Vitoria - Sarunas Jasikevicius ya tenía alma de entrenador cuando vestía de corto y capitaneaba con puño de hierro a sus equipos. Nadie discutía su autoridad, ni siquiera los numerosos técnicos que le dirigieron a lo largo de sus 16 años en el profesionalismo. Era un líder de los pies a la cabeza, de los que desgraciadamente ya escasean y los líricos del deporte de la canasta sienten nostalgia. Dominaba como nadie el tempo de juego y mostraba unos nervios de acero a la hora de escoger la mejor opción: una asistencia, una penetración o un lanzamiento exterior. Cuando el equipo rival planteaba problemas, el genio de la lámpara nacido en Kaunas siempre encontraba las respuestas perfectas para desatascar cualquier partido. Con permiso del prodigioso Spanoulis, no ha existido una figura con más dotes de mando que él en el Viejo Continente a lo largo de la última década y media.
De ahí que nadie se llevara las manos a la cabeza el pasado 13 de enero cuando el Zalgiris, de capa caída e inmerso en una pésima dinámica, le promocionara como primer técnico tras la destitución de Gintaras Krapikas, del que había sido su mano derecha durante los dieciocho meses anteriores. A sus 39 años, le ha llegado prematuramente la oportunidad en el equipo de toda su vida. Saras, como se le ha apodado siempre, es oriundo de Kaunas, aunque únicamente militó en el club de su ciudad en su último ejercicio en activo, el 2013-14. Antes de emigrar al extranjero, había dado sus primeros pasos a finales de la década de los 90 en el conjunto de la capital Vilnius, donde habita un enemigo irreconciliable como el Lietuvos Rytas.
Jasikevicius afronta ahora la peliaguda misión de reflotar al próximo rival del Baskonia, sumergido en uno de los momentos más delicados de la historia. Acechado por las deudas y obligado a vender para sobrevivir -recientemente traspasó a su estrella Kalnietis al Armani italiano-, no vive precisamente una época de bonanza este Zalgiris venido a menos y huérfano de grandes extranjeros. Tras tocar el cielo en 1999, año en que se coronó campeón de Europa con el menudo Tyus Edney como principal estrella, ya es incapaz de poner en aprietos a los grandes transatlánticos europeos.
Sin embargo, su tradición y su vitola de emblema de un país donde el baloncesto es considerado una religión le han valido una licencia A para la nueva Euroliga impulsada por Jordi Bertomeu y que entrará en vigor a partir de la próxima campaña. Sus opciones en el actual Top 16 se han esfumado por completo tras una discreta vuelta inicial en la que únicamente ganó, y contra todo pronóstico, al Olympiacos en el Zalgirio Arena. También viene de recibir un jarro de agua en la Copa de su país al sucumbir (67-57) en la final ante el Lietuvos. “Puede decirse que no es el mejor momento por la situación del equipo, por la salida del entrenador anterior, por el grupo del Top 16 realmente exigente y por la marcha del base titular (Kalnietis), lo que nos ha hecho mucho daño. Pero estábamos en una dinámica muy mala y este es un negocio en el que, por desgracia, nunca se sabe lo que puede pasar”, remarca Jasikevicius sobre su reciente promoción en el cargo.
zeljko y pascual, referentes A corto-medio plazo no lo tendrá fácil como director de orquesta de un equipo cuya espina dorsal también es la base de la selección lituana, vigente subcampeona europea. Con otro histórico del baloncesto nacional, Darius Songaila, y el exjugador Darius Maskoliunas como asistentes, quien fuera legendario timonel ya ha dejado entrever en algunas entrevistas su perfil como hombre fuerte del banquillo. Solo el tiempo determinará de lo que es capaz en esta nueva faceta.
“Creo que un entrenador debe entender a los jugadores, pero también debe ser exigente. Es una combinación. Mucha gente tiene miedo al cambio y no quiere arreglar las cosas o espera a que suceda algo. Los grandes entrenadores intervienen inmediatamente y no pierden el tiempo. Todos los buenos técnicos, cuando se presenta un problema, lo solucionan inmediatamente. Obviamente, también debes haber adquirido algo de experiencia. En mis cuatro o cinco últimas temporadas como jugador ya pensaba un poco como entrenador. Siento que estoy preparado porque cogí mucha experiencia a las órdenes de los mejores. He aprendido mucho de Obradovic y Pascual”, revela Saras, cuyo territorio durante algún tiempo también fue la NBA sin terminar de cuajar en los Pacers ni en los Warriors.
Ganador de cuatro Euroligas con tres equipos diferentes -una con el Barcelona y el Panathinaikos, además de las dos con el Maccabi-, nueve Ligas en varios países, campeón de Europa con su selección en 2003 y bronce en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, Jasikevicius pisará mañana por primera vez como técnico el Buesa Arena, una cancha que siempre ha mostrado un respeto casi reverencial por los grandes nombres de la canasta. Y este genio lituano que impartió incontables lecciones de saber estar al frente del timón siempre tendrá un hueco reservado en el olimpo del baloncesto.
“Me siento preparado y sin ninguna presión. Este año y medio como segundo me ha servido para ver lo que funciona. Estoy disfrutando y tan metido en esta profesión como cuando era jugador. Al final los que deciden son los jugadores, pero también tengo claro que un entrenador puede aportar mucho si dedica tiempo a preparar bien los partidos”, reconoce Saras, el nuevo jefe del Zalgiris hasta junio de 2018.