Vitoria. La mano salvadora de Prigioni resolvió ayer un thriller en el Iradier Arena y premió los méritos de un Baskonia incansable que, si bien siempre figuró en el retrovisor de su rival, halló a la postre la justa recompensa a su destajista esfuerzo para remontar un partido completamente perdido. A poco menos de dos segundos, y con una entereza digna de elogio tras vivir con anterioridad un calvario a la hora de anotar sus lanzamientos exteriores, el base argentino firmó una canasta de oro que sepultó las esperanzas de un Olympiacos dominador con claridad durante los treinta minutos iniciales. Fue el emocionante epílogo de un partido luchado de poder a poder que afianza al Caja Laboral en el liderato del grupo A y sienta definitivamente las bases de una plácida clasificación hacia el Top 16.
Un meritorio pleno de victorias para un conjunto que, a falta todavía de un juego consistente que le permita erigirse en una sólida alternativa a los títulos, conserva la casta y el amor propio que le insufla su indomable vieja guardia. Mientras se sigue esperando como agua de mayo que las flamantes caras nuevas aporten algo positivo al engranaje, tuvieron que ser otra vez los hombres de siempre quienes sacaran las castañas del fuego en un momento crítico. El Olympiacos, dotado de menos estrellas pero con un convincente espíritu grupal, enrojeció los mofletes hasta el cuarto definitivo a base de un baloncesto disciplinado y de extraer petróleo a los incesantes errores de un anfitrión preso de la ansiedad, una defensa contemplativa y su errática carta de tiro.
Pero en diez minutos finales rebosantes de pundonor y un desenfreno total, el Baskonia obró una remontada que se intuía inviable. Ribas inoculó su espíritu defensivo a unos aletargados restantes elementos y Teletovic exhibió sus dotes como francotirador para mantener vivas las esperanzas. Hasta que otros integrantes pidieron la palabra en el epílogo. Prigioni comenzó a hacer carburar al colectivo, San Emeterio recuperó el toque de distinción de antaño y Seraphin -excesivamente fogoso a la hora de cometer faltas ingenuas- se dejó sentir en la zona. Por contra, el Olympiacos se refugió en la magia de un Spanoulis solo ante el peligro. El veneno mortal del estilista escolta heleno amenazó con conducir el duelo a la prórroga tras un estratosférico triple, pero Prigioni evitó in extremis el suplicio de otros cinco minutos agónicos que hubiesen colocado al Iradier Arena al borde de la histeria colectiva.
un amo y señor claro Desde el salto inicial, el conjunto heleno impuso su hegemonía. Con Papadopoulos ejerciendo como boya interior y repartiendo juego a raudales para sus compañeros, la defensa baskonista hizo aguas por todos los costados. Las ayudas largas para hacer un dos contra uno al orondo poste dejaron sistemáticamente a un tirador visitante completamente solo. Así que los triples en contra fueron minando paulatinamente la resistencia azulgrana. Antic, Keselj y Spanoulis carecieron de antídoto por parte de un Baskonia que, a remolque desde los albores del partido, inició una feroz lucha contra el reloj frente a un forastero más compacto, ordenado y, sobre todo, con las ideas más claras.
Ivanovic había planteado un novedoso cinco inicial con una cuerda exterior inédita compuesta por Prigioni, Williams y Nemanja Bjelica, pero el Caja Laboral reincidió en los mismos errores que abanderan su frágil silueta en este inquietante arranque de temporada. El estadounidense y el serbio quedaron relegados nuevamente al ostracismo, igual que un Dorsey cuyas primeras sospechosas apariciones no invitan a nada positivo. Fue una lucha desigual entre un reloj suizo como el Olympiacos y un grupo deslavazado incapaz de encontrar la pausa.
El duelo discurrió por unos derroteros peligrosos hasta que el conjunto vitoriano se desmelenó tras el descanso. La fluidez ofensiva creció muchos enteros de la mano de Teletovic y Ribas encendió la chispa para recobrar la fe. Ivkovic se encomendó únicamente al descomunal talento de Spanoulis, que prolongó la agonía hasta los últimos segundos. Prigioni, el hombre que ha estado en tela de juicio desde su fichaje en verano, recogió el balón, avanzó raudo hacia el aro rival y, con la serenidad de un veterano con la cabeza bien amueblada, ajustició a un Olympiacos que se ahogó en la orilla.