Neven Spahija superó el primer examen ante el endeble Estrella Roja, pero el Baskonia volvió a quedarse corto en cuanto un rival de entidad pisó el Buesa Arena. El CSKA bajó nuevamente a la tierra a un conjunto vitoriano a remolque desde el cuarto inicial e incapaz de despojarse los pesados grilletes rusos en una noche de raquíticos guarismos ofensivos. Al menos, dejó una estampa de grupo luchador que no se vio en la era Ivanovic y conviene quedarse con eso en la derrota.

Si bien el gigante ruso no consiguió destapar casi nunca el tarro de las esencias y justificó en algún tramo de la velada las razones de su decepcionante trayectoria continental, terminó paseando su superioridad ante un Baskonia todo pundonor pero escaso de ideas y acierto. Para ascender determinadas montañas en la Euroliga, se necesita mucho más y el conjunto vitoriano confirmó que, al margen del cambio de timonel en el banquillo, necesita algún retoque en la plantilla si quiere ser más competitivo lejos de sus fronteras.

En la primera prueba de fuego para el recién llegado Spahija, el Baskonia ofreció un despliegue insuficiente. Tuvo deseo, casi nunca bajó los brazos y murió de pie, aunque se vio atormentado por un CSKA cuyas urgencias a nivel clasificatorio hicieron de él un animal competitivo más peligroso que en jornadas precedentes.

El alley oop inicial entre Granger y Enoch precedió una parálisis ofensiva de prácticamente cuatro minutos sin anotar de un Baskonia al que le costó encontrar los caminos hacia el aro ruso y apenas consiguió canastas en juego. Shved, con una versión más altruista que la exhibida en el Khimki durante las últimas temporadas, se convirtió en un generador constante para un CSKA que rápidamente encontró en Voigtmann a su particular exterminador.

El partido desembocó en un terreno repleto de espinas para el Baskonia a raíz de tres triples consecutivos del alemán, quien descargó la lluvia torrencial sobre el Buesa Arena con su devastadora pegada desde la larga distancia. El cuadro vitoriano se desangró por culpa de un carrusel de pérdidas, muchas de ellas ni siquiera provocadas por la defensa moscovita, y vivió el mismo suplicio en ataque posicional que durante la era Ivanovic. Cada vez que intentó salir al galope, el CSKA supo frenarle a menudo con una falta táctica que no fue sancionada por los árbitros con antideportiva.

Nnoko trató de prender la mecha de la reacción con su constante brega en el poste bajo y sus rebotes ofensivos, pero el camerunés no constituyó un recurso suficiente con las gotas justas de talento. Con más corazón que cabeza y lastrado por un exceso de revoluciones en varias fases, el Baskonia tan solo se mantuvo mínimamente en partido gracias a la falta de instinto asesino del CSKA.

Jugadores recién salidos de lesión y muy lejos de su versión más reconocible como Grigonis, Shengelia -homenajeado en los prolegómenos por el club- y, sobre todo, Milutinov ofrecieron una estampa difusa en el Buesa Arena. La desorientación alavesa se vio reflejada en la última jugada previa al intermedio cuando Ukhov, favorecido por el enésimo despiste de un errático Baldwin, fue capaz de anotar una plácida canasta tras un simple pase de quarterback a cargo de Voigtmann.

Spahija tuvo que enviar al rincón de pensar al estadounidense al inicio del tercer cuarto en su fase de mayor espesura ante el aro contrario. La sorpresa de Itoudis tras la reanudación fue Bolomboy, que aportó más cemento si cabe a la defensa interior visitante intimidando a Enoch. Peters tampoco inyectó excesivas rigor a la ofensiva azulgrana escogiendo opciones muy complicadas.

En una de esas veladas pantanosas, de pico y pala, el Baskonia tan solo vio la luz durante escasos segundos. Enoch -el único faro de los locales- llevó la esperanza a la grada con un mate que elevó el 35-38 al marcador, aunque el CSKA volvió a poner tierra de por medio con una transición de Voigtmann y un dos más uno de Lundberg. El danés se echó el CSKA a la espalda antes de las dentelladas de Clyburn, que apareció en el momento justo para hacer más pesada la mochila azulgrana.

La inmensa clase del alero estadounidense sepultó las últimas esperanzas del Baskonia, que pese a verse reanimado en el cuarto final por los triples de Granger y el despertar de Baldwin no llegó a tiempo de obrar el milagro. Aunque con algunos apuros, el CSKA cerró el partido con la sangre fría de sus solventes exteriores desde el tiro libre.