Será un cara o cruz en la última jornada. La Fuente de San Luis de Valencia dictará sentencia para un inmenso Baskonia, cuyas toneladas de casta y fe acabaron en la papelera de mala manera. El equipo vitoriano tuvo, a la postre, demasiados elementos en contra como para firmar una nueva hazaña en la Euroliga y depender de sí mismo la próxima semana en la capital del Turia. Ivanovic y sus guerreros están ya en manos de terceros, aunque pase lo que pase nadie podrá reprocharles absolutamente nada. La admiración de los suyos ya la tiene y, visto lo visto, también la de unos rivales que deben sudar sangre para enviarle a la lona.
Incluso la Euroliga le deberá una disculpa tras la actuación perpetrada por Javor, Pastusiak y Panther, tres árbitros que siempre barrieron para el gigante turco en caso de duda y le dieron la puntilla a un anfitrión azulgrana atormentado siempre por Larkin. El exbaskonista, un jugón de otro planeta al que Europa se le queda muy pequeña, fue el demonio que se interpuso en el camino del Baskonia hacia el Top 8.
Tras anotar dos solitarios puntos en la primera mitad, la rutilante estrella de Ataman entró en erupción gracias a un salvaje repertorio ofensivo. Nada nuevo en un base en otra dimensión. Entre sus eléctricos cambios de ritmo, su verticalidad en las entradas y su aluvión de triples, algunos de ellos con adicional, Larkin prolongó el suspense acerca del billete azulgrana para los cruces de cuartos.
El Efes contó con su jugador más desequilibrante en estado de gracia, también opuso una espectacular versión de Sanli bajo los aros y enseñó en el Buesa Arena que en el cuerpo a cuerpo ofensivo nadie está en condiciones de tumbarle, algo esperado. Lo que no fue de recibo fueron, antes de la prórroga rubricada por Vildoza sobre la bocina, algunas controvertidas decisiones arbitrales. Entre ellas, un tapón de Polonara a Moerman dado por bueno cuando el balón subía pese a las meridianas imágenes del Instant Replay, una clamorosa falta en ataque del timonel de Ohio sobre Henry, la increíble vista gorda tras los cinco segundos del Efes sin poner el balón en juego con 89-90... Pequeños detalles que van minando a cualquiera.
Todas las decisiones dudosas cayeron en contra de un Baskonia de nuevo con un corazón gigantesco. Capaz de agarrarse con uñas y dientes a un partido en el que siempre fue a remolque y de mirar a los ojos a un rival que le supera en número y talento, el conjunto azulgrana tuvo arrestos para forzar una prórroga en la que ya no daba para más. Vildoza estableció el 92-92 con un triple, pero el tiempo suplementario sobró. Extenuado física y mentalmente, el Baskonia acabó en las garras de Larkin, Moerman y compañía. Eso sí, cayó de pie y con todos los honores del mundo.
El Efes recordó por momentos al Buesa al equipo inalcanzable de la pasada temporada que iba lanzado a por el título hasta la aparición de la emergencia sanitaria. Un actor secundario como Sanli, que ha desplazado del primer plano a Pleiss, lideró las embestidas turcas antes de que los pesos pesados de Ataman alzaran la voz en el coliseo azulgrana.
Que el Baskonia llegara vivo al descanso ya fue una magnífica noticia teniendo en cuenta el adverso desarrollo de una primera mitad teñida de color turco. Ese 21-36 encendió las alarmas en las filas alavesas y precedió una encomiable reacción. Nuevamente los mejores minutos llegaron sin Fall ni Diop en cancha y con dos cuatros abiertos que buscaron las cosquillas de la defensa otomana con asistencia desde lo alto de la bombilla para una puerta atrás de un exterior.
El Efes paseó una pegada terrorífica, pero también realizó innumerables concesiones atrás que, por ejemplo, permitieron a Vildoza ser un anotador más reconocible y abrieron la puerta a la exhibición de Giedraitis tras el intermedio. El festival del desatado lituano puso en órbita al Baskonia a falta de dos minutos (80-76), pero entonces surgió el veneno triplista del Efes. Los 'misiles' otomanos neutralizaron ese tesoro conquistado por el conjunto vitoriano, acribillado por Larkin. El agotamiento físico y la devastadora facilidad anotara del norteamericano resultaron implacables para un anfitrión heroico. Sin embargo, todavía queda una bala en la recámara antes de la rendición definitiva de un grupo que merece un monumento.