Síguenos en redes sociales:

No me interesa tu IA, quiero tu voz

Una reflexión sobre cómo la inteligencia artificial está borrando la voz propia de nuestros textos (y por qué deberíamos resistirnos)

No me interesa tu IA, quiero tu vozCottonbro Studio

¿Y si la próxima vez que leas un texto, no lo ha escrito nadie? Estamos en plena expansión de la inteligencia artificial generativa y cada vez más correos, discursos, publicaciones e incluso mensajes personales son obra de una máquina. Lo que parecía una ayuda puntual se está convirtiendo en la nueva voz estándar. Pero… ¿Qué pasa con la nuestra? ¿Dónde queda el estilo, la emoción o la imperfección que nos hace humanos? Este artículo es un alegato a favor de recuperar lo que no puede generar ningún algoritmo: tu voz.

Abro LinkedIn y veo que alguien ha usado ChatGPT para redactar su bio. Me meto en Twitter (o X, según quien lo nombre) y leo un poema artificial o, lo peor, una imagen estilo Ghibli. Me llega un correo de una newsletter escrita “con ayuda de inteligencia artificial” y, para rematar, recibo una propuesta de colaboración donde el remitente me confiesa que todo el contenido ha sido generado por una IA. Sin ironía. Sin pudor. Con entusiasmo. Olé ahí.

Me dan ganas de gritar: no me interesa tu IA. Quiero tu voz.

Quiero tu estilo. Tu acento. Tus errores. Tus rarezas. Si me estiras, tus dejes y tus modismos extraños. Tu forma de decir las cosas que no siempre encaja bien. Quiero la imperfección, el matiz, la duda. Quiero algo que tenga temperatura humana, no ese tono neutro y amable que ya empieza a oler a digital quemado.

Tu manera de explicar un proyecto, de relatar un problema, de contar una anécdota, tiene algo que no puede generar ningún algoritmo: tu punto de vista

No tengo nada en contra de la inteligencia artificial. La uso (mucho). La exploro. Me maravilla. Pero no quiero que lo que me llega de ti —tus textos, tus pensamientos, tu forma de estar en el mundo— esté pasado por el mismo filtro que lo de todo el mundo.

Porque hay una diferencia importante entre usar una herramienta y sustituirte por ella.

Cuando todo empieza a sonar igual

Una de las grandes promesas de la IA generativa (ChatGPT, Copilot, Gemini, Claude, etc.) es que cualquiera puede escribir bien, parecer profesional, sonar interesante. Y es cierto. Puedes tener un informe impecable, un mail educado, una propuesta sin fallos gramaticales. Pero también puedes acabar diciendo lo mismo que los otros 15 correos que he leído esta mañana. Porque aunque la IA sea muy lista, sigue entrenándose en los mismos datos, los mismos patrones, los mismos lugares comunes.

Y en ese proceso de parecer correctos, nos estamos olvidando de lo más valioso: la singularidad.

Tu manera de explicar un proyecto, de relatar un problema, de contar una anécdota, tiene algo que no puede generar ningún algoritmo: tu punto de vista. Y eso, precisamente eso, es lo que quiero oír. Lo que te hace diferente. Lo que da ganas de leerte. Lo que genera vínculo.

¿Estamos sacrificando la voz propia por eficiencia?

Podríamos pensar que es una moda, que estamos experimentando. Pero basta ver cómo muchas personas ya automatizan publicaciones en redes, respuestas de atención al cliente, notas de prensa o discursos institucionales con IA, para darnos cuenta de que esto no es solo una herramienta puntual: es una lógica que se está implantando.

El problema no es la herramienta, sino cómo (y para qué) la usamos

Una lógica donde importa más “cumplir” que conectar.

Donde lo rápido vale más que lo auténtico.

Donde lo correcto sustituye a lo creativo.

Y eso tiene consecuencias.

En el ámbito personal, podemos acabar perdiendo nuestra propia voz. ¿Dónde queda el estilo, el humor, la ironía? ¿Cómo nos reconocemos si ya no escribimos como hablamos?

En lo profesional, se corre el riesgo de que todo se vuelva indistinguible. Webs que suenan igual, posts que parecen copias unos de otros, correos que podrías firmar tú, o tu competencia, o una IA.

Y en lo político, en lo institucional, se abre la puerta a discursos sin alma, a mensajes tan asépticos que ya no transmiten nada. Solo palabrería entrenada para no molestar o para todo lo contrario.

No es una lucha contra la tecnología

No se trata de ir contra la IA. Al contrario: es brillante, poderosa y útil. En los campos de la accesibilidad, la salud, la educación o la automatización de tareas, está haciendo cosas increíbles. Pero el problema no es la herramienta, sino cómo (y para qué) la usamos.

¿La IA te ayuda a pensar? Bien.

¿Te sirve para estructurar ideas que ya tienes? Perfecto.

¿Te permite revisar un texto que has escrito tú? Genial.

Pero si se convierte en el origen, el contenido y la voz... ¿Qué queda de ti en lo que haces?

Quiero tus palabras, aunque no sean perfectas

Vivimos tiempos en los que todo tiene que ser publicable, vendible, bonito. Las redes sociales nos han enseñado a cuidar el texto, la imagen, el mensaje. Y ahora, con la IA, parece que podemos hacerlo todo sin esfuerzo. Pero hay algo que no se puede simular: el tono emocional, la intención, la verdad detrás del texto.

No es una cruzada, pero sí una llamada a parar un momento y preguntarnos: ¿Estoy hablando yo o habla por mí una plantilla optimizada?

No pasa nada si no tienes una estructura perfecta.

No pasa nada si te sale un párrafo más emocional que racional.

No pasa nada si escribes algo que solo tú habrías escrito así.

Pasa algo si dejas de escribir con tu voz.

Porque entonces ya no te reconozco.

Porque entonces ya no sé si me estás hablandoo una máquina.

Y porque si pierdes tu voz, pierdes también tu poder para comunicar de verdad.

En los espacios pequeños, esto importa más

En un territorio pequeño, como Álava, donde muchas de nuestras relaciones son cercanas, donde aún nos conocemos cara a cara, donde el boca a boca y el email siguen teniendo peso, la voz propia es un valor esencial.

Aquí no todo se puede resolver con un mensaje automático o un post perfecto generado por IA. Aquí queremos saber quién nos habla. Queremos autenticidad. Queremos personas.

Y eso también aplica a los comercios, a las instituciones, a los medios locales, a los perfiles profesionales. Las herramientas digitales están para ayudarnos, no para sustituir lo que somos. ¡Tomad nota!

Un poco de resistencia consciente

No es una cruzada, pero sí una llamada a parar un momento y preguntarnos: ¿Estoy hablando yo o habla por mí una plantilla optimizada?

En esta era de productividad y rendimiento, quizás la verdadera revolución sea seguir escribiendo con tu estilo. Con tus pausas, tus coletillas, tus ideas en proceso. Usar la IA cuando hace falta, pero no dejar que te borre.

Un final sin algoritmo.

No me interesa tu IA.

No quiero la versión genérica de lo que piensas.

Quiero lo que solo tú puedes decir.

Quiero tus frases imperfectas.

Tus ideas mal planteadas pero emocionadas.

Quiero que se note que lo has escrito tú, no que suena “como debe sonar”.

Porque si tú no estás en tu mensaje, entonces no hay mensaje.

Y ya tenemos suficiente contenido vacío.

Y es que la inteligencia artificial puede escribir por ti, pero nunca va a escribir desde ti.

Una de las obras generadas por IA subastadas en Christie's.

Por si quieres saber más