hace poco más de veinte años, a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa, la ciudad croata de Split, a 365 kilómetros de Zagreb, sirvió como escenario de uno de los cuentos más maravillosos de la historia del baloncesto europeo. Cuando Yugoslavia todavía era un país unido, un par de años antes de que estallara el conflicto de los Balcanes, la Jugoplastika enamoró al continente con un juego espectacular, dinámico, avanzado a su tiempo. Dos de los protagonistas del partido de esta tarde formaron parte de aquel equipo legendario que conquistó de manera consecutiva tres títulos de la Copa de Europa (1989-1991). Boza Maljkovic gobernaba desde el banquillo en las dos primeras campañas. Su discípulo, Dusko Ivanovic, formaba parte de aquel mítico quinteto junto a Velimir Perasovic, Dino Radja, Goran Sobin y Toni Kukoc, la gran estrella de una plantilla que completaban en el banquillo otros excelentes jugadores como Sretenovic, Tabak, Zoran Savic, Naglic o Naumoski.
En Croacia todavía se sueña con tomar el testigo y devolver la grandeza perdida a un país en el que el baloncesto es religión y donde un tipo llamado Drazen Petrovic ejerció como profeta. El Cedevita, club fundado poco después de que la Jugoplastika cerrara su triplete mágico, en 1991, siempre ha tenido un referente claro. Surgido en un suburbio de Zagreb, Botinec, por unos amigos que querían jugar en una liga entre equipos de barrio de la capital, su ascenso ha sido meteórico. En 2002 accedió a la máxima categoría del baloncesto croata y poco a poco se fue haciendo hueco hasta certificar este verano, con su pase a la Euroliga tras haber disputado la final de su torneo doméstico, lo que hace no demasiado parecía una quimera.
Al igual que la Jugoplastika, la base de este Cedevita está compuesta por jugadores croatas. Diez de los dieciséis componentes de la actual plantilla nacieron en el país. De los otros seis, tres pertenecen a otras repúblicas surgidas tras la escisión yugoslava. Hay un macedonio, un serbio y un bosnio. Y sólo tres extranjeros: el francés Gelabale y los americanos Green y Wright.
Cualquier comparación con la mítica Jugoplastika podría parecer exagerada. Y lo es. Pero en el país se aprecia mucho el proyecto. Prueba de ello son los técnicos que en su corta etapa en la élite han dirigido al equipo. Antes que el veterano Maljkovic, estuvieron al frente el antiguo seleccionador yugoslavo Slobodan Subotic o Alexander Petrovic, hermano del profeta.