Vitoria - El titánico esfuerzo del Baskonia acabó sin recompensa. Remar y remar hasta la extenuación para al final estrellarse contra la más aplastante lógica frente a un muro de hormigón. Agarrarse al faro descollante de Adams y sus triples inverosímiles para ahogarse en la orilla de forma cruel. Se vació y acarició el conjunto vitoriano la gesta, pero le faltó el último aliento para satisfacer un objetivo casi imposible. Los partidos taquicárdicos y a cara de perro se resuelven con golpes de genialidad y en la adinerada plantilla del CSKA sobran los tipos altaneros que se bastan por sí solos para apagar cualquier incendio. El Laboral Kutxa entró en el último minuto con una esperanzadora ventaja (72-71) tras un esfuerzo monstruoso. Restaba lo más difícil, el descabello, y entonces salió a relucir la clase de unos y las indecisiones de otros. Si en el aro local Weems y De Colo firmaron dos penetraciones asombrosas, en la acera de enfrente fue una pelea desigual de un desquiciante James contra el mundo.
Carente de aire en los pulmones y muy desgastado por los grilletes rusos, el Laboral Kutxa careció en el epílogo de la pócima exitosa para ver recompensados sus brillantes méritos anteriores. El partido se le hizo eterno, minuto a minuto vio cómo un dragón de múltiples cabezas le iba cortando la respiración y reventó en el peor momento. Adams se empeñó en prolongar el fino halo de vida con canastas imposibles, pero finalmente sucedió lo inevitable. Paso atrás en la pelea por los cuartos de final continentales, aunque este interminable trayecto todavía promete emociones fuertes si la tropa de Ibon Navarro conserva el gen competitivo exhibido ante tan descomunal rival.
Sin complejos, con determinación y una fe ciega en sus posibilidades. Así arrancó la velada un anfitrión alavés con el colmillo afilado y dispuesto a prolongar su hechizo continental en este Top 16. La interminable colección de estrellas en el bando ruso no hizo amilanarse de inicio a un Baskonia encendido y con ganas de reivindicarse tras el aciago derbi. La prueba de ello fue un primer cuarto arrebatador, donde incluso se permitió el lujo de endosar un parcial de 13-0 al conjunto más caro de Europa. Fueron unos minutos de ensueño, presididos por un ritmo asfixiante en los dos aros que destapó la fragilidad del gigante ruso.
Itoudis colocó un quinteto impactante por la altura de todos sus integrantes (Weems, Kirilenko, Vorontsevich y Kaun), pero la respuesta azulgrana fue correr y correr hasta reventar. El Baskonia comenzó a talar el árbol ruso a base de imponer sus inconfundibles señas de identidad. Merced a fugaces costa a costa, siempre con la firma del siempre elegante Causeur, y numerosas canastas en transición, se colocó al inicio del segundo cuarto en una situación idílica (33-17). Era ver para creer.
Para acrecentar su dominio y conformar un cóctel explosivo que enloqueció a una grada ya de por sí entregada, añadió la precisión de un cirujano desde el perímetro, limitó las pérdidas y ejerció un sorprendente poder intimidador debajo de los aros con un insólito número de tapones. Los grandes estiletes del CSKA, cuyas estrellas mostraron su perfil más humano, fueron desactivados en líneas generales. Hasta el punto de que debieron ser dos de sus numerosos lugartenientes de lujo (Fridzon y el guerrillero Korobkov) quienes edificasen sus mejores momentos y sacaran las castañas del fuego. La mayor decepción para los presentes resultó un envejecido Kirilenko, deformado por su falta de tono físico y su ostracismo de los últimos tiempos en la NBA.
El fulgor y desparpajo de los compases iniciales comenzó a evaporarse a medida que transcurrieron los minutos. Embarró el coloso moscovita el juego, adquirieron excesivo protagonismo unos colegiados siempre proteccionistas con el poderoso y los nubarrones hicieron acto de presencia. El aro se hizo diminuto en el tercer cuarto, donde la defensa visitante se convirtió en un campo de minas. Entre los minutos 20 y 27, no pudo sumar el Laboral Kutxa ninguna canasta en juego y sólo sobrevivió a base de tiros libres. Comenzó entonces a vivirse el final de un bonito sueño, materializado en un epílogo desconcertante donde James se peleó contra molinos de viento.
Una digna resistencia. El Baskonia recobró su buena línea previa al derbi vasco y tuteó al CSKA hasta el último suspiro. Tras el adverso resultado, la apuesta final por James resultó un error y posiblemente debió oxigenar a Adams en un algún tramo del partido para que llegase más fresco al epílogo. En cualquier caso, pocas oportunidades más propicias tendrá en el futuro el equipo vitoriano para derribar a un rival de este calibre.
Alimentó el sueño de la proeza ante un muro de hormigón con canastas inverosímiles. Una actuación descollante a nivel individual pero sin capacidad para hacer mejores a los compañeros.