Vitoria. Cuando un equipo camina por la cuerda floja en los instantes finales de un partido tan igualado como el de ayer ante el Olympiacos cualquier ayuda es poca. El Baskonia lo sabe, su afición lo sabe y Dusko Ivanovic lo sabe. Por eso, cuando el entrenador montenegrino se sentó ante la prensa para valorar el triunfo cosechado contra los helenos, no perdió la oportunidad de agradecer el apoyo de los siempre fervientes baskonistas presentes ayer en el gélido Iradier Arena.

"Los aficionados nos han ayudado muchísimo cuando las cosas no nos estaban saliendo bien. En la segunda parte pudimos mejorar la intensidad, y una vez conseguimos tomar el mando del partido todo fue mucho más fácil para nosotros", valoró el entrenador montenegrino, un poco enfadado -al menos en la escala Ivanovic- con la defensa que sus pupilos realizaron a Lazaros Papadopoulos, que entre otras cosas a punto estuvo de romper la cadera de Joey Dorsey con un movimiento digno de sus mejores años. "En los entrenamientos habíamos preparado la defensa contra él, pero una cosa es entrenarlo y otra cosa es estar preparado para ejecutarlo durante el partido, y ahí fue un cero", deslizó el preparador balcánico, satisfecho de cualquier forma con la tercera victoria en otros tantos encuentros de Euroliga.

"Es un triunfo muy importante porque nos acerca a nuestro objetivo de entrar en el Top 16", incidió el técnico, que sin embargo también quiso lanzar sobre la mesa los puntos que no le gustaron del duelo ante el cuadro de Dusan Ivkovic. "Me ha sorprendido mucho la poca agresividad e intensidad defensiva del primer cuarto. Aunque luego nos hemos repuesto, debemos buscar mantener esa intensidad durante los cuarenta minutos, pero es cierto que a veces quieres y no te sale", concluyó finalmente Ivanovic.

Prigioni y Ribas Por su parte, el héroe de la velada, Pablo Prigioni, se mostraba pletórico tras la que sin duda fue su primera gran noche en esta segunda etapa en Vitoria. Su canasta a falta de 1.7 segundos del final será difícil de olvidar. "Podía haber anotado antes alguna canasta pero me estaba volviendo loco porque no metía ninguna. Estaba tirando como un cabrón y no entraba ni una, así que estaba bastante frustrado. En el descanso he estado pensando más relajado y he decidido centrarme en ayudar en la defensa y en el robo de balones. Al final el destino ha querido que tuviera el último tiro y me voy feliz", se congratuló el argentino. Por su parte, Pau Ribas, excelso en su defensa y clave en el resurgir del equipo alavés en la segunda mitad, admitió que el triunfo había costado "muchísimo". "A base de desgaste y trabajo hemos sido capaces de remontarles, y con esa canasta de Pablo al final hemos conseguido vencer", apuntó.