No habrá Copa del Rey para el Baskonia. Por tercera vez en el último quinquenio, tocará seguir por televisión el evento que más pasión despierta entre la afición azulgrana. Algo duro de digerir, si bien no se puede decir que sea injusto viendo los altibajos de un equipo que, pese a la mejoría con la llegada de Dusko Ivanovic, no ha sido capaz de impedir un desencanto de dimensiones siderales.
La incontestable derrota ante el Real Madrid supuso la condena definitiva, aunque queda claro que las esperanzas comenzaron a difuminarse mucho antes tras un carrusel de derrotas que no figuraban en ningún guión previo. Decepción y fracaso a partes iguales porque, pese a las carencias de una plantilla con un agujero notable en el segundo base y débil en el juego interior ante el decepcionante rendimiento de Khalifa Diop, todo hacía indicar que la plantilla atesoraba mimbres suficientes para satisfacer dicho objetivo.
De tanto jugar con fuego durante la primera vuelta, el equipo vitoriano ha acabado finalmente quemándose en la hoguera. Ante el Real Madrid le hubiese valido incluso una derrota por la mínima tras la paliza del Bilbao Basket al Manresa, pero la escuadra vitoriana luchó contra un molino de viento desde el cuarto inicial.
Víctima de la ansiedad, un exceso de revoluciones y su debilidad atrás, el Baskonia se vio rápidamente 18 puntos abajo. Desde entonces, fue un quiero y no puedo. Pese a sus arreones y el empuje de la grada, siempre se quedó corto de argumentos para contrarrestar el poderío de un Real Madrid que, al margen de contar con unos letales Musa y Hezonja, se apoyó en la estabilidad de Campazzo en los momentos cruciales para destrozar las ilusiones alavesas.
Un Baskonia completamente atenazado y blando firmó un errático inicio en un Buesa Arena lleno hasta la bandera. Cuatro minutos le costó inaugurar su marcador, pero el drama estuvo centrado en la defensa. El Real Madrid consiguió abrir un boquete impensable en el marcador gracias a una facilidad pasmosa para disparar sus dígitos a nivel ofensivo y el acierto sobrenatural de Yabusele.
El Real Madrid consiguió 18 puntos de ventaja en el cuarto inicial y, a partir de ese momento, el equipo vitoriano fue un constante quiero y no puedo pese a la excelsa actuación de Miller-McIntyre con sus costa a costa
El voluminoso ala-pívot francés, siempre blanco de la ira de la afición azulgrana, anotó 17 puntos en un cuarto inaugural donde el Baskonia estuvo completamente desbordado por un vendaval. Las ventajas a favor del 'coco' merengue crecieron de forma imparable en medio del silencio sepulcral del templo de Zurbano, tan solo reanimado cuando Ivanovic dio entrada a jugadores de la segunda unidad como Chiozza, Rogkavopoulos o Moneke. El ex del Murcia dio otro aire por fin al Baskonia y cuajó buenos minutos al frente del timón.
Miller-McIntyre, insuficiente
El decorado varió bastante a partir del segundo cuarto, momento en que el Baskonia amagó con meterse en el partido sustentado en una mayor intensidad. Chus Mateo refrescó a su equipo tras las cuatro prórrogas ante el Efes moviendo mucho el banquillo y racionando el minutaje de sus pesos pesados. Un hecho que también ayudó a que el conjunto vitoriano creyera en la remontada.
El Baskonia no le perdió la cara al encuentro tras el intermedio y encontró una vez más en Miller-McIntyre a la figura capital para enardecer los ánimos del Buesa Arena. El seguro de vida de Ivanovic aprovechó la presencia del liviano Alocén para ser un huracán en el juego de transición. Sus costa a costa fueron demoledores mientras Chus Mateo se desgañitaba para que sus jugadores hicieran alguna falta táctica en mitad de pista.
El Baskonia, lastrado por el agujero del segundo base y la debilidad interior, ha terminado quemándose con fuego tras una primera vuelta de lo más irregular en la que cosechó derrotas que no figuraban en ningún guión previo
El Real Madrid se sintió incómodo ante la subida de líneas del Baskonia, a quien Musa hizo un roto cada vez que parecía ver la luz y podía adelantarse en el marcador. Sin obviar al multiusos Hezonja, la clase infinita del bosnio se convirtió en un puñal en contra de los intereses azulgranas. Campazzo y Poirier, amos y señores del timón y la zona respectivamente, diversificaron más si cabe las amenazas del coloso merengue.
Las faltas de los pívots también fueron una losa contra la que debió luchar el equipo de Ivanovic, quien en el tramo de la verdad volvió a delegar su confianza en los elementos de su guardia pretoriana con el consiguiente cansancio físico y mental. El técnico montenegrino, cuya llegada resultó balsámica para levantar la moral de un grupo alicaído, murió con los hombres de siempre y eso resultó insuficiente ante un gigante como el Real Madrid que esta temporada ha construido una plantilla inalcanzable para todos los rivales.