Otra noche de fiesta y otra noche para soñar. En apenas cuatro días, Baskonia volvió a pegarse un homenaje de aúpa ante su afición, esta vez ante el poderoso, al menos sobre el papel económico, Kimhki ruso, del que abusó sin ninguna compasión hasta casi alcanza el centenar de puntos. Y eso que lo ocurrido en el primer tiempo ni mucho menos hacía pensar en un desenlace similar. Más bien todo lo contrario. Baskonia escogió para la ocasión el peor de sus disfraces, el más vulgar, y cedió en prácticamente todas las facetas del juego. Sus jugadores pecaron de individualistas, el juego se complicaba en cada ataque, los rebotes en las dos bombillas brillaban por su ausencia y el agujero defensivo era de armas tomar hasta el punto de que al descanso, los de Perasovic se llevaron 45 puntos.

Sin embargo, algo debió ocurrir en el descanso porque, de lo contrario, resulta difícil explicar la cara B que el equipo ofreció a partir del tercer cuarto en comparación con su flojísima primera mitad, donde, como se decía, no hubo ni rastro de las facultades que esta temporada viene acostumbrando Baskonia tanto cuando juega como local como de visitante. A esas alturas del partido, Perasovic enfiló el camino hacia los vestuarios con cara de muy pocos amigos, sabedor del pobre partido que habían jugado sus chicos, sin embargo acabó la noche con un gesto de enorme satisfacción por la capacidad de reacción demostrada por un plantel que desquició al multimillonario equipo ruso a base de corazón, lucha y artillería pesada.

Porque si lo visto en los primeros dos cuartos sobre un desamparado Buesa tras la protesta de silencio del grupo Indar fue la imagen de un conjunto incapaz, nimio y defensivamente muy débil, la mutación de la segunda parte demostró la versatilidad de este equipo con independencia del rival que tenga delante. Quizá la entrada en escena de Indar, que elevó la temperatura del pabellón, unido a la sorpresa del Brose al derrotar a Olympiacos, terminaron por provocar una corriente de optimismo que, a la postre, resultó determinante. El primero que asumió ayer el mando de la, hasta entonces desgobernada nave azulgrana, fue Causeur, que rompió el partido al comienzo del tercer cuarto con varios triples que acabaron con las malas sensaciones y varias faltas provocadas. Fue su cordura en la lectura del juego la que provocó el contagio en el resto, especialmente en el profesor Bourousis, desconocido en el primer tiempo hasta que tocaron tambores de guerra. En ese momento, el pívot más determinante ahora mismo en Europa, entró en ebullición y no levantó el acelerador hasta que firmó 16 puntos, 12 rebotes y cinco asistencias. Al tiempo que la inercia provocada por estos dos faros aplastaba sin compasión al Khimki, otra serie de escuderos como Bertans, James o Adams se sumaban a la causa de un movimiento que ayer resultó imparable. Con todo el equipo metido de lleno en el último tramo del partido -hasta siete jugadores de los diez ayer disponibles sumaron por encima de +10 de valoración-, Baskonia trituró al combinado ruso no ya solo para recuperar el basketaverage sino para presentar sus credenciales de cara al inminente e increíble Top 8 del que Peras, aún, no quiere oír hablar.

Dos de los principales responsables de la Federación croata de baloncesto, los exjugadores Vrankovic y Radja, presenciaron ayer el encuentro ante el Khimki. En principio, ambos quieren convencer a Perasovic para que siga al frente de la selección balcánica.