Que los actos tienen consecuencias es una verdad irrefutable. Cada acción y cada decisión nos encaminan en un sentido u otro, y precisamente para simbolizar las repercusiones de las decisiones que tomamos como especie surgió, en cierta manera, el conocido como Reloj del Juicio Final, o del Apocalipsis. 

Creado en el año 1947, cuando el mayor peligro para el devenir de la humanidad era el uso de armas nucleares en alguna guerra que trajera consigo su fin, ahora las manecillas de este simbólico minutero se han colocado más cerca de la medianoche que en toda su historia, a 90 segundos de la hora más oscura. Pero, ¿a qué se debe esto? Tal y como anunciaron los científicos que, por primera vez en tres años han decidido alterar la hora del reloj, la invasión rusa de Ucrania sería la razón principal que les ha llevado a tomar esta decisión, si bien no la única.

Y es que, desde el año 2007 se valoran otros componentes de riesgo como puede ser el cambio climático, que también se habría visto perjudicado por esta guerra, así como las tecnologías disruptivas. En esta ocasión también han apreciado otros peligros como el riesgo de nuevas pandemias tras la del covid-19 y la falta de acuerdo para volver al pacto nuclear con Irán.

El Boletín de científicos atómicos -creado por un grupo de científicos atómicos que trabajaron en el proyecto Manhattan, nombre en clave para el desarrollo de la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial, tal y como recuerdan desde la CNN- ha cambiado a lo largo de su historia en más de una veintena de ocasiones la hora del reloj, para bien o para mal. 

Desde el año 2007 el reloj tiene en cuenta el cambio climático. EP

En ese sentido, el investigador predoctoral en Historia y Filosofía de la Ciencia de la UPV/EHU Urko Gorriñobeaskoa señala que el reloj es una herramienta “sin duda, útil para hacernos un poco una imagen de hasta qué punto estamos -digamos- jugando con el futuro de la humanidad”, y cómo la humanidad ha reaccionado en los momentos en los que ha estado más cerca. “Pero es importante no olvidar que es una imagen, una analogía”.

Para él lo más importante es analizar en detalle “los casos en los que hemos estado cerca del fin y cómo deberíamos responder a ellos”. Según este investigador, también es destacable que el reloj desde 1947 ha tenido sus subidas y bajadas, “un buen indicador, no solo de lo cerca que podemos estar del fin, sino de cómo los gobiernos y la humanidad han sabido reaccionar a eso. Ha habido momentos de desescalada durante la Guerra Fría en los que ganamos unos segundos, y otros momentos en los que debido a la escalada de tensiones, a los problemas climáticos, etc. hemos perdido segundos”. 

Al fin y al cabo, a lo largo de la historia de este reloj uno de los momentos en los que estuvo más cerca de la medianoche fue el año 1953, ya inmersos en la Guerra Fría, cuando llegó a marcar 2 minutos para la medianoche después de que Rusia y Estados Unidos desarrollaran y probaran sus primeras bombas termonucleares. Pero, ¿somos realmente conscientes de que las decisiones traen consigo consecuencias? Para Gorriñobeaskoa, “cada vez la gente es más consciente de estos peligros, debido precisamente a la labor de los científicos por investigar las consecuencias de este tipo de cosas, y también debido en gran parte al trabajo de los comunicadores y comunicadoras que han sabido extender este conocimiento y hacer que la gente sea consciente”. 

En ese sentido, considera que el público es más consciente que nunca de los peligros que puede traer todo esto consigo. Sin embargo, la primera hora que marcó este minutero fueron siete minutos, en el año 1947, aunque dos años después, en el 49, este comité de expertos decidió adelantar la hora del Apocalipsis a 3 minutos, aún lejos de los 90 segundos que marca este 2023, que recuerdan desde el Boletín de científicos atómicos, es lo más cerca que ha estado nunca. 

Pero, ¿cuándo marcó la hora más optimista? Para eso habría que viajar a finales del siglo XX, concretamente al año 1991 que, con la caída de la Unión Soviética, marca el fin de la Guerra Fría y con ello, el reloj se situó a más del doble de tiempo que en su inauguración, a 17 minutos de la medianoche. 

Peligros en 2023

Ahora, inmersos en plena guerra de Ucrania, han entrado en juego otros componentes que, para el Boletín suponen un riesgo añadido. Es el caso de las pandemias, el peligro de que pueda haber nuevas pandemias que pongan en jaque a la humanidad, así como el cambio climático, que este año cobra una especial importancia. 

Pero, hablando de la invasión de Ucrania, uno de los aspectos que más destacan desde el Boletín de científicos atómicos es el hecho de que “Rusia haya llevado su guerra a las centrales nucleares de Chernobyl y Zaporizhzhia, violando los protocolos internacionales y poniendo en riesgo la liberación generalizada de material radioactivo”, explicaron en la nota de prensa mediante la que hicieron público el cambio de hora.

Sin embargo, en ese mismo escrito también pusieron en valor los peligros para el cambio climático provocados por la guerra, dado que aseguran que “los efectos de la guerra no se limitan a un incremento del riesgo nuclear”. Al fin y al cabo, también “socava” los esfuerzos globales por combatir el cambio climático. “Los países que dependen del gas y petróleo rusos han buscado formas de diversificar sus suministros y suministradores, lo que llevó a una mayor inversión en gas natural exactamente cuando dicha inversión debería haberse reducido”, reflexionan.

Ante las fluctuaciones del reloj, que periódicamente se acerca y se aleja del final, y ante las guerras que terminan y empiezan, cabe preguntarse si se están cometiendo una y otra vez los mismos errores. ¿Estamos aprendiendo de nuestra historia? En el año 1939 Albert Einstein envió una carta al presidente Roosevelt en la que advertía al presidente de que la Alemania de Hitler avanzaba en investigaciones sobre reacciones en cadena y podría estar en camino de desarrollar bombas atómicas, una carta que en ningún momento sugiere la fabricación de la bomba atómica pero que, según recoge la BBC, “algunos expertos la consideran crucial”.

“Ahora que sabemos a lo que nos enfrentamos, prácticamente toda la comunidad científica está en contra de fabricar ese tipo de armas, también los filósofos y todo tipo de disciplinas”, asegura el investigador predoctoral. Sin embargo, reconoce que, “por mucho que nosotros, tanto el público general como los filósofos, científicos, académicos, podamos estar en contra de estas cosas, quienes tienen la potestad, quienes tienen el poder de hacer algo, no somos nosotros. De poco vale que aprendamos de la historia si no tenemos los medios de cambiarla nosotros mismos”. 

Una reflexión final

Cada vez es más común, eso sí, escuchar a gente, expertos y ciudadanos de a pie, reflexionar sobre la humanidad como “una plaga”. Ante esto, Gorriñobeaskoa recuerda que “en la naturaleza no hay moral, no hay ética alguna. Todas estas alegaciones que hacemos nosotros sobre si somos buenos o malos con el planeta son cosas nuestras”.

Aunque reconoce que la idea del “fin de la humanidad es interesante y agobiante al mismo tiempo”. En ese sentido, la filosofía añade varios elementos. “Frontalmente no es un tema que se haya trabajado a nivel existencial, de cómo afrontar como seres humanos el fin de la humanidad, pero por ejemplo sí se ha trabajado mucho en estas amenazas para la humanidad cómo deberíamos afrontarlas como sociedad”.

En ese sentido, pone como ejemplo cuando salen estudios o reportes sobre el cambio climático, y que haya espacios en los que se dé voz a los negacionistas del mismo. “La cuestión sería por ejemplo hasta qué punto es legítimo, hasta qué punto está bien darles voz a estos actores cuando representan el 0,01% de los estudios y de los reportes. En ese sentido, los puntos de la Filosofía en los que he trabajado yo se han centrado más en cómo se debe comunicar la ciencia y cómo se deben llevar al debate público estas cuestiones, precisamente para intentar evitar que más gente se convenza de que nada de esto es real”. 

Pero el cine y la literatura llevan ya años abordando esta cuestión, la de la posible desaparición total o parcial de la humanidad. Claro ejemplo de ello es la recientemente estrenada película No mires arriba, en la que -protagonizada por Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio-, surgen movimientos que intentan hacer que el mundo mire hacia otro lado cuando el peligro es una realidad inminente. ¿Realmente estamos mentalizados de que algún día cabe la posibilidad de que pueda ocurrir algo?

“Los procesos de extinción, exceptuando algunos muy grandes, han sido siempre paulatinos, y siempre han afectado precisamente en el pasado a las especies animales más vulnerables a ella. Llevado al caso humano, creo que es importante tener en cuenta que en caso de que ocurra una catástrofe nuclear, climática, a día de hoy, los primeros en -digamos- pagar todo esto van a ser siempre los más desfavorecidos”, añade el investigador. Sea como sea, la reflexión de este reloj queda patente. Es importante tomar las decisiones acertadas, y tratar de solventar los problemas que se presentan en la actualidad, para evitar que las manecillas de este simbólico minutero que quiere invitar a la reflexión lleguen nunca a cero.