El cartel del partido invitaba a una noche sin excesivos sobresaltos, pero un Baskonia contemplativo en labores defensivas tuvo que bajar al barro y sudar más de lo esperado para hacer realidad su objetivo. Fueron tres cuartos de máxima incomodidad y sufrimiento ante un Fuenlabrada que, plantado en diferentes defensas zonales y agarrado a la clase de Meindl, llevó por momentos al límite a la tropa vitoriana, necesitada del criterio y del amor propio de Granger en el timón, la contundencia bajo los tableros de un reivindicativo Enoch o la providencial irrupción de Costello con su trabajo multidisciplinar.

Se vieron salvados, a la postre, los muebles en una jornada con luces y sombras a partes iguales. El potencial ofensivo del Baskonia quedó al descubierto, pero Ivanovic tiene mucho trabajo por delante para fortalecer los cimientos de un equipo para quien un único jugador en las filas fuenlabreñas -el citado Meindl- representó un severo quebradero de cabeza. En cualquier caso, se enchufó a tiempo un anfitrión alavés que encontró la horma de su zapato en la osadía del Fuenlabrada, que eso sí terminó con el rostro desencajado y un marcador muy desfavorable que, posiblemente, no hizo justicia a sus méritos.

La tormenta azulgrana se desató a partir de la recta final del tercer cuarto y fue Granger el encargado de prender la mecha. Con Baldwin como espectador de lujo en el banquillo y sin ideas en el ataque posicional, el uruguayo se adueñó por completo de las llaves del Baskonia para conducirle finalmente hacia un triunfo incontestable. Junto a Enoch formó una sociedad letal que apagó el intento de rebelión fuenlabreño. El base ofreció un clinic en el timón que el pívot no desaprovechó a base de inteligentes finalizaciones.

Dos de dos para el conjunto vitoriano en un frente doméstico donde hasta el rival teóricamente más endeble puede estar en condiciones de tender una emboscada en cualquier momento. Los hombres de Ivanovic terminaron salvando los muebles con relativa comodidad pese a que el partido se convirtió en un campo de minas por culpa del descaro de un Fuenlabrada sin complejos.

La velada no respondió al guión esperado con los apuros de un Baskonia al que le costó imponer su mayor jerarquía, capacidad física y batería de recursos. El Fuenlabrada no le perdió la cara al partido e incluso metió el miedo en el cuerpo en el Buesa Arena con una inquietante renta en el tercer cuarto (51-59). Entre lesiones y ausencia de canteranos, Ivanovic apenas dispuso de una rotación de diez efectivos, aunque ello no debía haber supuesto un contratiempo para plasmar la superioridad.

El partido tuvo un elevado ritmo con un visitante fuenlabreño que aceptó el cuerpo a cuerpo y tuvo en el pujante Meindl -un alero a seguir en el futuro- a su principal faro para provocar serios desajustes en la defensa alavesa. El brasileño no fue el único foco de preocupación ante la facilidad con la que varios secundarios del conjunto del sur de Madrid profanaron el aro baskonista.

Fueron demasiados puntos en contra para lo que quiere un perfeccionista del trabajo de contención como Ivanovic, de uñas por la laxitud de sus pupilos en el uno contra uno, las ayudas a destiempo, las desatenciones en el cierre del rebote defensivo o la lentitud a la hora de correr hacia atrás.

Raventós trató de incomodar -siempre tras canasta- las evoluciones del Baskonia con una zona 2-3 que propició apagones realmente preocupantes. Entre los jugadores susceptibles de dar un paso al frente, Baldwin tan solo se sintió cómodo a campo abierto, Marinkovic y Fontecchio carecieron de pegada con una muñeca excesivamente agarrotada y Nnoko reincidió en su propensión a cargarse de faltas. Menos mal que, tras una discreta primera mitad, Costello sí despertó del letargo a base de triples liberados desde la esquina.

Tuvo que ser un recién llegado como Enoch quien mantuviera vivas las constantes vitales del Baskonia en el tercer cuarto con varias canastas consecutivas y una ardua labor de fontanería. El ex del Obradoiro, perfectamente alimentado por Granger, sostuvo por sí solo un juego interior demasiado tierno. Un triunfo sufrido que no podrá saborearse en exceso ya que a la vuelta de la esquina llega la visita al Olímpico de Badalona.