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Alta orfebrería. El Baskonia prolongó una jornada más su estado de gracia en el Buesa Arena con una actuación descollante. El vitoriano parece haber concedido ya los galones de la titularidad a Adams, con más sentido del pase que James, e hizo un reparto equitativo de los minutos. Hasta los residuales hermanos Diop gozaron de su cuota de protagonismo en los últimos minutos.

Una máquina perfecta. Fue el Baskonia un equipo desatado que acometió la defunción insular siendo fiel a su eléctrico patrón de juego y enhebrando un baloncesto de alta factura.

Fantasía de Adams. El base estadounidense, llamado a ser el titular en detrimento de James y más cerebral que su compatriota, lideró un monólogo espectacular en el que no faltó ningún ingrediente. Su clarividencia destrozó al Gran Canaria.

Todos enchufados. La exhibición estuvo endulzada por la excelente contribución de varios peones de Ibon Navarro. Iverson, un coloso en defensa que maniató a Tavares, y Shengelia, desatado en las transiciones, rayaron a un nivel estelar.

vitoria - Exhibición de principio a fin salpicada de buenas dosis de espectáculo y portentosas apariciones individuales, aguijonazo mortal de necesidad a un rival que figuraba dentro de las peores pesadillas y ascenso por primera vez en la temporada a los puestos de play off. Es el magnífico legado que dejó un partido sobresaliente en el que el Baskonia destrozó varios récords -el de anotación y triples, por citar los más llamativos-, recuperó el adverso average de la ida al Gran Canaria y certificó su devastador poderío con un repertorio maravilloso. No sólo los modestos de la ACB abandonan ya el Buesa Arena con el rostro desencajado, sino también cuadros apañados como el canario que fue despedazado por un vendaval y manó sangre ante la magia de los virtuosos locales.

Tras varias temporadas de sopor y sinsabores, cada partido del Baskonia constituye una bendición para los ojos. Su chispa, sus arranques temerarios, la voracidad de un baloncesto volcánico y el devastador caudal ofensivo bien merecen pagar una entrada. Nadie puede desviar la atención, ya que en un santiamén es capaz de causar un destrozo y despegarse en el marcador merced al fuego a discreción de sus salvajes pistoleros. Su última víctima fue el Gran Canaria, reducido a escombros en otra tarde disputada a pecho descubierto que constató las numerosas virtudes azulgranas y cicatrizó la herida abierta por la dolorosa derrota en Estambul.

Como en los últimos compromisos domésticos, el Laboral Kutxa destapó su instinto depredador para desarbolar a una de sus bestias negras en la historia reciente. Cuando confluyen una velocidad endiablada y la precisión propia de un cirujano, no hay antídotos para reducir a los alaveses. Ni siquiera un estratega de los banquillos como Aíto atesora fórmulas consistentes que capeen un temporal en forma de canastas de todo tipo. Frente a un Gran Canaria inofensivo que vio rota su racha de victorias ante los vitorianos, Adams lideró un magistral monólogo que entusiasmó al poco público presente en Zurbano. En un día repleto de efervescencia que motivó una interminable retahíla de ovaciones, no faltó ningún ingrediente para apañar una ensalada exquisita.

Fue el Baskonia una máquina perfectamente engrasada que jugó como los ángeles, hizo uso de sus velocistas para minar el orgullo insular a la carrera y contó con la despiadada erupción de sus francotiradores. En definitiva, una tarde-noche para el recuerdo que deparó jugadas de fantasía y agigantó la silueta de un equipo que ya compite contra cualquiera y es capaz de facturar un baloncesto de elevados quilates. En esta ocasión, no se vieron reproducidos los fantasmas de los recientes partidos ante el Gran Canaria, convertido en un juguete roto y avasallado por el estado de gracia de un anfitrión con la confianza por las nubes.

Desatado, agarrado a la célebre electricidad de la que hace gala para comer la moral del adversario y con un sobrenatural índice de acierto, no tardó el Baskonia en abrir hueco y dejar claras sus intenciones. Las muñecas de Bertans y Adams entraron rápidamente en calor para poner en órbita al conjunto vitoriano, que acometió la defunción insular con sus inconfundibles señas de identidad. Mediante un ritmo supersónico, posesiones vertiginosas y un voraz juego en transición, el inquilino del Buesa Arena se siente como pez en el agua y ayer tuvo lugar el enésimo capítulo de un frenesí seductor para los paladares más exigentes.

El único conato de rebelión de los amarillos se produjo mediado el segundo cuarto, aunque los oportunos cambios de Ibon Navarro sirvieron para reinstaurar el dominio azulgrana. Con el ingreso de Adams y Bertans, se apagó rápidamente la llama de un Gran Canaria que acusó la baja de Newley y apenas impuso el efecto Tavares. El gigante caboverdiano se topó de inicio con la sombra de Iverson y no existió. El espíritu del poste estadounidense volvió a ser elogiable. En un colectivo repleto de dinamitadores, obreros de este calibre valen su peso en oro. Con el paso de los minutos, la clarividencia de Adams y la voracidad de Shengelia endulzaron un festín arrollador que hizo viable la aparición de los hermanos Diop en el epílogo.

Shengelia también hizo méritos para copar este cuadro, pero el estadounidense dirigió a la perfección una afinada orquesta. Imparable desde la larga distancia y asistencias de fantasía.