El duelo que tendrá lugar mañana a las 20.30 horas en el Palau Blaugrana podría haber supuesto un ultimátum para el entrenador del Barcelona Roger Grimau si hubiera perdido el Clásico contra el Real Madrid del pasado miércoles, pero, por el contrario, el triunfo conseguido por los culés ante su eterno rival ha reforzado la figura del técnico y alejado por el momento cualquier rumor sobre una posible destitución.
La salida de Saras Jasikevicius el pasado verano y la llegada de un técnico con pasado culé, pero sin experiencia en el máximo nivel sembró muchas dudas entre los seguidores catalanes y, pese a que los resultados en el primer tramo de la campaña no fueron del todo malos, la racha de siete derrotas (Virtus, Zaragoza, Manresa, Armani Milán, Alba Berlín, Unicaja y Mónaco) en diez encuentros que encadenó el Barcelona antes de recibir al Real Madrid colocó a Grimau en la cuerda floja.
El propio preparador blaugrana llegó a reconocer que se sentía “fuerte” y apoyado por la directiva, aunque no lo estaba pasando bien, declaraciones habituales cuando el puesto de un entrenador está en el aire. De hecho, el General Manager de la sección, Juan Carlos Navarro, añadió leña al fuego al afirmar que “había habido actitudes dentro y fuera de la pista que no nos han gustado ni son dignas de este club ni de esta camiseta”, desvelando roces dentro del vestuario.
Grimau debía tomar medidas drásticas para revertir la situación, lo hizo y dieron sus frutos contra el Real Madrid, logrando así renovar la confianza del club en él. Uno de los principales damnificados en las últimas fechas ha sido Willy Hernangómez, que llegó al Barça como fichaje estrella el pasado verano y ha quedado claramente señalado por el técnico, que por sus lagunas defensivas ha reducido su minutaje a 10 minutos contra el Zalgiris, 7 contra el Mónaco y 13 contra el Real Madrid.
La gran revolución táctica, en cualquier caso, llegó en el Clásico contra los merengues, en el que Grimau experimentó con un quinteto de muchos centímetros y doble poste formado por Satoransky, Kalinic como escolta, Parker, Da Silva y Vesely –su pívot predilecto–, alternado con fases en las que el técnico optó por la fórmula totalmente contraria al juntar a sus tres bases sobre el parqué (Laprovittola, Satoransky y Jokubaitis) y ganar movilidad.
Con estas variantes, el equipo mejoró notablemente en defensa y logró desquiciar a Chus Mateo, que aplaudió el planteamiento táctico de Grimau tras la cita. Está por ver si el entrenador catalán seguirá insistiendo ante el Baskonia con esta nueva rotación que puede ser la solución a sus problemas.