Vitoria - Las lesiones que han cercenado una plantilla que de partida ya no iba sobrada de recursos han sido el principal problema a lo largo de toda la temporada de un Kirolbet Baskonia que ha tenido durante meses a todos sus jugadores principales sobreexplotados y acumulando un esfuerzo detrás de otro sin apenas espacio para la recuperación. Como cada partido era más importante que el anterior, sobre todo en la Euroliga, Velimir Perasovic no ha dudado en ningún momento en regresar a ese baloncesto de los tiempos en los que él vestía de corto y no de traje y corbata. Entonces, el quinteto titular acumulaba la mayoría de los minutos y los equipos grandes lo eran porque contaban con un relevo de garantías en cada una de las tres posiciones: base, exterior e interior. Una tendencia que luego condujo a las diez piezas útiles doblando las cinco posiciones fundamentales y que ahora se ha convertido en plantillas incluso bastante más largas de las doce fichas que se pueden inscribir en el acta de cada partido. Durante los últimos meses, más que un equipo de finales de la segunda década del siglo XXI, parecía uno de los noventa. El núcleo fundamental no ha hecho más que acumular esfuerzos ante la ausencia de alternativas fiables cuando llegaron las lesiones, pero ayer el croata, en un encuentro que se preveía tan sencillo como lo acabó siendo al final, optó por estirar la rotación y repartir oportunidades entre todo su equipo, que ayer se iba hasta los once jugadores.

La gran noticia fue el regreso de Tornike Shengelia una vez restablecido de la lesión de rodilla que le ha mantenido en el dique seco durante prácticamente tres meses, pero antes de que el georgiano volviese a saltar a la cancha, la gran novedad fue la titularidad de Miguel González. El alero vallisoletano, que hasta la fecha había pasado de puntillas por la temporada, sacó ayer a relucir ese atrevimiento que muchas veces diferencia a los que avanzan en el mundo del baloncesto y los que, tras ser grandes promesas, se quedan por el camino. González fue el más usado por Perasovic (27 minutos) y anotó cinco puntos, además de realizar una defensa muy seria sobre Darío Brizuela.

Otro de los jóvenes que no acaban de dar el paso adelante esperado es un Tadas Sedekerskis que fue el último en aparecer en la cancha, ya cuando la ventaja estaba por encima de la veintena de puntos. El lituano dio relevo a Shavon Shields como alero y, tras errar dos tiros libres nada más salir, estuvo a un nivel muy alto con siete puntos en 12 minutos.

Eso sí, si una presencia sobre el parqué era esperada era la de Shengelia. El gran referente de este equipo, aunque sus compañeros han demostrado de sobra que pueden sobrevivir sin él, se encuentra ahora en su particular fase de adaptación. Físicamente ofreció buenas sensaciones y, muy importante, transmitió confianza en sus movimientos, siempre agresivos buscando el aro. Perasovic fue dosificando su presencia, pero al georgiano le dio tiempo en 17 minutos a anotar 11 puntos.

Los pesos pesados del juego interior, Johannes Voigtmann y Vincent Poirier, no llegaron ni a los quince minutos en pista, lo que aprovecharon el resto de integrantes de esa batería para lucirse. Y es que tanto Ilimane Diop -12 puntos en 18 minutos, aunque lastrado por sus cinco personales- como Julen Jones encontraron su espacio para destacar. Mención especial para el estadounidense -15 puntos en otros tantos minutos-, que fuee quien se encargó de encender la mecha de la ruptura en el marcador con su intensidad. Es uno de esos jugadores que no hacen prisioneros y que aporta un perfil diferente en un juego interior ahora de cinco elementos.

En una nueva fiesta anotadora ante el Estudiantes, los pesos pesados del equipos disfrutaron de mucho más descanso del acostumbrado, lo que fue aprovechado por los menos habituales para reclamar en el futuro un espacio mayor, al tiempo que Shengelia volvía al grupo para evidenciar que en poco tiempo volverá a asumir sus riendas.