¿Quién podía barruntar algo así? El Baskonia conquistó el Palau Blaugrana. Lo hizo con suficiencia, una solidez a prueba de bombas y un baloncesto de muchos quilates. No fue un sueño de una noche de verano, sino una certeza tan real como el gélido invierno al que toca hacer frente estos días. El grupo desganado, melancólico e inoperante hasta decir basta que estaba deambulando como alma en pena desde el inicio de la temporada dio por fin la de cal. Ni las bajas ni el desgaste del Barcelona tras su prórroga en Estambul restan un ápice de mérito a un cuadro vitoriano renacido a lo grande y con argumentos poderosos.

En el escenario más difícil posible, el Baskonia se desquitó y pudo autoconvencerse de que la temporada ni mucho menos está perdida. Tras ofrecer un óptimo rendimiento coral, agradecer de forma notable el regreso de Costello bajo los aros y asistir por fin a la versión más punzante de Baldwin, que ajustició al Barcelona en el cuarto final con un instinto asesino desconocido en Vitoria, aparcó sus miedos de una vez por todas y sumó un valioso triunfo que le mantiene en la áspera pelea por el pasaporte copero.

Ver para creer tras un partido que discurrió por unos cauces inesperados. En una tarde-noche de múltiples resurrecciones, el Baskonia empequeñeció hasta límites insospechados a un claro favorito a reinar en todas las competiciones. Quizás el punto de inflexión necesario para crecer tras unos tétricos últimos meses donde se había puesto en duda prácticamente todo.

El inicio de partido resultó francamente favorable para los intereses baskonistas con una solidez en ambos aros jamás apreciada en esta temporada, algo que ya dejó entrever el ánimo de redención a todos los niveles. 'Saras' tuvo que pedir con urgencia su primer tiempo muerto pero el Barcelona se vio desbordado por el ciclón vitoriano.

Ni los más optimistas del lugar podían haber imaginado un guión de partido así en el Palau. Fueron, sin duda, los mejores minutos en cuanto a dinamismo y fluidez en ataque de un equipo empeñado en compartir más el balón pero también comprometido en el cierre del rebote y muy sacrificado atrás para reducir a los estiletes de Jasikevicius.

El resultado de esa brillante puesta en escena fueron unas holgadas ventajas en el Palau, que vio cómo su equipo manaba sangre de una forma abundante y el Baskonia alcanzaba los 18 cuerpos de ventaja (20-38) gracias a una propuesta valiente. La exhibición vitoriana en la Ciudad Condal fue, por momentos, apoteósica gracias a un baloncesto total que hizo revivir a un grupo que parecía muerto tras las humillaciones de los fatídicos últimos meses.

Hubo numerosas noticias positivas que celebrar ante el gigante culé. La vuelta de Costello proporcionó por fin consistencia al juego interior, donde Enoch prolongó su dulce momento y el cuestionado Nnoko también dio un paso al frente con puntos e intensidad a partes iguales. Incluso el tradicionalmente desacertado Peters hizo diana con algún tiro abierto y supo colocar el balón en el lugar adecuado.

Las combinaciones entre los pívots, las rápidas transiciones, el criterio en el ataque posicional y un notable acierto exterior dinamitaron el partido a favor del Baskonia. Un arreón liderado por Mirotic, casi el único foco de peligro de un Barcelona que vivió un día aciago desde la larga distancia, redujo parte de ese colchón antes del intermedio.

Jasikevicius quiso agitar el árbol apostando por tres hombres altos, pero ni por esas consiguió el técnico lituano elevar la temperatura física de un Barcelona devorado por Enoch. El pívot nacionalizado armenio fue un puñal merced una devastadora pegada desde todos los rincones de la cancha.

El Barcelona tiene orgullo y, como no podía ser de otra manera, amenazó con poner el aliento en la nuca a los vitorianos al inicio del último cuarto con dos triples consecutivos de Jokubaitis y Sanli (64-70). El cuadro vitoriano vio puesto a prueba el temple y saber estar que mostró durante todo el encuentro, pero esta vez supo salir airoso.

Cuando peor pintaban las cosas y el Palau estaba inflamado por el despertar de los suyos, llegaron los calmantes en forma de tres canastas de Baldwin y otro triple de Costello. En definitiva, un subidón con el que nadie contaba y devuelve algo de crédito a un colectivo que necesitaba un triunfo de este calibre para ahuyentar los fantasmas.