Vitoria. El Baskonia es un club inquieto por antonomasia que vive pendiente de lo que ofrece el mercado y acostumbra a modificar su plantilla mediada la temporada. Esta campaña no ha sido una excepción y Dusko Ivanovic se ha visto obligado a utilizar la friolera de 17 jugadores desde que se desataron las hostilidades. Varias razones de peso han influido para que el montenegrino no haya podido contar hasta la recta final de la fase regular con un grupo estable. Entre ellas, figuraron la grave lesión de cadera padecida por Maciej Lampe durante la pretemporada que obligó a replantearse la negativa inicial a incorporar fichajes procedentes de la NBA con la llegada de Kevin Seraphin, los mayúsculos fiascos que supusieron Joey Dorsey y Reggie Williams, cuya difícil aclimatación y problemas en la rodilla le abrieron la puerta de salida, el fugaz paso de Goran Dragic tras levantarse el lockout y la escasa aportación de dos temporeros como Matt Walsh y Vladimir Golubovic que pasaron con más pena que gloria por la capital alavesa.
El club azulgrana ha rehecho por enésima ocasión sobre la marcha su plantilla con la vuelta a primeros de febrero del elegante poste polaco y la glamourosa contratación acometida hace unas semanas de un viejo icono como Andrés Nocioni, con el que en principio se cierra el capítulo de altas para afrontar el asalto al título liguero a no ser que se produzca una inesperada lesión. La mejoría de los tocados Prigioni y San Emeterio, cuyos respectivos problemas en el hombro y de pubalgia parecen haber remitido del todo tras un oportuno parón, cierra una rotación de diez efectivos, más el concurso testimonial de Unai Calbarro, con los que salvo sorpresa habrá que jugarse las habas en el play off por el título que arranca a finales de la semana que viene.
Los hombres de la vieja guardia han vuelto a sostener el edificio, habiendo sido Teletovic la principal referencia anotadora del colectivo con 16,3 puntos de media. La dirección de juego ha estado marcada por el liderazgo del incombustible Prigioni, un maestro del timón a punto de cumplir las 35 primaveras, y la bisoñez de Heurtel, todavía sin las suficientes horas de vuelo para dar relevos de calidad. En el perímetro, San Emeterio ha estado por debajo de su primoroso nivel de la pasada campaña, mientras que Oleson y Ribas se mostraron demasiado intermitentes a la hora de erigirse en el killer que perforase el aro rival en los momentos críticos. Ese comodín llamado Nemanja Bjelica, a más con el paso de las jornadas, compatibilizó su presencia como alero y falso cuatro, lo que también motivó el costoso reciclaje de Milko Bjelica a una posición de cinco puro donde el montenegrino se siente incómodo y fuera de su hábitat natural. Demasiado movimiento, en definitiva.