¿Esperaba que los clubes de la ACB dieran semejante golpe sobre la mesa para cambiar el modelo de gestión?

Tal vez lo primero que habría que preguntarse es por qué se ha llegado hasta aquí, el porqué de esta rebelión. Tal vez se ha intentado de otra manera, más serena y tranquila, y no han sido escuchados desde la dirección y no se ha podido cambiar nada. Y eso ha provocado esta situación. La rebelión quizá se tenía que haber planteado de otra manera para no llegar a una situación traumática como la que nos encontramos, en la que pase lo que pase los cambios no serán planteados desde la serenidad. No parece que sea la mejor forma de intervenir y transmitir cierto sosiego, todo lo contrario.

¿Considera positivo entonces que sean los propios equipos los encargados de marcar su camino?

Nunca debió dejarse que no fueran los clubes los que tomaran las decisiones. Deben ser ellos los que pongan unos gestores, que por algo son los propietarios, pero aquí ha sucedido todo lo contrario y nos encontramos con que tal vez se dio excesivos poderes a la ACB, o la longevidad de determinadas personas acabó por desenfocar los objetivos que se tenían. La realidad es que se ha dado un puñetazo encima de la mesa, pero hay que tener cuidado para que si los clubes toman las riendas no sea con una intención manipuladora. Que ellos gestionen sus propios recursos, perfecto, pero hay que tener cuidado por si lo que se pretende por parte de algunos es meter mano en temas como el arbitraje.

Hace unos días el secretario de Estado para el Deporte amenazó con una Liga sin extracomunitarios si no se protege a los jugadores españoles. ¿Le convence a usted la nueva figura del 'jugador de formación'?

Me parece un disparate que no se promueva la participación del jugador español. Eso le da fuerza a una competición. Ahora bien, tampoco estoy de acuerdo con el sistema que ha existido hasta ahora, el de cupos, y la obligación de que haya cuatro o cinco jugadores seleccionables. Eso ha hecho que el producto se encarezca porque no hay tantos jugadores interesantes, o porque los representantes se aprovechan de las circunstancias para pedir un dinero que está muy por encima del mercado. Tendría que haber un tope salarial para el jugador español. No se puede pagar un disparate de dinero por auténticas medianías sólo por el hecho de cumplir una cuota obligatoria. Es disparatado desproteger la figura del jugador nacional, pero también lo es tener que pagar un dineral a un jugador que no te va a dar rendimiento.

Los más críticos sostienen que este nuevo marco de contratación afectará al futuro de la selección española.

Es una cuestión numérica. Si hay dieciocho quipos en la ACB los importantes, como el Baskonia, se quedan con los españoles buenos y los modestos con los más accesibles para su presupuesto, pero si a partir de ahora no tienen por qué ser españoles no lo serán, vendrán de otro país. Con competitividad el jugador nacional crece, pero va a llegar un momento en el que crecerán tres o cuatro y ya está. Buscar ese marco de libertad total porque esto es una organización privada y hago y deshago como considero no es bueno, y por eso entiendo las palabras del secretario de Estado, porque es una decisión que puede poner en riesgo el futuro del baloncesto español.

¿No es partidario de que se impongan una libertad total para contratar a cualquier jugador, como desean muchos equipos?

Muchos dicen que la libre circulación es buena y no afecta al jugador español porque el que es bueno de verdad siempre llega. Pero no tiene por qué ser así siempre. No todos los clubes tienen esa capacidad o esa visión para apostar por un jugador que no te va a dar un rendimiento inmediato como un fichaje de donde sea. Afectará a la selección sin ninguna duda.

Pero la realidad es que las canteras de muchos equipos, y el propio Baskonia es pionero en este aspecto, están formadas cada vez más por jugadores de fuera que son captados siendo muy jóvenes pero se adaptan a la idiosincrasia del club.

Con esta nueva figura puede suceder eso, que se forman jugadores desde jóvenes en la cantera, o que lo hagan en su casa pero con algún tipo de una vinculación con el club que tenga su propiedad, por ejemplo. Así pueden surgir jugadores de formación de vete tú a saber donde. En mi opinión, todo esto es una huida hacia delante que denota un cansancio por parte de algunos clubes por tener que estar aguantando un modelo en el que sienten totalmente encorsetados. Entiendo su demanda, pero no nos hacemos ningún bien general.

Volviendo a la crisis de identidad que azota la ACB, una de las propuestas que parecen haber quedado enterradas pasa por instaurar una competición cerrada, casi un modelo similar al de las franquicias NBA.

Las competiciones van evolucionando, y ese morbo de subir o bajar de categoría, esa tensión añadida, empieza a dejar de tener sentido. Seamos sinceros, en el baloncesto las cartas están boca arriba desde hace tiempo. Se sabe qué clubes se han consolidado en los últimos años y cuáles son clubes satélites que suben, bajan o se mantienen, pero siempre en una situación económica desoladora. No es temerario plantear un cierre de competición, como tampoco lo es cerrar una Liga europea. Ahora volvemos a ver que los clubes recién ascendidos tienen que pagar un canon que es una barbaridad y te hipoteca para cumplir con el presupuesto, y más en un contexto de crisis como el de ahora. Muchos clubes sobreviven gracias al dinero público, y ahora no les llega.

¿Cuidar el baloncesto español pasa también por que la ACB sepa venderse como no ha sabido por ahora?

La realidad es que el producto no está bien tratado, algo que se nota por ejemplo en la televisión. Encontrar noticias de la ACB en un informativo de televisión es imposible, como en el de Cuatro, por ejemplo. Además, el problema es cuando lo hacen sólo se hace caso a Madrid y Barça. Se usan como termómetros y eso no es justo para el baloncesto español. Eso provoca frustración.