El Baskonia ha hecho de la derrota una triste constante. En Las Palmas sufrió el enésimo revés que sirve para echar más sal a unas heridas imposibles de ser taponadas por un grupo que no levanta cabeza. La mejoría atisbada en ciertos momentos en tierras insulares resultó insuficiente ante la mordiente triplista de un Gran Canaria que también se aprovechó de la manifiesta incapacidad alavesa en todas las facetas.
La pegada insular desde el 6,75 atormentó a un cuadro vitoriano cuyas ventajas en buena parte del partido no sirvieron de mucho y en el que no hizo acto de presencia Nnoko bajo los aros. Quién sabe si esta nueva decepción supondrá el preludio de decisiones drásticas, tanto sobre la pista como en el banquillo.
Fontecchio fue el sostén ofensivo azulgrana durante los primeros compases gracias a su pegada desde la esquina y su habilidad para crear desequilibrios en el poste bajo, aunque en la acera de enfrente surgió Diop -no Ilimane, sino el emergente Khalifa- para destapar un día más las débiles costuras del juego interior baskonista. Granger recogió el testigo del italiano en la faceta anotadora de un equipo vitoriano empeñado en mejorar su circulación de balón para favorecer lanzamientos liberados desde la línea del 6,75.
Prueba de la progresiva desconfianza hacia algunos jugadores cuestionados es que Ivanovic demoró la puesta en práctica de las rotaciones. No fue hasta el minuto 8 cuando el técnico montenegrino realizó la primera modificación con el ingreso de Costello, con luces y sombras en su vuelta a Las Palmas. Baldwin dejó esta vez, al menos, un reguero de noticias positivas con un mayor compromiso defensivo y varias canastas de calidad en momentos calientes, aunque en el epílogo resultó intrascendente.
La apuesta por el small ball vivió el enésimo capítulo en esta campaña y lo más chocante fue la ausencia de Nnoko entre los elegidos para dotar de dureza a la pintura. El camerunés se convirtió en un espectador de lujo pese a que Pustovyi impuso sus centímetros en determinados lances de la velada. El ucraniano y Slaughter, que refrendó un día más su etiqueta de jugón, abrieron las principales vías de agua en la defensa alavesa. El combo nacionalizado polaco protagonizó varias oleadas de explosión anotadora que provocaron grandes dosis de sufrimiento en el Baskonia.
El primer intento serio de despegue por parte del Gran Canaria fue enjugado con acierto por el forastero alavés, que endosó a los insulares un parcial de 1-12 en los minutos previos al intermedio para postularse como vencedor del encuentro (36-41). Sin embargo, la falta de continuidad volvió a constituir un severo problema en tierras insulares.
El Baskonia dilapidó varias opciones para ensanchar su ventaja en el Gran Canaria Arena con algún error de bulto y, por tanto, sintió casi siempre el aliento en la nuca de un anfitrión que añoró a su todoterreno Brussino y no acusó los problemas físicos de su faro Albicy. Las ventajas alavesas no fueron lo suficientemente contundentes en ningún instante y ello generó cierto desasosiego. Tres tiros libres de Slaughter y un posterior triple de Salvó igualaron la contienda a 56 cuando parecía que los hombres de Ivanovic eran capaces de poner tierra de por medio.
La velada se encaminó hacia un cara o cruz con un Gran Canaria que quiso hurgar en las debilidades defensivas de Baldwin y flotó de forma descarada a Peters. La parálisis ofensiva azulgrana entre el final del tercer cuarto y el arranque del último fue alarmante con más de cinco minutos de sequía, aunque por fortuna el Baskonia llegó con las opciones intactas al epílogo.
Tuvo que ser Sedekerskis quien frenara la hemorragia con un palmeo en un contragolpe y alzara la voz con otro conmovedor despliegue en todas las facetas. La figura del omnipresente jugador lituano volvió a agigantarse mientras otros pesos pesados de Ivanovic apenas dieron señales de vida.
Las puñaladas insulares desde el 6,75, lideradas por Ennis y Salvó, no tuvieron su oportuna réplica en un Baskonia obligado a adoptar el papel de perseguidor debido a su inconsistencia como colectivo. La ternura en el cierre del rebote defensivo permitió a un francotirador como Ennis disponer de dos tiros liberados y embocar otro lanzamiento decisivo que puso más palos en las ruedas visitantes.
Un nuevo misil de Slaughter y un mate de Khalifa Diop enterraron las últimas esperanzas. La escasa solidez en ambos aros terminó desembocando en la séptima derrota en los ocho últimos partidos. La Copa del Rey se escapa y la capacidad de reacción sigue sin vislumbrarse por ningún lado tras el enésimo mal trago de la actual temporada.