Vitoria - Desgraciadamente, el repertorio de técnicas de tortura es muy amplio y a lo largo de la historia se han ido poniendo en práctica en todas sus vertientes. Sin embargo, desde anoche bien podría añadirse una nueva modalidad a este horrible catálogo. Al menos, en lo que hace referencia al apartado deportivo. El encargado de descubrirla, como no podía ser de otra manera, fue el Fenerbahce de Zeljko Obradovic. El entrenador más laureado del Viejo Continente se las sabe todas y ayer consiguió que sus jugadores reunieran grandes dosis de paciencia para desarbolar a su rival.
Una tranquilidad que permitió a la escuadra otomana mover la pelota a las mil maravillas hasta conseguir encontrar los resquicios de la defensa vitoriana. Y cuando parecía que los discípulos de Pedro Martínez habían conseguido llevar a sus adversarios hasta un callejón sin salida en el que estaban condenados a perder la pelota, como de la nada, de repente aparecía una inesperada alternativa para llevar el balón hasta el aro.
Cada canasta de este tipo, conseguida casi siempre en el último segundo de la posesión y tras un enorme esfuerzo azulgrana por evitarlo, se convirtió en un puñal letal que se clavaba en el cuerpo y alma del Baskonia. Y, desgraciadamente, fueran unas cuantas las que recibió a lo largo de los cuarenta minutos.
La mayoría de ellas durante la primera parte, cuando el Fenerbahce parecía tocado por una varita mágica y cada acción que intentaba la ejecutaba con el máximo acierto. Peor incluso tras el descanso, cuando el Baskonia elevó su nivel y redujo su desventaja en el marcador, se encontró de nuevo tropezando con la misma piedra.
Veinte segundos de gran defensa sobre las múltiples amenazas turcas y, en el último suspiro, en lo que en muchas ocasiones se antojaba un lanzamiento a la desesperada, una canasta en contra que echaba por tierra todo el trabajo anterior y que, además, añadía todavía más lastre al ya de por sí poco fluido ataque baskonista.
Para terminar de perfeccionar esta particular tortura, varias de estas desesperantes acciones tuvieron como colofón lanzamientos desde la línea de 6.75 o acciones de dos más uno, con lo que el castigo recibido por el Baskonia todavía era más doloroso. Una sucesión de heridas profundas que terminó provocando que el equipo se desangrase.