna, el resultado siempre ha sido el mismo: no hay ninguna conexión”, afirma. 

¿Por qué entonces seguimos leyendo el horóscopo? Armentia lo tiene claro: “Porque nos gusta que hablen de nosotros. Cuando alguien te dice que eres sensible pero fuerte, o que a veces dudas pero al final tomas buenas decisiones, sientes que te entiende. Son frases tan generales que valen para el 90% de la gente, pero cuando te las dicen a ti, parecen personales”.

De los astros a la inteligencia artificial

La astrología, en ese sentido, ofrece algo más emocional que racional. Nos da una explicación sencilla y externa de por qué somos como somos o por qué nos pasan ciertas cosas. Y eso es muy tentador en una sociedad que busca certezas rápidas y respuestas inmediatas.

El auge de las redes sociales y las aplicaciones móviles ha multiplicado su alcance. Basta con introducir una fecha y un lugar de nacimiento para obtener una carta natal personalizada. Es lo mismo de siempre, pero envuelto en el lenguaje digital. “El algoritmo de las redes te da contenido que parece hecho para ti, y la astrología encaja perfectamente en ese formato. Es el mismo mecanismo que hace que los bulos se propaguen: ves algo que te gusta y lo compartes sin preguntarte si es cierto”.

El auge de las redes sociales y las aplicaciones ha multiplicado su alcance

Paradójicamente, Armentia ve cierto paralelismo entre el éxito del horóscopo y la moda actual de consultar a la inteligencia artificial para todo. “Hoy la gente pide consejo a ChatGPT o a otras herramientas, igual que antes consultaba el horóscopo”, dice entre risas. En el fondo, ambos cumplen la misma función: ofrecer respuestas sencillas a preguntas complejas. Y la vida, claro, no es tan sencilla.

Entre la diversión y la advertencia

Para el astrofísico, la astrología funciona como un “chicle psicológico”: algo que se estira y se adapta a cada persona, pero que no nutre realmente. “Los estudios, los datos, todo lo que sabemos de cómo funciona el universo, muestran que no hay ninguna relación entre los astros y nuestra vida. Pero la gente se lo sigue creyendo porque necesita creerlo”.

Armentia no pretende ridiculizar a quienes leen su horóscopo. De hecho, recuerda un manifiesto que firmaron en 1975 más de 150 científicos -entre ellos 18 premios Nobel- titulado Objeciones a la astrología, y que en España se volvió a publicar en los años ochenta. “Decíamos que, si alguien quiere leer el horóscopo como una diversión, no pasa nada. El problema es cuando se confunde con la realidad”.

Por eso, su mensaje final es claro: “Si te gusta leerlo, hazlo. Pero no pienses que el mundo funciona así. Lo que sabemos del Universo, de la física, de la psicología humana, demuestra que no vale para nada. Y, aun así, ahí sigue, porque el deseo de creer es más fuerte que la evidencia”.

Quizá ese sea, en el fondo, el verdadero poder del horóscopo: no el de predecir el futuro, sino el de recordarnos que seguimos buscando sentido en las estrellas, incluso cuando la ciencia ya nos ha explicado lo que son.