Para abrir boca en la Euroliga, un triunfo más plácido de lo esperado. El bautismo en la máxima competición continental dejó un reguero de noticias positivas para un Baskonia más práctico y rocoso que brillante y estético. Por la vía de la laboriosidad, la tropa de Perasovic regresó de Kaunas con un triunfo por momentos incontestable. Dominó Fall desde la conmovedora intimidación atrás y las pinceladas de calidad corrieron a cargo del pletórico Shields, un punzón afilado que se ensañó con un Zalgiris muy disminuido respecto a campañas precedentes.
Sin necesitar una versión descollante ni destapar el tarro de las esencias con grandes exhibiciones en el plano individual, el Baskonia sí supo imponer la ley de sus férreos grilletes atrás frente a un anfitrión de lo más inofensivo que se vio atemorizado por los enormes tentáculos y la envergadura del gigante senegalés, el enésimo conejo de la chistera de Alfredo Salazar. El club vitoriano vuelve a tener un filón en esta muralla de 221 centímetros, que se sintió como en el jardín de su casa para convertir en pigmeos a todos los jugadores locales que merodearon la zona azulgrana.
Tan solo desde un óptimo trabajo de fontanería quedó justificado un triunfo indispensable para iniciar con buen pie la áspera andadura hacia el Top 8. A diferencia de años anteriores, todo hace indicar que muchos visitantes rascarán algo positivo en su visita al Zalgirio Arena, cuya espectacular atmósfera no fue suficiente para engullir a los alaveses. Con un gen destructor tatuado en la frente, cada ataque de los pupilos de Jasikevicius fue un suplicio, de ahí los pírricos guarismos locales en una noche donde únicamente el veterano francotirador Milaknis metió el miedo en el cuerpo en los albores del último cuarto.
limitaciones locales Frente al Zalgiris más pobre e impotente de la dorada era Jasikevicius, el Baskonia quemó con solvencia la primera de las muchas etapas de esta asfixiante Euroliga en el plano físico y mental. Salvo una pájara en el cuarto inicial, nunca estuvo en entredicho una victoria más sencilla de lo esperado. Ni siquiera los numerosos problemas para cerrar el rebote defensivo o la discontinuidad a la hora de ver el aro báltico dieron alas al conjunto lituano, colapsado por la extrema seriedad y la disciplina táctica visitante. Tan alto colocó el listón físico el maratoniano azulgrana que ningún integrante local dio con la tecla para superar la decena de puntos, un hecho ciertamente insólito en el baloncesto moderno.
Queda mucho camino que recorrer, pero Perasovic atesora buenos mimbres para tratar de colarse en la fiesta donde tan solo parece haber cabida para los clubes más opulentos. El técnico croata recortó un día más al máximo la rotación, pero su guardia pretoriana integrada por apenas nueve efectivos respondió con eficacia. Habrá días para el desenfreno anotador y otros, como ayer, en que se impone bajar al barro. Y eso fue lo que sucedió con un Baskonia con la mordiente justa, pero extremadamente físico, rápido de manos atrás -mención especial mereció Henry en esta faceta- y volcánico tanto a la hora de presionar las líneas de pase como de puntear los tiros.
Ayudaron de lo lindo las terribles limitaciones del Zalgiris en cuanto a talento, así como sus dudas en la dirección -el mexicano Alex Pérez decepcionó por completo y los mejores tiempos de Lekavicius ya han pasado-, pero ello no es óbice para resaltar la sobriedad, la constancia y la solidaridad de los vitorianos en las facetas menos vistosas. Pese a su falta de clarividencia y espesura de ideas en muchas fases, el Baskonia apenas sufrió algún tipo de cosquillas. Escaso en cuanto a alegrías ofensivas, puede que ningún aficionado guarde en la videoteca una victoria como la de ayer. Sin embargo, fue de un valor incalculable.
Para lo bueno y para lo malo, por ejemplo con sus cuatro errores desde la línea de personal, Fall contribuyó de forma decisiva al dominio azulgrana. El senegalés fue un visto y no visto en su primera entrada en cancha tras serle señalizadas dos faltas en apenas un minuto, pero su retorno amedentró al anfitrión. A base de tapones y cambiar infinidad de tiros, cortocircuitó un ataque báltico tremendamente previsible y en el que los tiros abiertos del australiano Landale, empeñado en sacar una y otra vez a la muralla africana de su hábitat natural, carecieron de precisión.
Trabajo de fontanería Fue un Baskonia más práctico y rocoso que vistoso y desatado en ataque. El conjunto vitoriano maniató al Zalgiris gracias a un poderoso trabajo defensivo que tuvo en Fall a su punta de lanza. Cada vez que estuvo el senegalés en cancha, los hombres de Jasikevicius vivieron un suplicio para anotar.
Shields y limitaciones locales El alero danés fue un cuchillo punzante que se ensañó con el cuadro lituano, incapaz de sostenerse en pie con un rendimiento paupérrimo en casi todas las facetas. Tras perder a hombres como Wolters, White y, sobre todo, Davies, pintan bastos este curso para el adversario azulgrana.