luca Vildoza era el pasado lunes un hombre triste y derrotado en busca de consuelo. El tuit que escribió horas después de la victoria del Baskonia en el Principado de Andorra desprendía un aroma a profunda decepción por no entrar en los planes de Pedro Martínez. “Al final del día queda mi familia, mi novia y mi gente. Y eso es suficiente para mí, porque yo sin ellos, no podría ser feliz”, fue el mensaje hecho público a través de las redes sociales por el bisoño base argentino, que pretende refugiarse en el calor de sus seres queridos ante el delicado momento que vive a nivel profesional en la capital alavesa.
Como no podía ser de otra manera, no tardaría en recibir el apoyo de algunos aficionados baskonistas, deseosos de ver con más continuidad sobre la cancha a un timonel que en su primer año en el Viejo Continente está viviendo un tortuoso proceso de aprendizaje. No en vano, Vildoza ha pasado de ser el líder espiritual y la estrella indiscutible del Quilmes argentino a ser el último de la fila y poco menos que una figura decorativa en Vitoria.
Pues bien, por fin le ha llegado hoy la ansiada oportunidad que estaba esperando como agua de mayo para abandonar su ostracismo. La ausencia de Granger por molestias en su tobillo le abre de par en par las puertas para tratar de exhibirse en un escaparate de lujo como la Euroliga y gozar de los minutos que tanto se le resisten como azulgrana. El de hoy puede ser el punto de inflexión definitivo para saber si será una pieza de cierta utilidad en lo que resta de temporada o, en su defecto, constatar definitivamente que está demasiado verde para el desafío.
El pibe de Quilmes, como se le apoda en su país natal, está prácticamente inédito desde que arrancó el ejercicio. Durante la fatídica era Prigioni, sí gozó de cierta confianza en algunos partidos donde asumió el rol de revulsivo en la segunda parte, pero con el cambio de técnico sus apariciones se han producido con cuentagotas. Y las contadas veces que Pedro Martínez le concede la alternativa, Vildoza está dando la de arena con una inseguridad palpable en todas las facetas.
El suyo es un caso que reviste ya desde hace semanas una honda preocupación en el seno del Baskonia, que plegándose a los deseos de Prigioni le hizo un hueco en el actual proyecto y descartó una cesión a otro lugar donde podría haber gozado de una mayor continuidad. El albiceleste será en el Mediolanum Forum de Milán el escudero de un Marcelinho que a sus 34 años necesita ser dosificado y sobre el que obviamente no podrá recaer todo el peso de la manija del equipo vitoriano.