VITORIA. La suya ha sido una pelea estéril contra un rosario de problemas físicos y especialmente su dichosa cadera, de la que fue operado en febrero del 2016 y que desde entonces le ha llevado por la calle de la amargura. Quien fuera posiblemente el pívot más determinante y carismático de la historia del Baskonia, ganador de 2 Ligas ACB (2008 y 2010), 3 Copas (2004, 2006 y 2009) o 4 Supercopas y uno de los grandes estandartes de la época más dórada del club presidido por Josean Querejeta, confirmó ayer de forma oficial su retirada de las canchas.

Nacido en Joinville (Brasil) pero vitoriano de adopción tras su llegada con apenas 15 años a la ciudad que le vio crecer y madurar como pívot de campanillas antes de recalar en los Spurs de la NBA como un estrella rutilante en Europa, es el tercer ilustre de la historia reciente del club azulgrana que cierra su periplo como baloncestista. Recientemente ya lo hicieron otros iconos como Pablo Prigioni o Andrés Nocioni dejando una evidente sensación de orfandad.

El inexorable paso del tiempo resulta implacable hasta con los más grandes. A diferencia de los dos argentinos, Splitter lo hace de forma precipitada. Con tan solo 33 años, sin ofertas atractivas que le hicieran replantearse una decisión muy meditada y, sobre todo, tras una agonía lenta pero imparable desde que disputase su último partido oficial hace ya casi diez meses.

“Voy a dejar de jugar. Es una decisión que he tomado en los últimos meses. No es algo que desee, pero la lesión de cadera ha ido peor de lo que esperaba. Para mí, es un momento difícil porque dejo algo que he hecho durante toda mi vida, pero tras hablar con mi familia, mi mujer y con todo el mundo, llegó el momento de dejarlo”, reconoció Tiago en una entrevista a Globo Sport en su país natal.

Leyenda viva del baskonismo y protagonista de un crecimiento insospechado de la mano de su inseparable Iñaki Iriarte, su padre deportivo y el hombre que se convirtió en su permanente sombra desde los comienzos en Vitoria, Splitter llevaba mucho tiempo sin levantar cabeza. En 2016 arrancó su calvario tras una operación de cadera mientras militaba en los Hawks. En principio, debían ser ocho meses de baja para volver como nuevo, pero desde entonces todo el mundo le ha visto desgraciadamente como un exjugador abocado a la rendición. Prueba de ello es que la pasada temporada tan solo disputó ocho partidos con los Sixers, la franquicia que ha supuesto su última parada en la NBA.