Sangre, sudor y lágrimas finalmente de alegría. Muchos días después, el Baskonia volvió a saborear una victoria de oro y Dusko Ivanovic, posiblemente, salvó el pellejo. Como no podía ser de otra forma, lo hizo con agonía y todo el suspense del mundo tras un partido de locos que dejó infinidad de lecturas y donde tuvo que sobreponerse a otra tétrica puesta en escena con 14 puntos de desventaja. En un encuentro donde Granger y Sedekerskis estuvieron imperiales en todas las facetas, fue Giedraitis quien sacó las castañas del fuego con varias acciones providenciales en el minuto final.
Siete puntos del alero lituano -un triple y cuatro tiros libres anotados con una sangre fría pasmosa- y un providencial rebote ofensivo después de que a Tadas le temblara el pulso desde la personal, salvaron a un Baskonia asomado en todo momento al precipicio y con una rotación escuálida. Entre medias, la mesa hizo un flaco favor al conjunto azulgrana, que se vio privado de una canasta de Sedekerskis después de que los encargados de poner el crono en marcha apretaran el botón antes de tiempo tras el saque de fondo botado por Baldwin. Finalmente, dicho error quedó en anécdota y el Unicaja hincó la rodilla con ese air ball de Brizuela a falta de dos segundos para la conclusión.
Balón de oxígeno para un Baskonia que jugó con fuego pero en el que, al menos, algunos jugadores mostraron un deseo encomiable para revertir la crítica situación. Adiós a una fatídica racha de cinco derrotas consecutivas mientras Ivanovic gana tiempo para enderezar el rumbo de un equipo con todavía serias lagunas en casi todas las facetas.
En el que podía ser su último día al frente del equipo, el de Bijelo Polje murió matando. Ni el sospechoso Baldwin ni dos de sus cincos (Enoch y Nnoko) entraron en sus planes a partir del segundo cuarto en una decisión trascendental para cambiar el devenir del encuentro. El técnico montenegrino se rodeó de una reducida guardia pretoriana en una jornada de extrema necesidad donde todos los focos le apuntaban por su posible destitución en caso de un nuevo tropiezo.
Merced a este novedoso planteamiento táctico, el Baskonia resurgió de la tumba, ganó en movilidad, disparó sus guarismos ofensivos y, sobre todo, fue un equipo más imprevisible y difícil de defender. Con un quinteto integrado por cinco pequeños y Sedekerskis utilizando a la perfección su cuerpo a la hora de sacar ventajas bajo los tableros, la escuadra vitoriano enjugó las desventajas.
El lituano y Abromaitis, un cuchillo afilado que paseó su versatilidad en el Buesa Arena, se zambulleron en un vibrante duelo anotador. Tan solo a base de orgullo, centelleantes transiciones y con la maravillosa pegada de Granger se agarró al partido un Baskonia de nuevo incapaz de resolver sus dos graves problemas en esta temporada: la escasa fluidez en el ataque posicional y el deficiente cierre del rebote defensivo.
El atronador pim pam pum desde la larga distancia añadió picante al choque. Las muñecas de los pistoleros existentes en ambos lados de la pista entraron en calor tras el intermedio. Granger y Fontecchio se sumaron a la causa con el paso de los minutos, mientras que en las filas visitantes también alzaron la voz un veterano del Vietnam como Cole y el siempre elegante Bouteille, tan crecido que se encaró con la grada del Buesa Arena. Fue uno de los partidos más vistosos y electrizantes de la temporada. El tiroteo exterior resultó de unas proporciones bíblicas con dos equipos ultradependientes de la puntería de sus francotiradores.
El arranque de partido se le indigestó por completo a un Baskonia reincidente hasta la saciedad en sus errores y golpeado por un certero adversario desde el 6,75. Abromaitis y Bouteille hicieron más pesada la mochila azulgrana con su facilidad para embocar tiros abiertos. El Unicaja amasó cómodas ventajas y llegó a doblar en el marcador a los alaveses en la primera mitad (14-28) pese a que Marinkovic dejó claro desde su entrada a la pista que era el día escogido para enseñar por fin los dientes tras una temporada calamitosa.
El inmejorable arranque del último cuarto, con dos nuevas bombas a cargo de Granger y Tadas, puso en órbita al Baskonia con su máxima ventaja de todo el encuentro (70-62). Si Katsikaris perdió a Eric por el camino debido a las faltas, Ivanovic se quedó sin Fontecchio ni Granger. Por fortuna, apareció Giedraitis en el epílogo para salvar los muebles y permitir que la tropa alavesa respire a las puertas de visitar el Palau en la Euroliga.