Vitoria. CUando acontecen derrotas dolorosas como la de ayer, llega el momento para la autocrítica y se tiende a señalar con el dedo a algún culpable a nivel individual. Si el Baskonia desperdició ayer una ocasión inmejorable de sentenciar por la vía rápida su billete para semifinales fue, en líneas generales, por un cúmulo de despropósitos colectivos a la hora de gestionar los tres últimos minutos de la confrontación. La tropa de Tabak quedó descabezada en la dirección en el preciso instante que Heurtel, notable a la hora de alimentar a los pívots pero exhausto por el esfuerzo, pidió el cambio al técnico croata con un momentáneo 60-64 en el marcador. Con el controvertido Cook al frente de las operaciones, el Gran Canaria forzó de manera impensable la prórroga gracias a un parcial de 7-3 coronado con dos tiros libres de Nelson. Ya en el tiempo suplementario, el francés retomó el control del timón con un acierto diametralmente opuesto y sus alocadas decisiones arrastraron, en parte, al grupo hacia la derrota que iguala el cruce de cuartos.

A la milagrosa resurrección del combinado insular también contribuyeron, sin embargo, otras desafortunadas acciones azulgranas. Lampe coronó su aciaga actuación durante toda la matinal con un doble error de bulto impropio de un baloncestista de su caché. Después de que Toolson desperdiciara dos triples para poner a su equipo por delante, el Laboral Kutxa dispuso de una posesión decisiva para convertir el CID en un funeral. A apenas un metro del aro y llegando de cara a la canasta, el polaco se topó incomprensiblemente con el aro local. En su intento de atrapar el rebote, el de Lodz incurrió en una absurda falta a Nelson que provocó su eliminación y, como el conjunto de Tabak ya estaba en el bonus, regaló dos tiros libres al anfitrión. El versátil cuatro de Pedro Martínez niveló (67-67) el marcador desde la línea de 4,70 metros ante la algarabía del bullicioso público local.

La fatalidad no quedó ahí, ya que el Baskonia dispuso a renglón seguido de una nueva ocasión para sellar el objetivo de la victoria. Con diez segundos por disputarse, el técnico barcelonés ordenó a sus pupilos hacer falta para reservarse el último tiro. Al Baskonia le costó encontrar un jugador desmarcado en el saque de banda y, en contra de la voluntad de todos, el balón llegó a las manos de Pleiss, que fue enviado astutamente por un integrante amarillo a la línea de personal. Al bisoño poste alemán, que había rayado a un excelente nivel imponiendo su espigada figura atrás y extrayendo petróleo del pick and roll con Heurtel para anotar con facilidad en ataque, le tembló su muñeca en el peor momento. La presión ambiental le pasó factura y, al igual que sucedió con Beirán en el choque del Buesa Arena, erró los dos tiros libres. Si en el caso del teutón se antoja el clásico pecado derivado de su juventud e inexperiencia, Lampe reprodujo viejos episodios en los que su falta de contundencia debajo de los aros hace un flaco favor a los intereses corales. Si el teutón tuviera la clase del polaco y éste se aplicara con la intensidad y entusiasmo de su joven compañero, seguro que surgiría el interior perfecto.