- Apenas dos minutos de cortesía concedió la afición del Baskonia para que los hinchas del Herbalife Gran Canaria disfrutaran de su victoria sobre el correoso Fuenlabrada. Ese fue el breve lapso de tiempo que transcurrió hasta que, de repente, el Gran Canaria Arena se convirtió en el Buesa. Con una de las esquinas del pabellón insular absolutamente tomada por los colores azulgranas y muchos otros entremezclados por el resto del coliseo, una explosión muy conocida en estos torneos coperos surgió de la nada. Si hasta ese momento habían cedido el protagonismo a los seguidores locales -con lógica mayoría en número-, a partir de ese instante ejercieron su inmisericorde dictadura.
Todavía con los protagonistas del anterior encuentro sobre el parqué, únicamente se escuchaba ya el inconfundible grito de Baskonia, Baskonia. Cualquier espectador inexperto habría pensado que los ánimos respondían a la clasificación para las semifinales. Pero nada más lejos de la realidad. Todavía faltaba más de media hora para que los colegiados echaran el balón al aire en el duelo entre vitorianos y culés.
Si esa primera exhibición resultó impresionante, qué decir del momento en el que el combinado de Pedro Martínez hizo acto de presencia sobre la pista para comenzar el calentamiento. Una espectacular marea de bufandas al viento le saludó al tiempo que las más de mil gargantas baskonistas rugían con todo el aire que les permitían sus pulmones al ritmo marcado por la txaranga.
Una escena que apenas cambió durante los cuarenta minutos del encuentro. Pese a los lógicos altibajos propiciados por los vaivenes del juego y el marcador, la hinchada alavesa no dejó ni un segundo de convertirse en el sexto jugador sobre el parqué. Bien para llevar en volandas hacia una renta más elevada o para apretar los dientes cuando tocaba remar contra corriente. Y, como suele ser habitual, contó también con la ayuda del resto de aficiones, que escogieron el bando baskonista en lugar del culé.
Todo ello, eso sí, dentro del buen rollo que acostumbra a imperar entre las hinchadas en un evento como la Copa del Rey. Ni siquiera el amargor de la derrota final consiguió estropear la fiesta de los baskonistas. Evidentemente todos habían viajado a Las Palmas pensando en recuperar una Copa que hace ya casi una década que les es esquiva pero, en el fondo, tampoco era lo más importante. A la entregada afición azulgrana el resultado le da igual. Lo que de verdad desea es estar con su equipo en las buenas y en las malas.