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No encontró recursos. Velimir Perasovic no tenía precisamente una papeleta sencilla en el día de ayer teniendo en cuenta el estado de su plantilla y lo complicado de hallar motivación para afrontar un encuentro que nadie quiere jugar. El croata trató de buscar diferentes fórmulas que permitieran a su equipo mantenerse vivo hasta el final pero lo cierto es que no encontró los recursos adecuados.
berlín - Dicen los especialistas que una de las maneras menos dolorosas de morir es desangrado. El fluido vital se va escapando poco a poco del cuerpo y, como consecuencia, el afectado comienza a entrar en una especie de somnolencia que le arrastra hasta el fatal desenlace. Así es precisamente como concluyó en la tarde de ayer el Laboral Kutxa su participación en esta Final Four de Berlín. Cuando al filo de las siete menos cuarto de la tarde sonó la bocina que marcaba el final del duelo frente al Lokomotiv, hacía ya unos cuantos minutos que no quedaba ni una sola gota de sangre en la reserva física y anímica del conjunto vitoriano. La contienda de semifinales contra el Fenerbahce le había hecho consumir la mayoría de su depósito, y en la final de consolación compareció con menos litros de los necesarios para poder afrontar con garantías los últimos cuarenta minutos de la competición continental por este curso.
Su adversario, en cambio, llegó mucho más entero a la cita y únicamente tuvo que esperar a que el paso del tiempo y la hemorragia abierta en el cuerpo azulgrana terminaran de hacer su efecto. Algo que se produjo a partir del tercer cuarto, cuando el Lokomotiv apretó el acelerador de su rendimiento defensivo y ofensivo y el Baskonia no fue capaz de encontrar respuesta.
Hasta entonces, el duelo había discurrido por los cauces esperados. Con un pabellón despoblado en el que casi únicamente la fiel e inasequible afición azulgrana ocupaba sus asientos y se dedicaba a animar a sus hombres, ambos contendientes dieron inicio a las hostilidades contagiados de ese frío ambiente. El partido maldito de cualquier Final Four es siempre un incómodo compañero de viaje y resulta harto complicado encontrar un resquicio de motivación con el que encararlo cuando apenas cuarenta y ocho horas antes uno ha recibido el varapalo de quedarse fuera del encuentro en el que se decide el título.
En ese escenario de casi nulo atractivo y comparecencia obligada por las normas del torneo, el Laboral Kutxa, fiel a su estilo, fue el que antes dio con la tecla para conectarse al partido. De esta manera, Adams firmó la primera canasta y, a partir de ahí, fue el combinado vitoriano quien estuvo al mando de las operaciones -aunque por estrecho margen, eso sí- durante los minutos iniciales. En un periodo caracterizado más por los errores que por los aciertos, fueron Davis Bertans (con dos triples) y Darius Adams quienes mantuvieron al equipo dentro de la batalla. Sin embargo, para cuando se llegó al final de este cuarto inicial, el Lokomotiv ya había conseguido darle la vuelta al marcador y demostraba que quería pelear por el tercer escalón del podio en su primera comparecencia en una Final Four.
Una iniciativa que se mantuvo inalterable con el arranque de los segundos diez minutos. El Baskonia trataba de seguir el ritmo moscovita pero sus piernas y sobre todo su cabeza comenzaban a dar ya claros síntomas de pesadez. La cada vez mayor pérdida de sangre en su organismo pasaba factura y unos movimientos habitualmente mecánicos se convertían ahora en esfuerzos casi sobrehumanos.
Pese a todo, tiró de coraje para no desengancharse e incluso llegó a protagonizar un amago de escapada con seis puntos consecutivos de Darius Adams (un triple más una canasta de dos con tiro libre adicional convertido) que instalaron un esperanzador 40-35 en el marcador.
Fue, sin embargo, el último estertor de un cuerpo al límite de su resistencia. El demarraje final del ciclista que sabe ya de su inmediato desfallecimiento pero que busque un último guiño del destino que premie su descomunal esfuerzo. No funcionó. El Lokomotiv respondió al golpe sin excesivos problemas y alcanzó el descanso únicamente dos puntos abajo (42-40).
En la reanudación, el castillo baskonista comenzó a desmoronarse poco a poco como cuando el agua del mar inunda las construcciones de arena infantiles. Ataques espesos sin encontrar la manera de llegar al aro, piernas bloqueadas que no permiten llegar a defender a los inspirados Delaney Broekhoff, el habitualmente inconmensurable Bourousis incapaz de deshacerse de los grilletes del cuadro ruso, falta de acierto en el tiro... En definitiva, una concatenación de elementos que provocaron el definitivo colapso del edificio vitoriano.
Lo que en cualquier caso no desaparecieron en ningún momento fueron la garra y el esfuerzo por regresar a la vida. Ante la falta de más alternativas, Darius Adamas se propuso hacerlo en solitario a base de lanzamientos de larga distancia pero solo pudo ya estrechar algo el marcador. El Baskonia estaba desangrado hacía mucho. Lo había dado todo antes. Al menos, tuvo una muerte dulce.
Sin estar especialmente acertado en la dirección, el base estadounidense fue casi la única
referencia ofensiva ayer del Baskonia durante los 40 minutos y se fue hasta los 25 puntos.
Agotado. El tremendo desgaste que supuso el encuentro de semifinales frente al Fenerbahce provocó que el Baskonia afrontara la final de consolación en la reserva de energías físicas y anímicas. Un agotamiento que le pasó factura ante un adversario mucho más fresco en ambos apartados.
Sin las referencias habituales. A excepción de Darius Adams, que se convirtió casi en el único arma ofensiva del Laboral Kutxa ante el Lokomotiv, el conjunto vitoriano estuvo huérfano de sus referencias habituales, que no pudieron brillar. Bourousis y Hanga, por citar dos ejemplos, se fueron a 8 y 3 de valoración.
Cuando el oxígeno llega con dificultad a la cabeza y las piernas, la toma de decisiones siempre se resiente y acostumbran a multiplicarse los errores. Eso le sucedió ayer al Laboral Kutxa, que presentó un expediente de nada menos que 15 pérdidas de balón.