Tan bochornoso en Kazán como en San Petersburgo. El balance de la gira rusa ha resultado demoledor para los intereses del Bitci Baskonia, cada vez más empequeñecido para competir al más alto nivel en Europa. Fue el segundo capítulo de una pesadilla gestada a partir del minuto 13 tras un arranque que esta vez había invitado al optimismo. En un partido convertido casi en una fotocopia del disputado ante el Unics, el equipo vitoriano comenzó a dimitir de la contienda en otro terrorífico segundo cuarto. El problema es que esta vez ni siquiera hubo maquillaje.

Al menor soplido cuando Ivanovic tuvo que oxigenar a varios titulares, volvió a desvanecerse un maratoniano azulgrana de nuevo fantasmagórico. Los esperanzadores nueve puntos de renta no solo se esfumaron en un periquete sino que el Baskonia volvió a verse atropellado sin miramientos por un rival que le sacó de la pista a base de músculo, piernas, puntería y, sobre todo, juego coral. Del 21-30 al 65-37 al minuto 28 tan solo hubo margen para el lucimiento y la exhibición de un Zenit en otra dimensión.

El conjunto de Ivanovic no solo necesita refuerzos que estiren una rotación escuálida y compensen la falta de efectivos, sino también con urgencia una cita con el psiconalista para descifrar las razones de sus desplomes en pleno partido. La fluidez ofensiva y el juego coral de los compases iniciales se transformaron en un baloncesto deslavazado, carente de cualquier patrón de juego y presidido por el individualismo. Cada tiro fallado redunda en la bajada de brazos atrás y mina la confianza hasta unos límites escandalosos. Falta calidad pero, sobre todo, el carácter que le ha hecho célebre al club en épocas pasadas.

El Zenit, que al margen de presumir de la pólvora de Loyd y el atleticismo de Poythress contó con una gran versión de jugadores secundarios como Kulagin, le dio la vuelta al marcador con otro de esos parciales a los que desgraciadamente se ha acostumbrado ya la afición del Baskonia en esta campaña. Tras una canasta de Enoch que elevó el 21-30 al marcador, reaparecieron los fantasmas con otro esperpéntico parcial de 24-0.

Se le fundieron los plomos a un maratoniano azulgrana que sufrió la enésima pájara mortal de necesidad y, a partir de entonces, produjo por momentos lástima. Mientras todos sus ataques representaban una oda a la impotencia, le llovieron martillazos desde todos los frentes hasta dejarle en paños menores y en un estado casi vegetativo.

Demasiada inferioridad ante un Zenit que lució el poderoso armazón de la pasada temporada y, pese a no contar con su estrella al timón (Shabazz Napier), acabó con un empacho de órdago. En cuanto los hombres de Xavi Pascual subieron varios decibelios la intensidad defensiva, las débiles costuras del ataque posicional baskonista volvieron a salir a la luz.

Quedó en nada un arranque para la esperanza. De hecho, todo estaban siendo buenas noticias hasta el minuto 13 a excepción del calamitoso estado de confianza de Marinkovic. Baldwin y Granger se alternaron como focos de peligro en el perímetro, Costello intimidó en labores defensivas con varios tapones y Nnoko, capaz de embocar su primer triple como azulgrana, también facturó canastas a un ritmo notable dentro de un contexto, a priori, más favorable que el vivido 48 horas atrás en Kazán.

Pese al excelso arranque protagonizado por Loyd, autor de 11 de los 17 puntos iniciales del Zenit, o los graves problemas en el cierre del rebote defensivo, el conjunto vitoriano hizo sus particulares oposiciones para el triunfo hasta que se vio enterrado por un alud de nieve. El edificio azulgrana empezó a derrumbarse tras las pertinentes rotaciones de Ivanovic en busca de oxígeno y el ingreso de algunos jugadores de la segunda unidad como Kurucs y Enoch.

Del minuto 13 a la conclusión, el partido se convirtió en un auténtico infierno. Hombres contra niños. Sombras difusas persiguiendo a purasangres con ganas de reivindicarse. Muy duro para el cuerpo. La rebeldía de Granger fue un recurso insuficiente. El bocinazo final se recibió con alivio. Desde luego, siguen pintando bastos con este Baskonia del que, pese a sus bajas, se esperaba algo más. Esta imagen no puede sostenerse mucho más tiempo y las altas esferas son conscientes de ello.