Vitoria. La eterna rivalidad entre el Baskonia y el Real Madrid no permite hablar nunca de amistosos. Por mucho que ayer se vieran las caras a finales de septiembre con motivo del Trofeo Diputación, siempre surgen rencillas entre los jugadores que permiten saborear las victorias, los aficionados continúan buscando una cabeza de turco para centrar su ira -Reyes ha cedido ya el testigo a Rudy como la figura más odiada- y se intenta propinar el primer golpe psicológico de cara al futuro. No es que el equipo vitoriano lograra dicho propósito tras un encuentro de escasa calidad, pero al menos firmó un aseado papel que, quizá, destierre el clima de pesimismo generado a su alrededor durante este verano.

Más obligado que el forastero a ofrecer una buena impresión en el bautismo del Iradier Arena, el Caja Laboral se mostró ayer más incisivo en búsqueda de una victoria que invita a llenar la maleta de un moderado optimismo. Ese compromiso moral de inaugurar la acondicionada plaza de toros con un éxito de prestigio pesó en el subconsciente de una plantilla con ganas de agradar y recibir un voto de confianza de la reticente grada ahora que se discute la calidad del incompleto grupo reunido. Probablemente adolezca de los nombres rutilantes de antaño que enamoran al personal, pero a falta del ingreso de los lesionados (Williams y Lampe) y de un pívot de campanillas, Ivanovic puede haber encontrado gladiadores para combatir la falta de carácter acreditada durante el pasado ejercicio. Sacrificar estrellas a cambio de impulsar el juego colectivo y ganar en ardor defensivo, ingredientes que se echaron de menos más de lo debido.

La temporada no hace sino dar sus primeros coletazos, los equipos intentan afinar unas maquinarias desengrasadas y el objetivo reside básicamente en acumular kilómetros en unas piernas más pesadas que de costumbre. Fue el típico choque previo al comienzo liguero, con un predominio evidente de los errores sobre los aciertos, presidido por los ataques espesos y en el que Pablo Prigioni recibió el indulto del baskonismo. Ha bastado un partido ante su exequipo para que el timonel argentino, recibido con división de opiniones en la presentación y despedido con una ovación atronadora al dejar la pista, exhiba el liderazgo que se presuponía. Pese a que todavía debe encontrar un socio para ejecutar su célebre pick and roll -su conexión con Seraphin en el tercer cuarto constituyó de lo mejorcito de la tarde- y sus automatismos con los compañeros son inexistentes, el de Río Tercero ya ostenta las llaves del equipo para hacer y deshacer a su antojo.

Bajo su notable dirección y bien secundado por el corazón indomable de San Emeterio, un pulmón imprescindible en un grupo con varias piezas sin excesiva sangre, el Caja Laboral halló los antídotos necesarios para reducir a un rival directo. De los nuevos, un revolucionado Heurtel protagonizó altibajos en la dirección, el recién llegado Seraphin aportó contundencia bajo los aros y Milko Bjelica acreditó serios problemas para atajar a pares más físicos. Entre la vieja guardia, Ribas encendió la chispa defensiva, Oleson dejó unos simples fogonazos y Nemanja Bjelica no rehuyó la pelea con Rudy. El margen de mejora de todos ellos se antoja todavía grande.

Como aspecto más negativo, el duelo retrató la fragilidad interior de un anfitrión necesitado de un pívot como el comer. Pese a que Tomic, Begic y las restantes torres blancas extrajeron petróleo con cuentagotas de esas limitaciones, el juego azulgrana careció en muchos tramos de equilibrio. Sin elefantes pesados y hombres capaces de actuar de espaldas al aro y liberar espacios para los exteriores, hoy en día resulta imposible asaltar títulos. Y el eventual Seraphin, que protagonizó un interesante estreno, constituye un recurso insuficiente. En función de su identidad, se podrá cuantificar con más exactitud las opciones del nuevo proyecto. Si el Baskonia purga la ausencia de un interior, Pablo Laso también tiene asignaturas pendientes. Con Sergio Rodríguez y Llull como solitarios peones en la dirección, su futuro se presenta repleto de sombras. Hasta los bolsillos más ricos malviven para cubrir todas las necesidades.