Cuando su legendario padre decidió colgar las botas un 27 de abril de 1999, él apenas contaba con 7 años. Pese a esa inmadurez derivada de tan corta edad, ya tenía claro que el baloncesto se había apoderado de sus genes y que seguiría los exitosos pasos de su progenitor, el gran culpable de que al TAU Cerámica de Bennett, Espil y Beric se le escurriese de las manos contra todo pronóstico a finales de la década de los 90 aquella liga de infausto recuerdo ante el TDK. Como le ha sucedido a otros jóvenes, el peso de un apellido histórico le persigue desde el momento en que dio sus primeros pinitos en el mundo de la canasta, pero ello no ha sido óbice para que Joan Creus junior se haya asentado en la ACB nada más cumplir las 21 primaveras.

Hijo de una de las bestias negras del Baskonia, una figura emblemática del baloncesto estatal y del actual secretario técnico del Barcelona, la gravísima lesión de rodilla sufrida por Javi Rodríguez le ha permitido desde finales de febrero abrirse un hueco en el casi desahuciado Manresa, ahora conocido como La Bruixa d'Or tras el reciente acuerdo de patrocinio firmado entre la entidad del Bagés y la administración de lotería. La pasada temporada disputó simbólicamente un partido con el Barcelona, club poseedor de sus derechos, y este curso militaba en el conjunto catalán de la Adecco Oro hasta que recibió una desesperada llamada de Jaume Ponsarnau para auxiliar una dirección de juego cogida con alfileres.

La ACB, con 30 años de antigüedad, cuenta ya con algunos casos de padres e hijos que han disputado algún minuto en el torneo. Además de bisoño timonel nacido en Granollers, en la actualidad hay otros cuatro jugadores -Álex Abrines, Nacho Martín, Javier Beirán o Guillermo Hernangómez- que toman parte en la misma competición donde sus progenitores ya dejaron su sello. El Real Madrid también acogió varios casos en el pasado como Clifford y Sergio Luyk; Wayne y David Brabender; o Pepe y Pablo Laso. En el Joventut, los hermanos Rafael y Tomás Jofresa siguieron la estela de su padre, José Manuel, del histórico Picadero. Juan Martínez Arroyo vio debutar a sus hijos, Pablo y Gonzalo, en el Estudiantes. En el Barcelona, Víctor Sada sucede a su progenitor, Adolfo.

En el caso de Joan Creus junior, nació en el año olímpico en el seno de una familia en la que el baloncesto lo representa todo. Su abuelo Jaume fue jugador y técnico; su padre y su tío eran profesionales; su madre, Candy, entrenadora, y su hermana mayor, Sandra, jugadora. Joan es el tercero de la estirpe que viste los colores rojos del Manresa. Mientras su padre lideró la histórica conquista de una Liga y Copa para uno de los modestos de la ACB, su tío Jordi también vistió la elástica catalana durante diez temporadas.

Desde el día en que vino al mundo, se diría que ha escuchado de fondo el bote del balón, aunque únicamente ha sido su perseverancia la que le ha dado la oportunidad de codearse con la elite. "La influencia de los padres siempre es importante para cualquier niño pero llega un instante en el que tienes que tomar tus propias decisiones y, cuando lo alcanzas, debes tener muy claro que estás dispuesto a sacrificarte y esforzarte por una profesión a las que debes dedicar todo tu tiempo", reconoce Creus, que se ha convertido en una pieza decisiva de los sucesivos ascensos protagonizados por el Barcelona.

En Manresa, donde ya ha disputado un total de siete partidos con unas medias de 4 puntos y 1,6 asistencias, va de menos a más. Sus inicios nos fueron fáciles en un equipo que está virtualmente descendido a falta de cinco jornadas para el epílogo de la fase regular, pero su ayuda resultó fundamental para que el adversario del Caja Laboral salvara la pasada semana su primer match ball ante el Murcia en el Nou Congost. Con 11 puntos en 19 minutos y un pleno en sus tiros de campo, la vetusta pista del Bagés retrocedió varios años atrás al ver cómo, igual que hacía su progenitor, el pequeño Joan les llevaba en volandas hacia una victoria imprescindible.

"Soy consciente de que las comparaciones están ahí desde que era pequeño y de que son algo inevitable, pero nunca me han afectado. En alguna ocasión, he tenido que escuchar que estaba ahí por mi padre y eso me ha llenado de fuerza para demostrar que valgo por mí mismo y que no he tenido a nadie dándome facilidades. Nuestros estilos han sido muy diferentes", se sincera. En un escenario de relumbrón como el Fernando Buesa Arena, donde su padre impartió infinidad de lecciones bajo su anterior denominación de pabellón Araba, tendrá una oportunidad inmejorable para consagrarse. Para igualar o superar a su narigudo padre, eso sí, aún le queda un largo camino por recorrer.