La matinal se encaminaba irremediablemente en los primeros compases hacia una nueva tragedia, pero a la postre fue una balsa de aceite. Ni lo más viejos del lugar recordaban ya una exhibición tan apabullante. El Baskonia renació ayer en Las Palmas, donde tras ver las orejas al lobo en el cuarto inicial se enchufó a lo grande para terminar cortando las alas a un anfitrión de lo más inofensivo. Una desangelada puesta en escena amenazó con reproducir las pesadillas de toda la campaña, aunque los discípulos de Ivanovic se colocaron esta vez el traje de faena y opusieron la energía necesaria a la hora de recobrar la vieja sensación perdida de autoridad dentro de un partido.

El Gran Canaria, silbado en varias fases por sus fieles y que vio enterradas sus remotas opciones coperas, pasó de dominar con puño de hierro en los albores a verse reducido a escombros por un maratoniano azulgrana dispuesto a desquitarse de los últimos borrones. El Baskonia ganó y por fin convenció mucho tiempo después frente a un rival propicio por su tibieza y el caos que reinó en su juego. Creció paulatinamente desde una férrea defensa que le reportó óptimos dividendos al contragolpe, pero también se nutrió de la suficiencia en otros aspectos del juego donde no daba una a derechas como la supremacía reboteadora, el control del tempo o la pegada en el juego estático.

La segunda victoria en el zurrón desde que el técnico montenegrino asumiese el timón no sirve para cicatrizar las muchas heridas que deja una decepcionante primera vuelta, pero sí permite al Baskonia reengancharse a la pelea por el play off y afrontar con otra cara la doble cita de esta semana en Rusia. La tropa alavesa recuperó el aliento en una pista tradicionalmente hostil para sus intereses. Fue un balón de oxígeno para un plantel necesitado básicamente de confianza y autoestima con el fin de tratar de reconducir el maltrecho rumbo de la campaña más negra que se recuerda.

Cuando, transcurrido el minuto 6, el Gran Canaria había anotado todos sus ataques en medio de las fraternales defensas visitantes y era un ciclón de la mano de Harper y Shurna, nadie podía imaginar un desenlace como el que, a la postre, tuvo lugar en la bulliciosa pista insular. El Baskonia supo esta vez bajar al barro y detener su caída. Lo hizo con una actitud que se ha echado de menos en otros partidos y el veneno de dos jugadores un punto por encima del resto pese a que el más valorado en el día de ayer fuera Shields.

Henry mostró el camino al resto con su destajismo atrás y Diop, de nuevo en el primer plano tras su misteriosa ausencia ante el Fenerbahce, volvió a poner de manifiesto que es el cinco más estable de este equipo tan endeble bajo los aros. Mientras el base estadounidense amargó la existencia a Cook, un gran aliado con sus incesantes pérdidas de balón, el senegalés se soltó la melena en ataque con una producción inusual. Anotó tiros abiertos, buscó las cosquillas a sus pares en el juego de espaldas y acudió como nunca a la línea del tiro libre para lucir su buena muñeca.

Bourousis, retratado Al margen de capturar infinidad de rebotes ofensivos que le brindaron segundas opciones el tiro, el Baskonia también facturó muchas canastas fáciles en transición y empequeñeció a Bourousis, ya sin frescura en sus piernas y una sombra de aquel desequilibrante poste que capitaneó el último pasaporte azulgrana para una Final Four de la Euroliga. El griego quedó incluso en evidencia al quedarse corto en un salto para hacer un mate, prueba inequívoca de que su decadente físico ya no está para grandes alardes pese a competir una solitaria vez por semana. Okoye, el fichaje estrella local, deambuló como alma en pena y Katsikaris, un técnico bajo sospecha, apenas encontró argumentos para contener el desplome de sus pupilos.

El Baskonia tiró de orgullo y raza en busca de un triunfo balsámico que le devuelve algo de aliento. Poco importó la inestabilidad de una dirección en la que Sergi García fue una figura decorativa. Ivanovic innovó un día más con Janning e insistió durante algunos minutos con Polonara en el tres. Tras un triple de Cook (47-43), el partido únicamente tuvo un color. Con dureza y acierto a partes iguales, el equipo vitoriano descosió a un Gran Canaria incapaz de encontrar respuestas ante el dinamismo y el vértigo azulgranas. Mucho tiempo después, el Baskonia volvió a disfrutar y esa es una noticia que conviene celebrar.