Hasta en las jornadas donde tiene el viento a su favor, el Baskonia termina malviviendo para sumar victorias. La de ayer no puede elevar bajo ningún concepto su baja autoestima pese a dejar en bandeja el billete para la Copa del Rey de Granada. Los padecimientos para dar el golpe de gracia a un moribundo Real Betis fueron terribles y eso es algo que tiene su génesis en los inestables cimientos azulgranas.
De no mediar una canasta salvadora de Baldwin, la vista de lince de uno de los tres árbitros para comprobar que un rebote defensivo capturado por Pasecniks había pisado la línea de fondo y la posterior sangre fría desde el tiro libre a cargo de Fontecchio y Enoch, el descalabro podría haber sido mayúsculo. Por fortuna, se salvó de la quema un Baskonia que sigue sin irradiar vibraciones positivas ni gozar de la continuidad soñada.
Sus débiles costuras saltan a la vista casi siempre frente a los grandes transatlánticos y en partidos que debían ser de guante blanco debido a la extrema debilidad del rival también sorprende la falta de madurez, la intermitencia en el juego y, por descontado, las carencias de la plantilla.
Marinkovic regresó ayer a la rotación exterior y en esta ocasión quien vio los toros desde la barrera fue Nnoko en la cuerda interior -Spahija no suele utilizar una rotación de más de diez hombres en cada partido-, pero los problemas escapan de las rotaciones del entrenador croata y son más profundos.
El angustioso triunfo en San Pablo ante el desahuciado colista de la ACB no disipó las dudas alrededor de un equipo que estuvo a punto de echar por la borda su buen trabajo durante 34 minutos y encajar una derrota estrepitosa tras verse ganador antes de tiempo.
El 55-75 elevado por Sedekerskis era la consecuencia de la aseada labor de un Baskonia que vivió del frenesí triplista para imponer la lógica ante el Real Betis. La meritoria búsqueda del extra pass fue una constante durante tres cuartos para favorecer tiros liberados que desarbolaron la defensa sevillana.
Fontecchio encabezó el festival vitoriano desde la línea del 6,75, pero cuando un triunfo rotundo ya se mascaba aconteció el enésimo desplome físico y mental de la temporada que estuvo a punto de propiciar el enésimo desastre.
El conjunto vitoriano asistió a la hegemonía interior de Pasecniks o la resurrección del desacertado Bertans y también sufrió el empuje de Cvetkovic en el timón local. El altruismo que el Baskonia había paseado hasta ese momento desapareció y sus jugosas rentas se esfumaron con el paso de los minutos.
Con 78-79 en el marcador, al menos pudo capturar varios rebotes ofensivos que le dieron hasta cuatro ataques para silenciar San Pablo. En una de ellas, Baldwin hizo diana y posibilitó un colchón de seguridad que fue determinante para dejar casi visto para sentencia el pasaporte copero. Sin embargo, aún le dura el susto en el cuerpo.