Dusko Ivanovic lo definió como "un bonito viaje" al término de la derrota ante el Valencia Basket que suponía el punto y final del encomiable trayecto continental. Al técnico montenegrino, poco dado a elogiar públicamente de esa manera tan efusiva a sus pupilos, no le faltaba razón. El Baskonia ha completado una de las Euroligas más conmovedoras y épicas que se le recuerdan, pero a la postre se ha quedado sin la recompensa de un billete para el Top 8 que ha acariciado hasta el último minuto de la jornada 34.
Eso es algo que conviene poner de relieve dentro de una glamurosa competición en la que ni es fácil hacerse un hueco ni resistir su extenuante ritmo. Tanto a nivel físico como mental, la Euroliga deja retratado a cualquiera, pero la respuesta del Baskonia ha sido admirable desde todos los puntos de vista. Contadísimos reproches se le pueden hacer a un grupo que ha rendido por encima de sus posibilidades, ha sido un ejemplo de competitividad pese a su escaso número y se ha vaciado hasta la extenuación en pos de un objetivo muy complicado.
Pese a lograr su récord de victorias desde el cambio de formato acometido por los rectores continentales en la campaña 2016-17 hacia un sistema de todos contra todos -las 17 selladas en aquella ocasión le sirvieron para ser séptimo-, el Baskonia ha visto cerradas esta vez las puertas del premio gordo. Sendas ajustadas derrotas ante el Anadolu Efes y el Valencia Basket en las dos últimas jornadas le han abocado a un desenlace cruel que no ha premiado sus incontables méritos.
Transcurridas ya algunas horas ya desde la caída en la Fonteta, tan solo hay palabras de elogio para describir la trayectoria de un equipo que, sin los medios ni recursos de otros, ha superado todos los límites imaginables. Las 18 victorias no han sido suficientes para que el Baskonia haya certificado el Top 8 más caro que se recuerda. Incluso cabía la opción de quedarse fuera con 19 en el colmo de la desgracia, pero esta Euroliga ha discurrido por unos parámetros totalmente inesperados debido al rendimiento muy por encima de lo esperado de conjuntos como el Bayern, el Valencia Basket o el propio Zenit.
Lo chocante de la óptima trayectoria azulgrana es que el Baskonia tan solo ha permanecido dos veces en posiciones de Top 8 desde el pistoletazo de salida. Fue tras la victoria en la jornada inaugural ante el Real Madrid y el éxito en Atenas ante el Panathinaikos en la antepenúltima que concretaba una épica remontada, traducida en aquel instante en nueve triunfos en diez partidos. La fatídica racha acontecida en el mes de enero se veía compensada así con una espectacular tacada de alegrías que hizo viable la compleja aspiración alavesa.
Sin embargo, casi todas las esperanzas se marcharon por el sumidero con la polémica derrota ante el Efes en el Buesa Arena en una velada mediatizada por la explosividad anotadora de Shane Larkin y, sobre todo, un arbitraje infame que tendió una alfombra roja al poderoso conjunto turco. La Euroliga tan lustrosa configurada en los despachos por Jordi Bertomeu aún acoge entre su organización a colegiados que respetan en demasía a ciertos clubes y el Baskonia lo sufrió ese día en sus carnes.
De lo que no hay duda es que el equipo dirigido por Ivanovic ha sido por muchos motivos uno de los indiscutibles animadores de la competición continental. Por su baloncesto tan vistoso, su espíritu de supervivencia y las toneladas de fe para creer siempre en el milagro, el Baskonia se ha ganado el corazón de muchos aficionados imparciales que se han sentado delante de la televisión. Y eso es algo para sentirse orgulloso.
Quien dude de los méritos del club azulgrana a la hora de sentarse año tras año en la mesa de los más poderosos, ha vuelto a quedar retratado. Eso sí, las limitaciones económicas para diseñar una plantilla más profunda han evitado el premio gordo de un pasaporte para el Top 8 que hubiese supuesto el quinto consecutivo tras la prematura suspensión de la Euroliga de la pasada temporada.
Desde la 2015-16, el inquilino del Buesa Arena siempre ha figurado entre los ocho mejores del Viejo Continente, aunque esta vez Ivanovic ha adolecido, por ejemplo, de un escolta más en el perímetro que le hubiese permitido ganar otra amenaza y disponer de un grupo más redondo. Ese hueco no rellenado al comienzo de la campaña tras la prematura rescisión de contrato de Khadeen Carrington se ha dejado sentir más de la cuenta, pero ni las arcas del Buesa Arena ni las de otros rivales directos se encuentran hoy en día para grandes dispendios tras los devastadores efectos provocados por la pandemia.
En algunos partidos ha faltado oxígeno con una guardia pretoriana de únicamente ocho efectivos. Y es que el técnico montenegrino únicamente se ha manejado con dos bases complementarios (Henry y Vildoza), un dos-tres que vale para un roto y un descosido (Dragic), el fiable Giedraitis, el todoterreno Sedekerskis, dos 'cuatros' muy versátiles (Polonara y Peters) y un fornido 'cinco' (Jekiri) que quedó fuera de combate en el peor momento posible.
Fall y Diop, por no hablar de los residuales Kurucs y Raieste, apenas han entrado en los planes de Ivanovic. Mientras tanto, otros transatlánticos europeos debían efectuar convocatorias al disponer de puestos hasta por triplicado. Aquí ha radicado el gran inconveniente del Baskonia, que disponía del ejército más escuálido de todos los implicados en la encarnizada pelea por el Top 8.
También han existido sonados contrastes en la ejemplar trayectoria alavesa. Las meritorias victorias en pistas como las del Real Madrid, Efes, Zenit y Armani han tenido su contrapunto en el discreto rendimiento ante tres equipos que, a priori, eran inferiores. Gran parte de las opciones de clasificación se esfumaron con aquellas seis derrotas -tanto en la ida como la vuelta- frente al Maccabi, Alba y Asvel, tres rivales muy lejos de las posiciones de privilegio que se indigestaron por completo. A estos niveles, cualquiera hace un descosido.