- No, el Bitci Baskonia no está muerto. Pero está herido. Los vitorianos recibieron ayer el tercer correctivo de la semana ante el Real Madrid en un choque en la que los azulgranas fueron víctimas de sus propios miedos: las dificultades para rebotear, la falta de ideas en ataque, el desacierto en el triple y dos ogros llamados Tavares y Poirier.
El equipo comenzó bien plantado en la cancha, sólido en defensa, aunque cometiendo errores en ataque por imprecisiones de Baldwin. En cualquier caso, ambos conjuntos se intercambiaron golpes hasta el 10-8, momento en el que el Real Madrid metió una marcha más a su juego con la entrada de Heurtel y logró encasquetarle al Baskonia un parcial de 0-8 antes del final del primer cuarto para situarse con una ventaja de 10-16. Ni siquiera el regreso de Giedraitis a cancha tras su esguince de tobillo sirvió para evitar la enésima desconexión azulgrana esta temporada, que se alargó también durante los primeros compases del segundo cuarto hasta el 0-13, estableciendo la primera ventaja importante para los madrileños (10-21).
Costello se encargó de romper el parcial y Steven Enoch, con cinco puntos consecutivos, logró recortar diferencias y volver a meter al Baskonia en el partido con el 19-24. A pesar de ello, las sensaciones seguían siendo mejores para el conjunto visitante, especialmente en las acciones en estático, en las que el Baskonia no logró crear buenas situaciones de lanzamiento. Los entrenados por Pablo Laso movieron mejor el balón y, de hecho, encontraron en dos jugadas consecutivas a Vukcevic totalmente liberado en la esquina, que no perdonó y volvió a estirar la ventaja hasta los dobles dígitos. Los rebotes, una de las grandes tareas pendientes del equipo esta campaña, volvieron a ser una lacra para los azulgranas, que concedieron al Real Madrid varias canastas en segundas oportunidades al no ser capaz de cerrar el rebote en aro propio. De hecho, en el segundo cuarto los blancos registraron 17 capturas frente a las solamente tres del Baskonia. Un triple de Rudy Fernández para cerrar el primer tiempo puso el 26-39 en el electrónico antes de que ambos equipos desfilaran a vestuarios.
En la segunda parte, el Baskonia intentó recortar diferencias, pero se encontró con una muralla de hormigón llamada Walter Tavares, que dominó durante todo el tercer cuarto, sacando provecho de su presencia física y su altura en los dos lados de la cancha. El caboverdiano se encargó de ampliar todavía más la brecha existente entre los dos equipos en el registro reboteador, condicionó lanzamientos azulgranas en la pintura y, además, sumó varias canastas fáciles machacando el aro ante Nnoko y Costello, que se vieron muy superados a la hora de defenderlo. Con tres canastas consecutivas para su equipo, Tavares colocó una nueva máxima de 28-45 en el electrónico que complicaba las opciones de remontada. Fontecchio y Giedraitis protagonizaron un intento de rebelión con cinco puntos seguidos del italiano y un triple del lituano para el 37-49, que momentáneamente encendió los ánimos del Buesa Arena.
No fue más que un espejismo, una pequeña gota de esperanza que pronto se disolvió en otro parcial terrorífico, acorde con la temática de la noche, que dejó el partido listo para sentencia. Desde ese momento hasta el comienzo del último cuarto, el Real Madrid encadenó una racha de 1-16, en la que el único punto del Baskonia llegó por un regalo de Taylor en forma de técnica, que transformó Jayson Granger. Por lo demás, el ataque azulgana fue una sucesión de desastrosas posesiones, la mayoría de ellas terminando con tiros forzados con pocos segundos en el reloj, mientras los problemas a la hora de capturar rebotes persistían.
Tras el 38-65 que mostraba el marcador en el inicio del cuarto decisivo, el partido no tuvo más historia. El Baskonia maquilló el resultado final, que fue de 65-83, gracias al orgullo de Sedekerskis, de lejos el mejor azulgrana en el día de ayer, y el acierto de Kurucs desde el perímetro en ese último parcial. Los dos canteranos fueron los únicos rayos de luz en una noche oscura que cierra una semana durísima para el equipo, que anteriormente se vio apaleado por el Unics Kazán y el Zenit, y que prolonga su crisis, la más complicada para Ivanovic desde su regreso a Vitoria.