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Billete agónico. El Baskonia accede a semifinales, pero anida la sensación de que ha sido peor durante buena parte de la eliminatoria ante el Gran Canaria. El único tramo donde vio la luz tuvo lugar con dos bases en pista, ya que Laprovittola brindó orden y claridad en ataque. Dio toda su confianza a Sedekerskis en detrimento de un Blazic que esta vez tan solo actuó por espacio de seis segundos.
Indulto de Kuric. Al cañonero de Indiana le tembló la muñeca a falta de cuatro segundos y el Baskonia pudo respirar de alivio y conseguir la ansiada liberación tras un final taquicárdico.
Sin noticias de la columna. El Gran Canaria impuso siempre su ritmo y fue mejor durante muchos minutos que un anfitrión agarrotado y abandonado por su espina dorsal. Larkin, Beaubois y Shengelia estuvieron desaparecidos en combate.
Demasiados miedos. El cuadro vitoriano evitó de milagro las vacaciones prematuras en un duelo donde demostró que va al límite, sus fuerzas ya flaquean tras un curso agotador y sus cimientos son demasiado débiles para soñar con algo grande.
vitoria - Al Buesa Arena se le encogió el corazón y se le pusieron los pelos de punta. Los 10.638 espectadores que, según las generosas estimaciones del club, poblaron ayer las gradas de Zurbano contuvieron la respiración durante unos segundos terroríficos que se hicieron eternos. El tiempo que transcurrió desde que el balón salió disparado de las yemas de Kyle Kuric y por fortuna no encontró el camino del aro. Se quedó pinchado Hanga en el bloqueo del gigante Pasecniks y todos se temieron lo peor cuando el cañonero del Gran Canaria armó el brazo sin ninguna oposición. Pudo ser un puñal directo al corazón del baskonismo y el adelanto prematuro de las vacaciones, pero el anfitrión se libró del sonrojo y respiró de alivio al ver cómo al tirador nacido en Indiana le temblaba la muñeca y se quedaba con las ganas de erigirse en el héroe del respondón Gran Canaria. Fue una victoria hasta cierto punto amarga que no debe tapar otra desconcertante actuación del cuadro alavés, aliado con la fortuna para seguir vivo de milagro en la ACB.
Con agonía, suspense y las uñas en carne vivo tras unos padecimientos extremos. Sangre, sudores fríos y lágrimas, a la postre de satisfacción por el objetivo cumplido. Liberación absoluta para un Baskonia que amenazó con despeñarse hacia el vacío durante muchos minutos pero rescató un laborioso pasaporte hacia semifinales siendo inferior a su rival en el cómputo global de la eliminatoria. Pese a la titánica resistencia de un sobrio Gran Canaria que vendió muy cara su piel, el cuadro vitoriano pudo soportar a duras penas la presión inherente a su condición de favorito.
En la moneda al aire final, le indultó casi sobre la bocina el tirador más fiable de los insulares, el mismo tipo encomiable que superó hace poco una enfermedad malvada para continuar disfrutando del basket. La cancha de Zurbano enmudeció. Sin embargo, el misil de Kuric fue repelido por el aro y el rebote cayó en las manos de Larkin, que consumió el tiempo reglamentario sin recibir una falta visitante. Con anterioridad, un resoplido de alivió también invadió al personal con otro lanzamiento a cargo de McCalebb que se salió de dentro.
Un partido gobernado casi siempre por el Gran Canaria desembocó en un epílogo taquicárdica. Tres cuartos a remolque en el marcador obligaron al Baskonia a rubricar un ejercicio de supervivencia. En el tramo final pareció rehacerse gracias al orden impuesto por Laprovittola, protagonista indiscutible gracias a la apuesta por dos bases de Sito Alonso. Solo así encontró el preparador madrileño una fórmula redentora para remediar la escasa clarividencia. Para colmo de males, no hubo noticias de la espina dorsal: Larkin vivió un día aciago ante el aro rival y Shengelia estuvo más pendiente de peleas subterráneas con Báez que de otra cosa. Ledo, la última adquisición, pasó nuevamente de puntillas y Beaubois, un coladero atrás en el marcaje a Salin, también dejó entrever su falta de confianza.
El Baskonia estuvo en todo momento contra las cuerdas con sendos gélidos inicios de primer y tercer cuarto que permitieron al visitante soñar con la gesta (39-47). Al primer arreón canario replicó gracias a la precisión exterior de sus francotiradores. Sus seis primeras canastas de campo fueron triples ejerciendo Tillie como maestro de ceremonias. Cuatro de ellos llevaron la firma del francés, cuyo incesante pim pam pum sostuvo a un cuadro vitoriano alérgico como de costumbre a cuaquier tipo de amenaza interior. Tras el descanso, el equipo vitoriano resistió con más corazón que cabeza. Adoleció de continuidad, incurrió en graves errores defensivos, regaló de forma ingenua tiros libres por culpa de un pernicioso exceso de adrenalina... La cosa pintaba negra.
Sin embargo, el único tramo de lucidez a cargo de Larkin -falto de munición y, sobre todo, liderazgo en un día que dejó retratados a varios jugadores locales- le reportó una ventaja esperanzadora a falta de cinco minutos para el epílogo (69-64). Ni siquiera así pudo respirar tranquilo el Baskonia para pesadilla de su afición. El oficio de Báez a la hora de sumar desde el tiro libre y una pérdida de Laprovittola concedieron una última oportunidad al Gran Canaria. Pudo haber sido la cuarta eliminación en cuartos de final en las últimas cinco temporadas, pero la tropa de Sito se salvó finalmente de milagro. El cruce ante el Valencia Basket, otro conjunto en horas bajas y de escasa fiabilidad, ya está servido en busca de una final liguera la friolera de ocho años después.
Criticado en varias fases de la temporada, el argentino sacó las castañas del fuego en varios tramos críticos con una acertada lectura del juego. La apuesta por dos bases funcionó.