COPA DEL REY de málaga

la de Málaga será su vigésimosexta Copa del Rey. Es la voz del Baskonia desde hace un cuarto de siglo. En su haber tiene la friolera de más 1.500 retransmisiones con Radio Vitoria en las que ha cantado los éxitos y también algún sonado fracaso de un equipo al que sigue sus pasos con una rectitud y profesionalidad intachables. Pocos mejor que Rafa Muntión, un clásico del periodismo vitoriano que recibió en su día la insignia de brillantes del club en reconocimiento a su incansable labor, para ilustrar los encantos de un torneo en los que sus ojos han visto de todo. Las alegrías predominan sobre alguna decepción dentro de unos recuerdos entrañables que ha querido compartir con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA en vísperas de hacer la maleta con destino a la capital de la Costa del Sol.

A tierras andaluzas, como otros enviados especiales, se llevará "tres mudas" porque, pese al delicado momento que vive el Laboral Kutxa, confía en que la cita prevista en el Martín Carpena sirva para prolongar la buena racha de resultados que tradicionalmente ha cosechado el inquilino del Fernando Buesa Arena en un evento dotado de un encanto especial. "La primera es la primera en Granada", evoca Muntión en alusión al primer título conquistado en 1995 en la edición nazarí. "El equipo ya se estaba mostrando en Europa. Aquella Copa con Manel Comas empieza a deparar la transformación del club y forjar el conocido Carácter Baskonia, pero conservo otros bonitos recuerdos", precisa este singular "contador de partidos", como él mismo se autodefine.

Si hay una competición que incentiva el ánimo del baskonismo y ha servido para mantener bien alto el prestigio azulgrana, ésa no es otra que la Copa. Seis títulos conquistados en Granada (1995), Valencia (1999), Vitoria (2002), Sevilla (2004) y los dos de Madrid (2006 y 2009), sin obviar otras tres finales perdidas, adornan un palmarés solo mejorado por el Joventut -ocho coronas- y, por descontado, los dos grandes. Sin embargo, el idilio con este título empezó a forjarse, a juicio de Muntión, hace justo dos décadas. La accidentada edición celebrada en 1994 en el San Pablo sevillano, inolvidable por las caricias entre Ramón Rivas y Tony Massenburg o la aparatosa caída de Marcelo Nicola tras realizar un mate en la semifinal ante el Estudiantes, marcó un antes y un después a la hora de vivir este título con una pasión exacerbada. "Se rompió un aro en el calentamiento y estuvimos una hora esperando al inicio del partido mientras había un currela y 80 ingenieros para arreglarlo. La afición empezó en ese momento a dar vueltas al pabellón creando una atmósfera especial. Se vio entonces que a la gente de Vitoria le gustaba el cachondeo y esto fue a más con los años", explica.

Salvo el anfitrión, el equipo más apoyado en las gradas siempre es el Baskonia, cuya masa social proporciona un colorido especial en un ambiente de máxima cordialidad con los seguidores procedentes de otros lugares. Cualquier sacrificio es válido con tal de que el equipo sienta el aliento. El baloncesto constituye, a menudo, la excusa perfecta para vivir unas jornadas de diversión. "Hay gente que pide vacaciones y cambia los turnos porque los cuatro días de la Copa son sagrados. El aficionado la vive de forma distinta y va a pasarlo bien, aunque lógicamente desea ganar", confiesa.

Uno de sus peores recuerdos data de la edición de 1998 en Valladolid. El Baskonia, dirigido en aquel instante por Scariolo, fue eliminado en el duelo inaugural por el Pamesa tras una espectacular primera vuelta. La Copa acostumbra a ser una caja de sorpresas y siempre favorece la resurrección de los tapados o aquellos equipos que, como ahora sucede con la formación alavesa, comparecen inmersos en un tremendo bache de juego y resultados. "Hicimos apuestas de cortarnos el pelo con algún jugador como Radunovic. Nos lo íbamos a teñir de amarillo si ganábamos. Fue perder y volver a casa junto con Garaialde con un cabreo de la leche. Luego, el MVP para Rudy en Sevilla también fue una injusticia. Se lo merecieron Scola o Nocioni, lo que pasa es tenía mucho tirón mediático", lamenta.

Nostalgia de los iconos En su retina también se agolpan otras escenas inolvidables como las memorables canastas de Elmer Bennett y Pete Mickeal que sirvieron para conquistar las coronas de 2002 y 2009. Eran unos dorados tiempos en los que el Baskonia, gracias a la militancia de iconos conocidos por todos, tuteaba a los grandes y comparecía en la Copa con la certeza de que se subiría el domingo al cajón de los ganadores a poco que las cosas fueras rodadas. "Esa generación de Scola, Splitter y compañía ya no va a volver. Nos hemos dado cuenta un poquitín más tarde. A Luis le conocimos siendo el tercer pívot y ahora está jugando 40 minutos en la NBA. Cuando se fue Perasovic, tuvimos a Macijauskas, Rakocevic... Hemos tenido liquidadores en la posición de dos, en la de uno nos acordamos todos de Pablo Laso, pero luego pasaron por aquí Calderón, Bennett y un Prigioni al que creo que en ocasiones se le infravaloró. Hemos tenido equipazos. Perdimos una Euroliga contra los mejores Maccabi y Kinder de la historia", alaba Muntión con nostalgia. Ahora los tiempos han cambiado y el Laboral Kutxa vive, posiblemente, el momento más delicado de su historia reciente con una galopante pérdida de identidad. De ahí que esta Copa aparezca en el horizonte como una ocasión ideal para recuperar parte de la comunión perdida entre el equipo y la grada. "El público es consciente de las limitaciones de la plantilla, porque ha bajado prestaciones y la calidad no es tanta. La gente, eso sí, sabe que el Baskonia tiene que ser algo más de lo que es. Esa es un poco la discusión, pero el equipo es más de lo que está demostrando. Lo que se quiere es lucha y dar el cien por cien, porque en caso contrario con estas limitaciones no se puede competir", admite.

Muntión es un viejo rockero del periodismo con ganas de seguir dando guerra y de vivir en las futuras Copas unas renovadas emociones fuertes. A sus 56 años confía en que todavía le quede cuerda para seguir cantando nuevos éxitos y poder pasear por Orozko -una tierra donde el Bilbao Basket cuenta con un gran número de seguidores- con el pecho henchido. "¿Si me voy a cansar de esto? Eso no es una decisión mía, sino de la emisora. Si estoy con fuerzas y me preguntan si quiero, yo seguiré. Cuando me jubile, no me aburriré porque en mi casa tengo un terreno, una huerta... Para matar el gusanillo tendré que hacer como todo el mundo: de tertuliano, cobrando o sin cobrar", bromea Rafa, para quien lo peor de su profesión son los madrugones y las interminables esperas en los aeropuertos. "Te dejan baldado".