El Maccabi aterrizó en el Buesa Arena sin excesivas ganas de enfundarse los guantes de boxeo y los brutales derechazos del Baskonia le enviaron directamente a la lona. Sostenido por la pegada propia de un peso pesado y un baloncesto de ensueño que le llevó a firmar una anotación de escándalo ante uno de los 'gallitos' de la Euroliga, el conjunto vitoriano se adjudicó con una facilidad inusitada su cuarta victoria en el ámbito continental.

Suma y sigue para un anfitrión alavés de un apetito voraz. Espectáculo desbordante para hincar el diente a un Maccabi desfigurado por el inagotable caudal ofensivo del Baskonia, avasallador y hegemónico desde que los árbitros lanzaron el balón el aire. Apreciado el imponente físico de sus interiores o el talento del perímetro visitante, reforzado en el último momento por el regreso de Hilliard, nadie podía haber imaginado una victoria tan placentera en un recinto azulgrana rendido por completo a la magia azulgrana.

Una exhibición reconfortante que alimenta los sueños de grandeza de una afición al que este equipo tan brillante ha renovado las ilusiones. El Baskonia 2022-23 contagia por muchas consideraciones. Por su electrizante ritmo que ni siquiera permite pestañear algún segundo, su baloncesto desinhibido y, sobre todo, su impagable alegría sobre la cancha. Jugadores entregados a la causa de acribillar el aro rival desde cualquier lugar.

La superioridad vitoriana fue, por momentos, aplastante con tramos de una lucidez ofensiva muy pocas veces apreciada en los últimos tiempos. Los dígitos baskonistas crecieron durante la velada a un ritmo vertiginoso mientras afloraron las grietas de la pusilánime defensa amarilla.

El Maccabi, escaso en cuanto a disciplina táctica pese a algún aislado intento de Katash de plantear una zona 2-3, cavó su tumba con una paupérrima predisposición para la pelea. Baldwin, recibido con más aplausos que pitos en la presentación, también regresó a Vitoria con más pena que gloria. Tal y como sucedió en muchos partidos durante su ciclo en Vitoria, maquilló sus números con todo perdido. Únicamente Lorenzo Brown estuvo a la altura de lo exigible en las filas israelíes.

Como un reloj suizo

El Baskonia, cuyo lunar hasta la fecha estaban siendo los arranques de partido, allanó el camino hacia la victoria gracias a un antológico cuarto inicial. Raieste fue el invitado inesperado del cinco inicial diseñado por Peñarroya y el alero estonio respondió a las mil maravillas en ambos aros. Como el colectivo, en general.

El cuadro alavés, tocado por una varita mágica, funcionó con la precisión de un reloj suizo. Incandescente y arrebatador a partes iguales. Con una ambición ilimitada para hacer sangre en el marcador. Cada atisbo de relajación fue cortado de raíz por Peñarroya, empeñado en que sus pupilos no levantaran el pie del acelerador.   

El Maccabi apenas sobrevivió algunos minutos en el Buesa Arena gracias a sus rebotes ofensivos y al prodigioso físico de sus dos interiores (Poythress y Nebo), pero se vio engullido por el torbellino de juego azulgrana. Al cuadro israelí se le vino el mundo encima ante el portentoso recital ofensivo de un Baskonia que alcanzó el centenar de puntos antes del minuto 35.

Porque la pegada azulgrana desde el 6,75 volvió a resultar devastadora y la confianza a la hora de ejecutar los sistemas ofensivos rozó prácticamente la perfección merced a una óptima circulación de balón.

Por si faltaba algún tipo de picante, apareció Howard para dinamitar el partido con esa innata facilidad para ver el aro rival como una piscina. El pequeño jugón estadounidense volvió a evidenciar que se le caen los puntos de los bolsillos. Peñarroya también agradeció la exhibición de sus cabezas pensantes (Thompson y Henry) en el timón, la mordiente de un Giedraitis incansable o la solidez del silencioso Kotsar, una máquina de producir desde el poste bajo con un gran sentido de la colocación.

El encuentro languideció como vivió sus capítulos iniciales, es decir con el Baskonia profanando una y otra vez el aro amarillo con sus velocistas y francotiradores en estado de erupción. Conviene seguir manteniendo los pies en el suelo, pero exhibiciones de este calibre permiten soñar esta campaña con algo grande.